El Proceso Revolucionario Bolivariano tiene tres instancias de vocería a través de las ventanas del Sistema Nacional de Medios: la del gobierno con sus funcionarios, la de los políticos profesionales (Diputados del PSUV y de la izquierda) y la de la opinión pública constituida por profesionales, trabajadores manuales e intelectuales que defienden dignamente el proceso revolucionario, pero que debe revisarse, porque no podemos permitirnos debilidades.
Salvo algunas excepciones, los opinadores revolucionarios cotidianos, especialmente en los programas de televisión se quedan en la superficie de los temas cuando están frente a un pueblo conciente que ha crecido intelectualmente en los últimos diez años.
La gran diferencia con los opinadores del oposicionismo es que de ese lado la mediocridad y la banalidad temática los intoxica y es tal que en el seno mismo de su dirigencia debe darles vergüenza ajena (si es que tienen) escucharlos, no obstante algunas veces en las instancias de la subjetividad y en el imaginario público llegan a colocarse en posiciones ofensivas y de nuestro lado en situación defensiva.
Sobre los últimos sucesos con la aplicación de la Ley Resorte (por fin aunque parcialmente) no puede ser que respondamos con argumentos leguleyos políticos cuando lo que está en juego es el tema ético del comportamiento violatorio de todo el sistema de medios privados, mas allá de RCTV y el daño violatorio severo a la condición humana y los derechos socioculturales del pueblo venezolano, constantemente agredido por las empresas privadas de comunicación.
Rescatar la verdad como valor ético, la libertad como derecho máximo reivindicado en este tiempo histórico por los factores revolucionarios y la dignificación de todos los derechos humanos como se palpa en la vida cotidiana de gran mayoría del pueblo venezolano, son logros sociales que debemos levantar como banderas ante la arremetida dislocada de un oposionismo irracional.
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