El imperio romano, el más cercano a nosotros, tuvo un período de por lo menos dos siglos de desintegración, y su fantasma siguió habitando en Europa en la mente de los hombres hasta por lo menos siete siglos después. Y así parece haber sucedido con los respectivos colapsos de diferentes culturas en casi ocho mil años de civilizaciones humanas. Aparentemente los colapsos y desintegraciones tienen un ritmo procesal y no acontecen explosivamente. Solamente es posible conseguir en contrario algún hecho aislado como la caída del imperio Asirio, que parece haber sucedido en muy poco tiempo. Un gran imperio que desapareció en diez o quince años de la faz de la tierra, al punto que treinta años después, una caravana encontró alguna de sus ruinas, y nadie sabía a quien habían pertenecido.*
Sin embargo, contrario lo razonable de estas consideraciones, inmersos como estamos cotidianamente en la vertiginosa espiral descendente que está viviendo nuestro sistema–mundo, todo tiende a hacernos pensar (y sentir) que nuestra civilización occidental sí está en el peligroso borde del abismo. Ya hemos considerado en otras reflexiones como frente a las múltiples áreas críticas que vivimos y afrontamos simultáneamente (de valores, de credibilidad, económica, política, ecológica, etc.) la respuesta de aquellos que tienen todavía el poder y los destinos del planeta en sus manos sólo sigue constituyendo una huída hacia delante (no sólo se mantiene sino que se acelera el rumbo por el camino tomado que lleva al despeñadero). Los síntomas están ahí, presentes en la historia diaria de los últimos años.
Pero lo más significativo y que queremos resaltar aquí, es que los síntomas se vienen convirtieno en tan evidentes y obvios, están tan a flor de piel, que basta con hacer un recorrido por el panorama de los principales sucesos mundiales en el corto plazo de una semana o diez días, para percibir la aceleración vertiginosa con que las tendencias desintegradoras siguen llevando al sistema hacia su desequilibrio final.
En este último período mencionado:
Lo que tuvo varios días en ascuas a mucha gente a nivel mundial y sobre todo fue titular en el sistema global de medios corporativos, fue la posibilidad de que los Estados Unidos entraran en default, o sea en la cesación de pagos de sus obligaciones como nación. El tira y afloja en el Congreso controlado por los republicanos para conceder al gobierno de Obama una ampliación de su margen de deuda, fue relatado como un sainete político. Lo que no se decía era cuales podían ser las graves consecuencias para todo el sistema económico y financiero mundial y para la credibilidad (que ya viene en vertiginosa caída) del dólar. Finalmente en la fecha límite se llegó a un oscuro acuerdo, oscuro porque el discurso de Obama que lo anunció omitió las condiciones más pírricas del mismo. Por ejemplo que no se tocarán las exenciones de impuestos a las grandes corporaciones, impuestas en el período de George W. Bush. O que no sólo no se recortarán los gastos de “defensa”, sino que se deja abierta la posibilidad de aumentarlos. O sea que los inmensos recortes proyectados por este acuerdo en el presupuesto del Estado, ya sabemos de dónde saldrán, de los programas sociales y los beneficios a la población. En resumen, ¿Cuál es la respuesta económica? Más de lo mismo.
Mientras tanto, unos días antes el gobierno socialdemócrata de Rodríguez Zapatero anunciaba un adelanto para noviembre en las elecciones generales, con la confesada intención de que sea “un nuevo gobierno” el que tome las decisiones en política económica a partir del año próximo. Es curiosa esta propuesta ya que las encuestan dan desde hoy como ganador al PP, a la derecha, ya que las medidas tomadas hasta ahora por el actual gobierno no han colaborado en nada a mejorar las crecientes dificultades de la población. Parece una jugada “política” magistral, que la derecha corra con unas medidas que serán peores que las que se vienen tomando hasta ahora. Otra vez más de lo mismo.
A la vez, el segundo plan de ayuda a Grecia, más o menos logrado a regañadientes de los países “locomotoras” (Francia y Alemania, los que aparentan estar en mejores condiciones económicas, sigue produciendo los mismos efectos que el primero: no mejora la economía griega y asfixia a su población. Que decir, más de lo mismo.
En el mismo período, Berlusconi anuncia oficialmente, que Italia va a lograr salir adelante con el plan de recortes que se autoimpuso, que por supuesto consiste en la misma cosa, pagar las deudas financieras de los bancos y las corporaciones y quitar todos los gastos del Estado hacia la población (en salud, educación, planes sociales, etc.)
Simultáneamente la OTAN bombardea en Trípoli a la televisión estatal, dejando un saldo de periodistas y técnicos muertos y heridos. Graciosamente, el propio mando central de guerra anuncia que efectivamente, sabían que no era un objetivo militar sino de comunicaciones, pero que el propósito era “dejar sin voz al gobierno de Kadaffi”. O sea que ya no existe ni siquiera el formalismo de mantener como excusa a la triste resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Si bien ya lo había adelantado la Secretaria de Estado norteamericana, ahora la OTN lo hace oficial: “Nuestro objetivo principal es eliminar a Kadaffi”
Pero por todos lados, cuando uno mira con detenimiento aparecen los síntomas de la acelerada huída hacia el abismo. Una corte estatal de los Estados Unidos invalida una decisión judicial que prohibía patentar partes del ADN humano, lo que deja libres a las grandes corporaciones para seguir mercantilizando en su beneficio la propia vida. Solo queda el recurso de acudir a la Suprema Corte de los Estados Unidos, que casualmente desde la misma época de George W. Bush tiene una mayoría de integrantes republicanos de extrema derecha, ampliamente relacionados con las grandes corporaciones.
Sirvan estos ejemplos como muestra de la huída hacia delante, buscar más selectivamente permitiría ampliar el listado fácilmente. Y mientras tanto, a través de las grietas y resquicios del sistema, aparecen en ese mismo período los acontecimientos positivos que son también un síntoma de la desintegración del sistema imperante.
Algunas de ellas:
La UNASUR reunida en Perú a solicitud del flamante presidente Ollanta Humala, considera como tema prioritario el peligro de la inestabilidad creciente del dólar y de como afecta a las economías sudamericanas. Es curioso que quien presente el problema y hable por ejemplo de la posibilidad de cambiar las reservas de nuestros países a otro tipo de moneda, sea precisamente el presidente Santos de Colombia –ningún “comunista antiimperialista”– sino un rancio representante de la oligarquía de ese país. Lo resaltante es la unanimidad de criterio frente al problema de los distintos gobiernos del continente. Evidentemente existe una percepción generalizada de la gravedad de la situación y por lo menos la intención de tomar medidas comunes.
Mientras tanto, las noticias desde Islandia son alentadoras. El único de los países cuya población –a través de dos plebiscitos– decidió que los ciudadanos no van a pagar las inmensas deudas contraídas por los bancos (que primero eran estatales, se privatizaron y adquirieron esas inmensas deudas, y cuando colapsaron fueron otra vez estatizados, traspasando esa monstruosa carga al estado y a los ciudadanos islandeses), empieza a recuperarse económicamente. Sus indicadores así lo muestran. Tal como sucediera en Argentina y otros países de nuestro continente, abandonar las recetas neoliberales ha permitido el crecimiento económico.
Finalmente, a pesar de la manipulación y el ocultamiento del sistema integrado global de medios corporativos (que es parte de los intereses de los grandes capitales financieros y las corporaciones), la resistencia de los pueblos sigue adelante. El sistema corporativo solamente ha destacado en titulares en este período las protestas ciudadanas en Siria y ha ocultado la forma por ejemplo como el estado español ha desalojado y reprimido a los “indignados”, o como las “autoridades de transición” lo vienen haciendo en Egipto, o como las autoridades “institucionales” lo hacen en Yemen, o en otros países del Medio Oriente. También se han invisibilizado las protestas continuas y crecientes en Inglaterra, Francia y los propios Estados Unidos (también en Chile). Como decíamos sin embargo, la información se filtra a través de la creciente comunicación alternativa y muestra que aparentemente las protestas siguen aumentando progresivamente en las distintas regiones del planeta. Perece que los pueblos ya no están dispuestos a resignarse frente a las “soluciones” que los mecanismos de poder han tomado ante la gran crisis.
En definitiva, si todo esto no son los síntomas de un colapso ¿De qué se trata?
¿Cuáles son los grandes cambios –que no serán coyunturales, sino estructurales– que viviremos en el futuro más que inmediato?
*Relatado en una tablilla de escritura cuneiforme y citado en el Estudio de la Historia de Arnold Toynbee