Ningún país votó contra la resolución, ni se ejerció el derecho de veto

La guerra en Libia y la izquierda: basta de incoherencias o de hipocresías

La evolución de la situación en Libia ha dado lugar al comienzo de una intervención militar externa, promovida en particular por Francia e Inglaterra, apoyada por varios países (europeos y africanos), y como no podía ser de otra manera, por los Estado Unidos.

Esta “coalición” obtuvo el acuerdo del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, sin un solo voto en contra, lo que significa que aquellos países que no estaban de acuerdo con ese proyecto de intervención (Rusia, China, India, Brasil, etc.) optaron por abstenerse y, aquellos que lo detienen, decidieron incluso no hacer uso del derecho a veto.

Esta resolución establece que el uso de la fuerza tenga como objetivo la defensa de las poblaciones civiles, victimas hasta ese momento de la reacción militarmente desproporcionada de la dictadura de Gadafi a lo que se ha presentado, y con justicia, como un simple reclamo de libertad y democracia por parte de sectores importantes del pueblo libio.

La estrategia actual de la coalición parece limitarse a la exclusión aérea, es decir, impedir que Gadafi pueda utilizar los pocos aviones que tiene en buen estado de funcionamiento contra los rebeldes, y proteger a sus propios aviones que operen en el espacio aéreo libio. Para ello la coalición ha bombardeado ya (o seguro lo va a hacer en las próximas horas) las pistas de aterrizaje, los puestos de mando, las baterías antiaéreas, la estaciones de radares, etc. Controlando el cielo libio, la aviación podrá detectar y neutralizar rápidamente todo movimiento de tropa y material militar, que podrá también constituirse en objetivos para los tomahawk norteamericanos.

La exclusión aérea, sin embargo, pudiera no ser la panacea que ha imaginado la coalición; la cosa no depende sólo de la resistencia –imprevisible- del régimen, sino del desarrollo de la capacidad de lucha de los rebeldes, y de su progresión militar hasta provocar la caída de Gadafi o, por lo menos, imponer una negociación que transforme al viejo dictador en un personaje inofensivo, jugando un rol meramente decorativo. Si nada de esto se produce, hay que saberlo, a la coalición no le quedara otro remedio que de apoyar la lucha de los rebeldes por medio de tropas terrestre, es decir, llevando a cabo una invasión del territorio.

- La izquierda y la intervención militar externa

Esta larga introducción era necesaria para abordar el tema de la izquierda. Todos los que hemos apoyado desde el principio las revueltas de los pueblos árabes, en particular de Túnez y de Egipto, hemos interpretado la insurrección del pueblo libio como una manifestación más de ese profundo movimiento popular por conquistar la libertad y la democracia.

Yo no creo que ninguno de nosotros haya podido imaginar que en esos casos se tratara de verdaderas revoluciones y, menos aún, de carácter socialista. Sin embargo, a nadie puede caberle la menor duda que liberándose de esas odiosas dictaduras vitalicias, y transmisibles a su descendencia, esos pueblos hacen un gran paso no sólo hacia mejores condiciones de vida, sino también hacia modelos sociales donde tengan una mayor participación en la definición del destino de cada uno de ellos. En todos los casos, liberándose, se acercan más a las condiciones socio-económicas y políticas que permiten de imaginar y comenzar a luchar por una alternativa socialista.

Lo que ha provocado un cambio sustancial de la situación en Libia, es el éxito relámpago de la contraofensiva del Coronel Gadafi. Después que los rebeldes habían llegado a controlar una buena parte del territorio, las tropas leales al dictador, con el refuerzo considerable de grupos de mercenarios, habían comenzado a recuperar el control de múltiples ciudades al extremo de poner en riesgo inminente la caída de Benghazi, la capital del gobierno provisional.

¿Qué podían hacer las nuevas autoridades ante esta situación? Lo único que les quedaba como posibilidad de salvar el pellejo era de pedir la ayuda urgente de Naciones Unidas. Eso es lo que han hecho, y nadie, absolutamente nadie, puede reprocharles hoy una acción que corresponde al más elemental instinto de conservación, de sobrevivencia. Sobre todo cuando, desde el comienzo, ellos aseguraban que rechazaban toda invasión de una fuerza extranjera.

A partir de la respuesta de Naciones Unidas, en principio con la medida de exclusión aérea, algunos militantes y algunas organizaciones que se pronunciaron por la solidaridad con el pueblo libio insurrecto, están agitando hoy consignas supuestamente radicales: “Ni Gadafi, ni la intervención imperialista”, “Fuera los imperialistas de Libia”, etc. etc.

A ellos les resulta difícil asumir la consecuencia desagradable, pero perfectamente lógica en la evolución de la situación, de deberles “a los occidentales”, o “a los imperialistas” la posibilidad de salvaguardar la sobrevivencia y facilitar el probable éxito de la insurrección del pueblo libio. Ninguno de ellos parece darse cuenta de la incoherencia, o hipocresía, de apoyar fervorosamente un movimiento popular y de reclamar, al mismo tiempo, que se vayan, que dejen de ayudarlo, los únicos que pueden preservarlo de la extinción. Parecen ignorar que si la coalición se retirara, la locura genocida de Gadafi se ensañaría con una buena parte del pueblo libio.

- Las luchas de los pueblos continúan, y hay que apoyarlos

Probablemente, nadie imaginó la capacidad de reacción, y de resistencia, del régimen de Gadafi. Tampoco han podido imaginar que la tan temida intervención imperialista (“para apropiarse del petróleo, como afirman Fidel Castro y Hugo Chávez) se presentara a los ojos del mundo como una acción de carácter humanitario, encuadrada en el orden jurídico internacional, y con el asentimiento (pasivo o activo) de todos los países del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Estamos pues bastante lejos de lo que fue la intervención en Iraq.

La actitud correcta de la izquierda no debe ser la de culpabilizar, y menos aún dejar de apoyar, a los dirigentes del Consejo Nacional Libio de Transición, los responsables de la insurrección. Tanto en ese país, como en los otros de la región, donde la insurgencia ha obtenido ya algunos éxitos (Túnez, Egipto), como en aquellos donde los pueblos están en plena efervescencia y son reprimidos sin piedad por sus odiados dictadores (Yemen, Bahrein, Argelia, Marruecos, etc.) la actitud de la izquierda, que se siente revolucionaria, debe ser de ponerse decididamente al lado de los pueblos y acompañarlos aún cuando la fuerza mayor los obligue a pedir (y eventualmente obtener) l ayuda de Naciones Unidas.

Sobre todo que, para los países imperialistas de la coalición, esta ocasión excepcional de aparecer como “los buenos de la película” (cuando todos sabemos que no tienen el mismo comportamiento con las victimas de Israel), corriendo en ayuda de un pueblo explotado y oprimido por uno de los personajes más siniestros de los últimos tiempos (con el cual, es verdad, hicieron suculentos negocios), se les va a terminar pronto.

En efecto, a Mister Obama, y a Monsieur Sarkozy, entre otros de los “grandes” de este mundo, habría que avisarles (por si acaso no se han enterado todavía) que en varios otros países de la región, los pueblos en lucha, también por la libertad y la democracia, están siendo masacrados por sus dictadores domésticos, hasta ahora, impunemente.

Más grave aún es lo que ocurre en la isla de Bahrein, donde estaciona la V flota norteamericana. Arabia Saudita (el principal aliado árabe de Estados Unidos) ha enviado tropas a ese pequeño país para ahogar en sangre las manifestaciones contra el gobierno (otro dictador vitalicio) y ha contribuido a una gran redada contra los principales dirigentes populares.

Pero esos casos, de flagrante violación de los derechos humanos, no parecen lesionar la sensibilidad de los miembros del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y, aparentemente, no merecen tampoco otra resolución de “ayuda humanitaria”. Para nosotros, en cambio, se trata de una razón suplementaria para confiar en la orientación progresista de esos movimientos, y darles todo nuestro apoyo.


desdelejos@josebustos.net


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