Material impactante, que permite
realizar algunas reflexiones complementarias a la apreciación previa
de ambos fenómenos sociales. Estos movimientos, junto a las protestas
estudiantiles en Chile, a los de Grecia y a lo que los medios corporativos
bautizaron como “primavera árabe”
–colocando interesadamente en el mismo saco a situaciones diferentes
en sociedades diferentes– están ubicados en nuestro análisis como
síntomas generales del resquebrajamiento del sistema hegemónico globalizado
que en el último medio siglo buscó consolidarse a lo largo del planeta.
Con las diferencias claras
entre estos movimientos de protesta social, de características diferentes
en sociedades con problemas y patrones diferentes, sin embargo su aparición
simultánea en tan diversos ámbitos y con tan distintos perfiles, nos
está diciendo que todo no es mera coincidencia, que en su trasfondo
existe una variable común. Si a los movimientos sociales agregamos
la crisis económica global (sobre todo en los países centrales), la
crisis de valores y objetivos, y la creciente falta de credibilidad
en el sistema de crecientes grandes números de ciudadanos en esos mismos
países centrales (a pesar del monstruoso esfuerzo de la red de medios
corporativos global de mantenerla), completamos el panorama de todo
un status quo en colapso.
Por esa misma razón
no hemos exigido a esos movimientos algunas cosas por las cuales otros
compañeros de camino están clamando, como la necesidad de que tengan
una visión ideológica desarrollada, y una organización “para que
lo logrado no desaparezca”. Creemos que como en todos los procesos
sociales de cambio, se produce primero una explosión social, que generalmente
es espontánea, no organizada ni con objetivos claros (quien se los
pediría por ejemplo al pueblo de París, que en plena indignación
contra la monarquía tomó la Bastilla). Luego aparecen en la escena
los actores sociales que capitalizan el proceso de cambios (la burguesía
en la Revolución Francesa, el Partido Bolchevique en la Rusa, etc.).1
Pero en definitiva lo
importante que aquí queremos señalar son algunas reflexiones
inspiradas por el material y el testimonio al cual hacemos referencia,
que pueden ir más allá de la reflexión general.
- En primer término constatar,
impactados una vez más, como funciona algo de lo cual tenemos conciencia
pero que a veces distraídos, no asociamos con fenómenos cotidianos.
Me estoy refiriendo al ejercicio permanente y sistemático del sistema
de engaño–ocultación de los medios de comunicación masivos.
La visión que nos amplió este material, nos muestra claramente que
tanto los “indignados” como los “ocupa”, constituyen movimientos
sociales complejos, que van mucho más allá de la mera protesta por
la falta de empleo, la falta de vivienda o la pérdida de beneficios
sociales (en el caso europeo). Lo más grave de esto, es que no sólo
la red global corporativa de medios ha obviado o tratado de sesgar las
características de estos movimientos, sino que la parcialización ha
llegado también a nuestros sistemas de medios alternativos que intentan
la batalla mediática. Aún la imagen que nuestros medios han proporcionado,
en general no hace justicia a la riqueza y complejidad de estos movimientos
que pudimos percibir gracias a este material al que hacemos referencia.
- Y una de las características
de esta complejidad se refleja en la multiplicidad de propuestas que
en ambos movimientos aparecen simultáneamente y que son una parte fundamental
de ellos. La diversidad, que va desde propuestas de “paz y amor”
que recuerdan a los “hippies”, hasta propuestas de alta definición
ideológico–política (en una de las fotos de Wall Street aparecían
en un cartel unidas y hermanadas las imágenes simbólicas del comunismo
y el anarquismo, la hoz y el martillo y la A mayúscula dentro del circulo).
Con una infinita variedad intermedia de posiciones y definiciones (ecologistas,
luchas de género, luchas de sexualidad, defensa de los animales, etc.).
Una diversidad ampliamente gratificante, que recuerda a la de los Foros
Sociales Mundiales, que tanto han contribuido al proceso de cambios
que vivimos y que muestra como ambos movimientos han sido presentados
públicamente en forma parcial.
- Liliane comentaba como a los
pocos días de comenzar la acampada, ya estaban organizados las bibliotecas,
los servicios, la alimentación, el cuidado de la salud. Y que todo
esto se hacía en un intercambio de alta solidaridad y sentido colectivo,
en un compartir que dejaba de lado el dinero y las mercancías (un letrero
decía: si necesita protector solar, búsquelo a la entrada
–sin pagarlo, por supuesto–). Esto nos está mostrando la gran necesidad
de participación –sobre todo de los jóvenes– en unas sociedades
que limitan absolutamente el ejercicio de la misma, y de que esa participación
funcione con hábitos y valores diferentes a los que el sistema de consumo
(y civilizatorio) propone.
- Finalmente, como en ambos movimientos aparece como protagonista una creatividad que va mucho más allá de las repetidas propuestas cotidianas que les ofrece el sistema. Son muchos los ejemplo de ello, pero lo que más llama la atención –y creemos que ameritaría una investigación comparativa– es las coincidencias en lo fundamental (sin ser copia sino absolutamente originales) de los textos en carteles y graffiti –sobre todo en España– con toda la amplia literatura–poesía–exhortación social y política desarrollada en las paredes y carteles durante el Mayo del 68. Los textos (y las imágenes) utilizados muestran un rechazo a lo más fundamental del status quo, que va mucho más allá de la protesta –que también está presente– contra el sistema económico y sus consecuencias sobre la gente.
En definitiva, una vez
más la complejidad de los procesos sociales de los cuales somos testigos
y protagonistas muestra las múltiples e interrelacionadas facetas que
los definen, y nos obligan a mantenernos en una constante carrera para
poder ir generando modelos de interpretación que nos permitan navegar
a través de dichos procesos.