El trasero de la computadora de la que acababa de servirme para escribir una minúscula crítica al Comandante Chávez aún se hallaba caliente, que ya empezaba yo a pagar las consecuencias de no haberme quedado callado ante el caso política y humanamente injusto de Joaquín Pérez Becerra.
En los años 80 combatí en Guatemala contra uno de los ejércitos más sanguinarios entrenado por esa horda de sicópatas procedentes de la guarida de chacales mal llamada Estado Hebreo. Aquella era una situación tan delicada y trágica que la clandestinidad absoluta era la vara medidora, milímetro a milímetro, de nuestra conducta segundo por segundo. Pero esa Época, en la que incluso muchas veces, para que no se me acusase de parentesco, sanguíneo u otro, con el hombre o la mujer que estaba siendo torturado, o violada, ante mis ojos, tuve que ocultar mis lágrimas, de por sí sanguinolentas! Esa horrenda época, lo repito, que así lo han decidido los dioses o el sino de los seres de esta dimensión en la que sobrevivo, ya sólo es horror de la Historia o, al menos, con ello sueño despierto ahora.
El ejército de hienas y los esbirros guatemaltecos aniquilaban, hasta por un centavo, a todo aquel que llevase en la bolsa la más mínima medalla conteniendo el rostro del Che. Ante mis ojos se asesinó a un hombre que, viajando en un autobús, se encontraba leyendo el Diario en Bolivia del guerrillero heroico. Rigoberta Menchú presenció, acompañada de su madre, muerta de pavor y de horrible mutismo, el horrendo crimen del ejército de Ríos Mont, en una plaza pública, contra su hermanito de quince años que, junto a un grupo de adolescentes también ya moribundos, apelotonados bajo una inmensa hoguera, habían sido previamente torturados con infames múltiples maneras, métodos viles éstos enseñados a los kaibiles por los expertos mentales egresados de la putrefacta escuela del sionismo.
Mas también a nosotros, combatientes y cuadros revolucionarios, nuestros jefes y responsables superiores de la guerrilla nos hacían creer, en nombre del marxismo-leninismo, que la invasión de Afganistán por el ejército ruso no se llamaba invasión, sino “Internacionalismo proletario”, y trataban, desesperadamente aunque en muchos casos infructuosamente, de establecer un paralelo entre aquella invasión, que no serviría sino los intereses de la aún burocrática momia estalinista, y la heroica, contundente e inolvidable madriza que las tropas verdaderamente internacionalistas cubanas propinaran a las hordas racistas de África del Sur, sobretodo en la decisiva batalla allá en Cuito Cuanavale, en donde los abominables racistas del Apartheid sudafricano estuvieron a punto de vomitar bombas atómicas sobre los heroicos internacionalistas, bombas atómicas que eran una “cortesía” del imperio yanqui y del siniestro Shimon Peres, hoy aún vivo y disfrutando hasta de un chistoso premio nobel de la paz.
Hitler, más que de su poder de cadenas y de fuego, hizo uso del miedo y el horror anidado en sus víctimas, fuesen éstas polacos, gitanos, homosexuales, comunistas o judíos.
El postizo y mal llamado Estado Hebreo, hoy en día y desde hace ya más de media centuria, se sirve del miedo que el Mundo entero experimenta al nomás tener que criticar a ese ente racista, fascista, genocida, forajido y desalmado. Mal y falsamente llamado Estado Hebreo, pues no sólo la mayoría de israelíes de origen “judío” son europeos del este convertidos al judaísmo en el último milenio (y no semitas cual su minoría y como los mismitos Palestinos), sino que miles y miles de judíos del mundo entero, entre ellos muchos rabinos, gritan a los cuatro vientos del planeta, que el Estado sionista es el más grave impostor de nuestro tiempo y que este mismo ente de ninguna manera representa ni representará jamás al pueblo Hebreo.
Al momento mismo en que se critica la política de barbarie y de limpieza étnica utilizada contra el pueblo Palestino, los portavoces de la jauría al mando del Estado sionista te salen al paso, acusándote de antisemitismo.
¡Ni madres!, se exclaman los mexicanos: este argumento sólo se lo hacen tragar al ignorante o al cobarde. Aunque sabemos perfectamente que de aquél (el ignorante) nosotros quizás tengamos mucho, de éste (el cobarde) no cultivamos ni una pizca, y, en nuestra lucha por la liberación definitiva de los Pueblos oprimidos a lo largo y ancho del planeta, no cederemos ni un milímetro, ni en el espacio ni el tiempo: somos verdaderos revolucionarios, y por ende, internacionalistas! ¡A huevo!, se dice en México.
¡No cedamos ante el Gran Enemigo, el imperialismo yanqui y sus lacayos internos¡ ¡Defender la Revolución con dulzura pero con garras! ¡Hallarse siempre en la primera línea de fuego, que éste venga del azúcar de las ideas, o de los carburantes de otras formas de acción!
¡Quedarse callado ante cualquiera injusticia cometida en cualquier espacio y en cualquier tiempo, es un hecho cobarde!
¡No criticar, en casos extremos, es un acto contrarrevolucionario!
¡Si el Comandante Chávez me ordenase, en un caso extremo, elevarme con mi pluma ardiendo contra el imperio, que no se dude un nanosegundo: ¡yo estaría en la primera línea de fuego! Pero si el Comandante Chávez, sirviéndonos aquí de una hipotética posibilidad, me ofreciese el mil por ciento de aumento de mi salario como uno de los agentes de la Guardia Nacional de Venezuela encargados de la inminente entrega al gobierno narco genocida de Colombia del cantante, ex-guerrillero de las FARC-EP, Guillermo Torres Cueter, yo preferiría enterrarme vivo bajo las montañas de mi poesía y ante la mirada atónita (pero, ¡ay!, quizás indiferente) del Comandante!
Cuarenta y ocho horas después de la aparición en Aporrea de mi articulito “Conversación a tientas con el Comandante Chávez”, en el que, al final, yo exponía una media duda y una pizca de temor de ser arrestado en mi primera e inminente visita a Venezuela, leo en Aporrea (el único sitio que lo dice todo, es decir que este abre al mundo la ventana más oxigenada para la guerra de las ideas) que “Julián Conrado” fue hecho prisionero en Venezuela, y nada menos que en connivencia con el DAS y la policía del Estado terrorista y narco degradante de Colombia!... ¿¡Ah si!?... Y luego aparecen, también en Aporrea, las primeras declaraciones del Comandante: “Nosotros cumpliremos con nuestro deber: lo entregaremos a Colombia”!
Querido Comandante Chávez: ¿está usted hablando en serio? Yo le he escuchado hacer bromas muy serias y todas todititas me han hecho reír y me han dado escalofríos de internacionalismo y de ganas de Combate (con mayúscula), pero, si ésta es una broma, espero que sea sólo una broma de mal gusto, pues ella sí que nos da (a miles y a mí, que soy de todos el más pequeño) escalofríos de repugnancia, de pena y de tristeza! Ojalá la contundente palabra de Roy Cháderton Matos tenga, en estos álgidos momentos, acceso al oído de Usted! Pues el águila del norte lo está a Usted acechando, pero también las gallinas del huevo de oro de Caracas y de Zulia no dejan de dejarse montar por el gallo del oro negro, y dichas gallinas quisieran poner muy pronto el huevo definitivo que aplaste a la Revolución Bolivariana!
Si el Che estuviese vivo, en este mismo momento estaría combatiendo en las montañas de Colombia, quizá no siguiendo todos los lineamientos de las FARC, porque él nunca hubiese permitido, por ejemplo, el secuestro de civiles o el acto de provocar la explosión de coches-bomba en plena vía pública; pero también se hallaría organizando la resistencia en Palestina, que quizá ya sería libre si el Che estuviese vivo. Si el guerrillero heroico viviese, quizá ya toda América del Sur sería verdaderamente libre, empezando por Argentina.
¡Gloria, pan y libertad a los Humildes de Colombia!
¡Patria, socialismo o muerte, sin corrupción, hipocresía y oportunismo!
¡Hasta siempre, con el Che, con Fidel y con todos los Bolivarianos del mundo!
(*) Miembro de la Sociedad Bolivariana de Quebec, Canadá.
Cantautor del grupo La Banda de Gaza.