El fin de la servidumbre estatal a los bancos privados

La tesis que podrán leer a continuación, en el artículo que he traducido del francés, merece toda nuestra atención de revolucionarios. No conozco nada sobre su autor, es sólo un artículo que encontré accidentalmente en una revista. Trata de economía, o sea, de ese aspecto crucial pero manido que suele ser el "talón de Aquiles" en los proyectos socialistas, sobre todo en aquellos de tipo socialdemócrata, reformistas. ¿Por qué será?

Cuando la economía no es tratada con radicalidad, el discurso socialista está condenado a la superficialidad. Más aun, no basta con simplemente tratar a la economía en forma prioritaria, ni siquiera con devoción: hay que encontrar en la práctica soluciones reales y eficaces a los problemas que la misma, según su modus adoptio, crea en la sociedad. La economía de un país, de una comunidad depende invariablemente de la estructura que enviste y de los vectores que dicho traje implica.

Toda economía funciona de acuerdo a cierta estructura y cierto diseño por los cuales produce efectos muy precisos. Es cuestión de ingeniería, de intenciones ideológicas subyacentes en el diseño. Sin un cambio, por ejemplo, de las estructuras actuales que operan en función de la aberración antisocial y capitalista que hoy conocemos, no puede haber transformación alguna de nuestra sociedad, ningún cambio. ¡Ninguna revolución!

Pues con estructuras contrarias al objetivo esperado, toda expectativa positiva es imposible. Cuando las estructuras vigentes, operacionales de la economía contradicen los fines humanistas perseguidos, la verdadera revolución consiste en la transformación radical de dichas estructuras. Pero mejor entremos en materia:

La crisis final, por Marc Jutier(*)

Desde hace tres años vivimos la crisis de la deuda, y no nos salvaremos sin cambiar el sistema monetario. El sistema actual de creación monetaria funciona según el principio de monetarización de los activos presentes y futuros. Un sistema que enriquece a los rentistas y a los intermediarios (banqueros, especuladores y comerciantes), que empobrece a los más pobres por diferentes procesos (socialización de pérdidas, rigor presupuestario, impuestos suplementarios, rentas sobre préstamos, repercusión de los préstamos a las empresas sobre el precio de sus productos), es un sistema totalmente irracional. Como es sabido, el dinero es creado por la deuda, pero el dinero para pagar el interés nunca es creado. Para poder continuar pagando sus anualidades de deuda cada vez más elevadas, es necesario que las empresas aumenten sin cesar su producción de mercancías y su productividad mediante la limitación de salarios. En realidad, la suma de dinero que se le debe a los bancos (comprendiendo a todos los actores económicos) es superior a la moneda en circulación. Lo cual significa que si se tuviesen que actualizar los reembolsos de las anualidades futuras en un tiempo " t " (hoy, por ejemplo), simplemente no habría suficiente dinero para cubrir las deudas. Así, para poder continuar funcionando, el sistema en que vivimos necesita de un crecimiento infinito de los PIB, si no se derrumba.

Creación del dinero-deuda

Desde que el crecimiento se debilita, las empresas y los hogares reducen sus inversiones y por lo tanto su solicitud de préstamos, lo cual reduce la masa monetaria y acentúa, pues, la recesión. Para evitar esto, los Estados facilitan entonces los créditos, rescatando según la necesidad a los bancos que han quedado en dificultad por la quiebra de sus debitores. Los financistas son los primeros beneficiarios de esta estrategia. Pero el colmo del absurdo es que el Estado realmente no pone en marcha su "imprenta de billetes", pues él mismo se lo ha prohibido (a través del artículo 104 del Tratado de Maastricht), y se pone, en cambio, a crear dinero emitiendo títulos públicos de deuda, tomando para ello préstamos a bancos y a otros financistas, a menudo internacionales. Los bancos franceses, por ejemplo, tienen billones de euros en títulos griegos...
Para no develar este "ramo de rosas" al público, se mandan expertos a los programas de televisión; pero tales expertos, que son presentados como neutros, son en realidad banqueros que han inventado, ellos mismos —gracias a la ingeniería financiera—, nuevos productos financieros como los subprimes. Los Estados no podrán, evidentemente, reembolsar sus deudas, ya que para respetar las leyes de la ortodoxia liberal tienen que reducir los gastos e imponer el rigor (lo cual empobrece a los ciudadanos y compromete el sacro-santo crecimiento indispensable para que los actores económicos continúen pagando sus anualidades y el sistema entero no se derrumbe —cuando en realidad el mismo concentra una parte cada vez más importante de riquezas en unas pocas manos—). Es claro que el sistema se muerde la cola, y que el resorte del profit ya se rompió. Ahora bien, para retardar el fin de la crisis terminal del capitalismo ponemos en marcha la imprenta de billetes al máximo (750 billones de euros en la Unión Europea), lo cual tiene el riesgo de crear inflación.

Así, la crisis terminal significa que todo ese dinero creado a cambio de deudas increíblemente importantes pierde su valor, arruinando a aquellos que lo poseen (los rentistas) y a aquellos que lo crean (los bancos). Aquellos que detentan los medios de cambio (los bancos), los grandes medios de producción (las multinacionales) y los grandes medios de propaganda (la prensa) quedan arruinados y pierden toda legitimidad para dirigir, para dominar a la sociedad, y de eso ¡ni hablar! (para ellos).

Movilizar la creación humana

Contrariamente a lo que podríamos creer, la moneda no es simplemente un medio de intercambio, es ante todo una herramienta, un símbolo que le permite a toda una pequeña minoría manipular la energía, el trabajo humano. Marx denunció con razón la captación de plusvalía por la clase burguesa, pero eso no es más que la punta del iceberg de la estafa capitalista.

La sola riqueza de una sociedad, de una comunidad, a parte de las riquezas naturales del suelo y del subsuelo del territorio en que la misma se encuentra, es su capacidad para movilizar, para organizar el trabajo, la actividad productiva. Para movilizar a gran escala la creatividad humana, en otros tiempos había dos medios: la coerción y la fe. Los guerreros vencedores hacían trabajar a los vencidos, y entonces era la esclavitud seguida de la servidumbre. Algunos lograban prometer una vida en el Paraíso, y entonces la fe se expresaba mediante el deseo de realizar colectivamente grandes obras que pudiesen sobrepasarnos.

La estafa capitalista

La innovación del capitalismo, la moneda fiduciaria y luego la moneda deuda, a permitido movilizar la energía humana con una eficiencia sin precedentes en la historia de la humanidad. La mistificación bancaria reposa sobre el hecho de que la moneda fiduciaria no tiene ninguna otra realidad que la confianza que tengamos en su emisor. El escándalo, obviamente, está en el hecho de tener que pagar una renta (un interés) sobre esta moneda que es creada ex-nihilo. La "genialidad" del capitalismo está en haber encontrado el medio de crear tanta moneda como la actividad humana lo necesite, a condición que dicha actividad genere profit.  El problema es que los inventores de ese "medio" han perdido o no han jamás tenido (como se prefiera) ningún sentido del bien común.

Una élite bancaria internacional detiene el poder supremo de la creación monetaria. Eso le da el control de los destinos de naciones y de la economía mundial. De hecho, todos nuestros problemas vienen de allí. Es porque el dinero es prestado con interés y con el solo objetivo de crear profits que llegamos al absurdo de inversiones en tecnologías "gadgets", mientras las necesidades básicas no son satisfechas. Abandonando su derecho de producir la moneda, los pueblos se han puesto en una situación de servidumbre frente a los bancos.

¿Quién debe producir la moneda?

Después de la invención de la moneda fiduciaria en el siglo XII, y más aún después del abandono en 1971 de la referencia al estándard oro (35 $/onza de oro), un simple juego de escrituras basta para crear la moneda. ¿Pero quién debe crear la moneda? Si ésta es creada por un organismo público como la banca central, la moneda es entonces propiedad pública y la sociedad civil es beneficiaria directa de tal emisión, lo cual está justificado pues es el pueblo quien está al origen de todas las riquezas disponibles sobre el mercado. Si la moneda es creada en cambio por un organismo privado como las bancas comerciales, la moneda deviene propiedad de accionarios y es prestada entonces a la sociedad civil, la cual paga en retorno a éstos intereses inmensos.

Para acabar con la estafa monetaria habría que dar la función de emisión a las bancas centrales del 100% de la masa monetaria en circulación, y no simplemente la función de emitir una moneda "central de endeudamiento", que sirve de garantía para las bancas privadas. El control, pues, de la masa monetaria en circulación, y la creación de créditos necesarios a las actividades benéficas, es el derecho real del poder político emanado del debate democrático. La capacidad para batir moneda sobre un territorio, y por ende la creación de confianza en el intercambio mercantil, es el primer deber de todo gobierno. ¿Por qué el gobierno tendría que pagar intereses por el uso de su propia moneda a un sistema bancario privado, cuando él mismo podría emitirla sin interés y sin deuda?

Al Estado de retomar su derecho

En el sistema capitalista actual, el Gobierno se niega a sí mismo un privilegio que ha acordado por la ley a los bancos, haciéndose servidor de éstos y despreciando al pueblo. El objetivo de los bancos privados no es emitir dinero en función de las necesidades de la población, sino hacer la mayor cantidad de profits posibles, y llevar a los Gobiernos, comunidades locales, empresas e individuos a endeudarse. Para que un Gobierno sea verdaderamente soberano, es necesario que retome su derecho de crear un dinero libre de deuda.

Hay dos problemas relacionados:

1) A pesar de las posibilidades de acción de la banca central sobre el refinanciamiento y las tasas de interés, la cantidad de moneda en circulación escapa a su control, lo cual implica la inflación de los activos y la aparición de burbujas.

2) La prohibición, por ejemplo, hecha a nivel de la Banca de Francia en 1973 (y luego confirmada en 1992 por el Tratado de Maastricht, artículo 104) al Estado de financiar directamente su propia economía, le cuesta a la población francesa, sólo por los intereses, casi un billón de euros por semana (en la forma de una transferencia de hacia los más ricos, detentores de las obligaciones de Estado).

La solución: el "100% money"

La solución de remplazo es la reforma del "100% money", llamada Robertson/Allais, la cual corresponde a un sistema bancario a reservas plenas, al contrario del sistema bancario actual llamado "a reservas fraccionarias". Ella consiste en una transferencia de la creación monetaria desde los bancos privados hacia la banca central, una vez que ésta ha regresado al renglón público y es controlada por los elegidos de la nación.

Esta solución consiste en dos medidas que deben ser tomadas simultáneamente:

— Autorizar a la banca central a proceder a la creación monetaria por simple juego de escrituras en beneficio del Tesoro Público.

— Aumentar la tasa de reservas obligatorias (actualmente de 2% en Francia) hasta el 100%. Esto equivale a prohibir la creación de moneda escriptural a los bancos comerciales (los cuales pasan a ser simples intermediarios entre la banca central y la economía real), y por lo tanto a controlar eficazmente a éstos, los cuales entonces sólo realizan profits en función de servicios rendidos a la sociedad.

Esta solución de remplazo permitiría:

— Al Estado, y por lo tanto al pueblo en su conjunto, beneficiarse integralmente de las ventajas propias de la emisión monetaria en lo relativo a la decisión sobre la cantidad de moneda puesta en circulación, su repartición y los intereses —que representan sumas considerables— sobre los reclamos detentados por los bancos (alrededor de 100 a 120 billones de euros por año en Francia).

— Ponerle fin al caos monetario que nuestras economías capitalistas padecen desde hace siglos.

— Destruir el lazo artificial y perverso entre creación y destrucción de moneda y el mecanismo de crédito bancario.

— Que nuestras economías dejasen de incurrir en el inevitable proceso de desendeudamiento público y privado sin pasar por una fase destructiva de deflación inducida o de hiperinflación organizada.

— Que la tasa de interés finalmente juegue su rol de autoregulador sobre los mercados financieros y así frenar los fenómenos de boom y de depresión.

Controlar la moneda

Una organización tal del sistema financiero y bancario permitiría la realización simultánea de condiciones del todo fundamentales:

1) la imposibilidad de toda creación monetaria y de poder adquisitivo fuera de la creación de una moneda de base por las autoridades monetarias;

2) la supresión de todo desequilibrio potencial resultante del financiamiento de inversiones a largo plazo a partir de préstamos a corto o mediano plazo;

3) la expansión de la masa monetaria global —constituida únicamente por la moneda de base— a la tasa deseada por las autoridades monetarias;

4) una reducción mayor, si no total, de la amplitud de fluctuaciones cíclicas;

5) la atribución al Estado, es decir, a la colectividad, de ganancias provenientes de la creación monetaria, y la disminución o incluso supresión de los impuestos actuales;

6) un fácil control por la opinión pública y por el parlamento de la creación monetaria y de sus implicaciones.

Este proyecto —defender eso que debería ser una prerrogativa del Estado y solamente del Estado: la emisión de toda nueva moneda— ha sido propuesto por los economistas Maurice Allais, Irving Fisher, Ricardo y otros. Si Francia, por ejemplo, adoptase un esquema semejante y sus socios europeos lo rechazaren, no tendría la nación gala otra alternativa que verse obligada a sustraerse de las consecuencias. Pues cada vez parece más evidente que la construcción europea se hizo con el objetivo de realizar una oligarquía de las transnacionales y de las instituciones financieras. Es por eso que la Unión Europea de 2010 impone la liberalización de servicios, la independencia de la BCE, el endeudameniento de los Estados y de las colectividades territoriales, la pérdida de los derechos reales y de la soberanía del pueblo. Para poner un fin a esta situación es necesario que los pueblos, por intermediario de sus elegidos, controlen sus propias energías y tengan de esta forma el control sobre su moneda.

Abolir los privilegios

En realidad, una crisis económica y financiera global sería una bendición para la humanidad. Primero, pararíamos de trabajar, consumir y contaminar inconscientemente, y luego podría ser la ocasión también de una emancipación extraordinaria. Concreta y materialmente nada se perdería. Con sólo la posibilidad de movilizar la energía humana el poder sobre el otro sería abolido. Sería una verdadera revolución, una real abolición de los privilegios.

Los grandes perdedores serían los grandes manipuladores de finanzas. Para 95 a 99% de la población ello sería realmente muy poco grave. La energía de todo individuo sería liberada de la camisas de fuerza impuestas, de las cadenas de la finanza internacional y de sus carceleros: los financistas. Algunos podrían sentirse un poco desorientados y sin el Estado y los procesos democráticos las cosas pudieran degenerar. Pero hay que conservar la calma: la riqueza, la verdadera, que es nuestra energía, no habrá desaparecido. No ha habido guerras en Europa desde hace décadas y gracias al trabajo y al genio humano existen medios de producción de una extraordinaria eficiencia; en realidad, nunca hemos sido tan ricos. El día en que los pueblos se den cuenta de esto podremos por fin llegar a una sociedad de convivialidad, de elección del tiempo, de armonía y de respeto.

(*)Marc Jutier es francés, activista e ingeniero egresado de la Escuela Polytécnica de Montreal.



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Xavier Padilla


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