El título de este comentario no obedece a que la redacción del
periódico que es vocero de la oligarquía financiera estadounidense
haya sido tomado por asalto sino a que “The Occupied Wall Street
Journal” (“El WSJ ocupado”) es el nombre con que viene circulando
desde octubre de 2011 un periódico de cuatro páginas en inglés, que
publica y distribuye el Movimiento “Occupy Wall Street” (OWS), en
Nueva York. Su frecuencia, aunque no es diaria, se ha mantenido
estable. Probablemente su circulación esté reducida a la distribución
gratuita a indignados y curiosos reunidos en un área rectangular del
distrito financiero, sombreada por rascacielos, aledaña al sitio donde
estuviera la sede del World Trade Center.
También producen, con igual formato y similar contenido, una edición
en español para la extensa población hispanoparlante integrada a la
magna protesta contra el injusto sistema capitalista.
En uno de sus números iniciales, el periódico del movimiento OWS
inserta un artículo que firma Chris Hedges en el que se explican
algunos de los objetivos principales de los indignados
estadounidenses.
“Para nosotros, la meta es muy clara y se resume en una palabra:
REBELIÓN. No vinimos a trabajar dentro del sistema. No buscamos
negociar una reforma electoral con el Congreso; la política electoral
es una farsa. Conseguimos otra manera de ser escuchados y ejercer el
poder. No creemos en el sistema político ni en ninguno de los partidos
mayoritarios. La prensa corporativa no amplificará nuestras voces; por
eso contamos con nuestra propia prensa. La economía sirve a los
oligarcas. Para que sobreviva esta protesta, necesitaremos sistemas
comunales desjerarquizados y encargados del bienestar de todos.
“Las élites no comprenden estas metas. No ven el día en el que ya no
controlarán nuestras vidas.
Creen e intentan convencernos de que la
globalización y el capitalismo desmedido son la ley natural, una
dinámica perenne que nunca podrá ser modificada. Ellos se equivocan al
no ver que la rebelión no se detendrá hasta que extingamos el estado
corporativo. No se detendrá hasta que paremos el abuso de los pobres,
trabajadores, ancianos, enfermos, niños, de los muertos en nuestras
guerras imperiales y los torturados en nuestros centros clandestinos.
No se detendrá hasta que paremos las ejecuciones hipotecarias. No se
detendrá hasta que los estudiantes dejen de endeudarse para obtener
una educación. No se detendrá hasta que las familias dejen de caer en
bancarrota para pagar sus gastos médicos. No se detendrá hasta que
reorganicemos radicalmente nuestras relaciones interpersonales y con
el planeta.
“Y es por esto que las élites y su sistema corporativo putrefacto
están en serios problemas, porque siguen preguntando cuáles son
nuestras demandas y no saben lo que está ocurriendo. Son ciegos,
sordos y tontos”, concluye el artículo de Chris Hedges.
En su número del 15 de Octubre de 2011 el “WSJ Ocupado” publica el
texto íntegro del discurso pronunciado el 6 de octubre en Zuccotti
Park –hoy Plaza de la Libertad, porque así la llaman los ocupantes de
Wall Street– por la escritora y periodista canadiense Naomí Klein,
autora del libro “The Shock Doctrine” (La doctrina de choque) y
crítica permanente de la globalización neoliberal y la promoción que
hacen las corporaciones transnacionales de la cultura consumista.
Ante millares de indignados, la Klein destacó la diferencia que
existe entre este movimiento y el que se desató en 1999. Entonces, se
protestaba contra el capitalismo en pleno auge económico. La tasa de
desempleo era baja y el mercado financiero se desbordaba. El dinero
fácil embelesaba a los medios. La época se caracterizó por la apertura
de negocios, no por los cierres de éstos.
Diez años más tarde, parece que ya no hay países ricos, solo personas
ricas. Esta clase se hizo rica saqueando los fondos públicos y
agotando los recursos naturales de todos en el mundo.
“Estos hechos son tan descaradamente obvios que ahora es mucho más
fácil crear y reforzar el movimiento y conectar con el público”,
argumentó.
Llamó a que esta vez, el movimiento no se deje distraer, dividir,
agotar ni sobrellevar por otros acontecimientos. “Estoy hablando de
cambiar los valores fundamentales que rigen nuestra sociedad, algo
que, por difícil que sea, no deja de ser urgente”, sentenció.
Al concluir sus palabras, Naomi Klein convocó a “tratar este hermoso
movimiento como si fuera lo más importante en el mundo. Porque lo es.
Realmente lo es.”
manuelyepe@gmail.com