El hombre y la mujer somos parte de la naturaleza, no algo en contraste con ella. Tampoco podemos suponer que el pensamiento humano sobreviva a la muerte corporal, (como pretenden las religiones y sobre todas la Católica) ya que ésta destruye la organización del cerebro y disipa la energía que utilizan los conductos cerebrales. Todos sabemos que la memoria puede quedar destruida por una lesión del cerebro. Sabemos que el cerebro no es inmortal y que la energía organizada de un cuerpo vivo queda, por decirlo así, desmovilizada a la muerte y, por lo tanto, no disponible para la acción colectiva. Todo conduce a demostrar que todo lo que consideramos como vida mental está unido a la estructura cerebral y la energía corporal organizada. Por lo tanto, es racional suponer que la vida mental cesa cuando cesa la vida corporal.
No son los argumentos racionales sino las emociones lo que nos hace creer en la vida futura.
El optimismo y el pesimismo, como filosofía, muestra el mismo humanismo ingenuo; el ancho mundo, tal como lo conocemos, no es bueno ni malo, ni se preocupa por hacernos felices o desgraciados. La naturaleza es sólo una parte de lo que podemos imaginar; todas las cosas, reales o imaginarias, pueden ser estimadas por los seres humanos, y no hay patrón exterior que demuestre que nuestra valoración está equivocada. (Un caso el clima modificado por los intereses del capitalismo) Nosotros los revolucionarios socialistas somos los últimos e irrefutables árbitros del valor y en el mundo de las valoraciones la naturaleza es sólo una parte. En el mundo de los valores, la Naturaleza es neutral, ni buena ni mala, sin que merezca la admiración ni la censura. Nosotros somos los creadores de los valores morales y sociales y nuestros deseos son los que confieren valor. Nosotros somos los que tenemos que determinar nuestras vidas, no las religiones, ni siquiera la naturaleza personificada por dios.
Todo lo que aumenta la seguridad general y social disminuye la crueldad. Esto se aplica a la prevención de las guerras, ya mediante las Naciones Unidas, ya por otros medios; a la prevención de la miseria, a una mejor educación igualitaria y accesible para todos, a una mejor salud gratuita mediante las mejoras en medicina, higiene, sanidad y vivienda; y a todos los medios de disminuir los terrores que acechan en los abismos del capitalismo y que emergen como una pesadilla. Pero no se puede hacer nada tratando de hacer segura a una minoría como es la Burguesía a expensas de las grandes mayorías: los imperialistas saqueando todos los pueblos del planeta Tierra; los capitalistas a expensas de los trabajadores; los blancos a expensas de los indios y de los negros, etc. Tales métodos sólo aumentan el terror del grupo dominante, por miedo a que el justo resentimiento haga rebelarse a los oprimidos. Sólo la justicia puede dar seguridad; y por “justicia” entendemos el reconocimiento de la igualdad de derechos en toda la colectividad humana.
Además de los cambios sociales destinados a dar seguridad al pueblo, que desarrolla la Revolución Bolivariana, hay otros medios más directos destinados a disminuir el miedo, mediante un régimen destinado a aumentar el valor. Durante siglos se consideró el valor como privilegio de la aristocracia. Todo aumento del valor en las castas pudientes se empleaba para aumentar las cargas de los oprimidos y, por lo tanto, para aumentar el motivo del miedo en los opresores y no disminuir así las causas de la crueldad. Hay que democratizar el valor para que haga humanos a los burgueses oposicionistas. El pueblo venezolano perdió el miedo el 27F89 y en especial a partir del 4F92 cuando rescatamos la dignidad. A decir verdad, el valor ha sido ya democratizado por los acontecimientos de nuestra historia reciente. El valor emocional de una doctrina, como consuelo en la adversidad, parece depender de su predicción del futuro. Es bueno todo lo que termina bien, es el aforismo unánime del sentido común.
El valor fomentado en el pueblo es un valor, es una orden que nos sale de lo interior, es un gentilicio, en defensa del amor a la Patria y nuestros intereses comunes, no la clase de valor que supone iniciativa y caudillaje para defender los intereses creados de la burguesía y la religión Católica. Pero el valor en la lucha no es, en modo alguno, la única forma, ni siquiera, quizás, la más importante. Hay valor en el Comandante Presidente en enfrentarse a la pobreza, en hacer frente a las burlas racistas, en hacer frente a la hostilidad de la burguesía. Y sobre todo el valor de pensar con calma y racionamiento frente al peligro que representa el imperialismo, y dominar el impulso del miedo o la rabia.
La salud ha sido ya grandemente aumentada; a pesar de las lamentaciones de los que idealizan el pasado puntofijista, vivimos más y tenemos mayores atenciones que en las épocas pasadas, se ha reducido la mortalidad infantil en más de la mitad, prácticamente se ha eliminado el deceso de las madres por causa de parto, y se ha reducido la pobreza geométricamente. Con un poco más de aplicación del conocimiento que hemos adquirido en los tiempos del Proceso Revolucionario ya, podríamos ser más sanos de lo que hoy somos; fallamos en no socializar la salud, en ser demasiado blandengues, y en no meter en cintura a los galenos de la FMV, que sabotean la salud del pueblo. Debemos obligarlos a respetar la vida porque nuestros impulsos y deseos constituyen nuestra felicidad y bienestar.
La asistencia de alumnos a los planteles educativos en todos los niveles se ha multiplicado por mil, y aun más en la educación Superior, con la apertura de nuevas universidades y el aumento del cupo en las ya existentes. La medida tomada por el Ejecutivo Nacional de crear nuevas escuelas de primaria y secundaria, eliminar el cobro de inscripción, suministrarles a los infantes asistencia médica y alimentación en los Simoncitos y a los alumnos de las escuelas Bolivarianas, justificó con creces la concurrencia a clases y, también puede notarse en la atención excepcional de los educandos a las materias enseñadas. Y es una realidad ya notable que los futuros tiempos aceleraran enormemente este Proceso. Tenemos que aprender con el tiempo a moldear nuestros deseos de modo que no choquen con los de los burgueses hasta el punto en que lo hacemos ahora. Tales consideraciones son las que debemos mirar, para no volver a los mitos oscurantistas del pasado reciente.
Estamos en un peligroso estado de cosas por ser demasiado tolerantes mediante el cual la inteligencia desinteresada se ahoga parcialmente, y las fuerzas conservadoras y oscurantistas se persuaden de que pueden permanecer triunfantes. Es una salvaguardia de la tiranía el que haya instituciones y organismos que posean, en la práctica o en la teoría, una cierta independencia ilimitada para manipular y conspirar sin que le pongamos reparo. Por esta razón, el socialismo es mejor que el capitalismo, porque produce la armonía en lugar del conflicto en los deseos y anhelos del pueblo. Pero los defensores del capitalismo rara vez son gentes de “corazón amante”, como afirman ser, como puede verse por el “amor al militarismo que demuestran” como medio de dominación saqueo y muerte en todas las partes del mundo. Uno se siente tentado a pensar que valoran la moral como legítima salida a sus deseos fascistas y criminales de causarnos dolor; el pobre es presa fácil, por lo cual hay que terminar con la tolerancia. Pienso no sólo ni siquiera principalmente en los efectos deliberados del conocimiento, sino también, y más particularmente, en el conocimiento como fuerza natural que produce resultados inesperados.
Toda memoria y, por lo tanto, todas las mentes, están pendientes y dependen de una propiedad consumista que es muy notable en la sociedad burguesa. Toda nuestra experiencia está unida al tiempo, y no es posible imaginar una experiencia eterna. Pero, aun cuando fuera posible, no podríamos, sin contradicción, suponer que llegaremos los socialistas a tener dicha experiencia. Toda experiencia, por lo tanto, probablemente se parecerá a la experiencia que conocemos; si ésta nos parece mala, ninguna doctrina de una Realidad distinta de la Apariencia puede darnos la esperanza de algo mejor. Caemos, en realidad, en un dualismo inútil: por un lado, tenemos el mundo capitalista que conocemos, con sus acontecimientos, agradables y desagradables, su racismo, su exclusión, sus miserias, sus muertes, sus fracasos y desastres; por el otro, un mundo imaginario, que llamamos el mundo de la Realidad socialista, excusando, por la amplitud de la Realidad, el convencimiento de todos los signos de que ese mundo existe realmente. Ahora bien, la única base que tenemos de ese mundo de Realidad es que esa es la Realidad, si somos capaces de construirlo y podemos comprenderlo.
¡Hombres y mujeres, jóvenes, raza nueva! Saludad el suicidio del mundo de los barbaros capitalistas e imperialistas, con votos, fervientes para que sea definitiva la catástrofe. Frente a los escombros del pasado suicida levantaremos ideales nuevos que nos habiliten para luchas futuras y propicias a toda fecunda acumulación creadora.
¡No Volverán!
manueltaibo@cantv.net