Los vientos de la guerra siguen soplando

Es indudable que este año 2012 será coyuntural para los acontecimientos mundiales. Cuando la interrelación e interacción de variables en un sistema complejo (como es el sistema socio-político global) llega a determinados niveles de intensidad, el sistema entra en lo que los matemáticos llaman “fase caótica”, y no sólo se convierte en impredecible, sino que los más mínimos cambios en su interior provocan consecuencias desmesuradas que afectan al estado general de todo el sistema.

Parece ser que en este momento nos encontramos respecto a la situación mundial en esta fase. Las distintas macrovariables, tales como el crecimiento indetenible de la crisis económica general en los países centrales (que tiene ya varios años en caída libre); las absurdas respuestas frente a ella de los poderes establecidos (que persisten en lo que hemos llamado la “huída hacia delante”); los cada vez más numerosos movimientos de protesta en el propio seno de estos mismos países (con la respuesta única de creciente represión), la crisis del cambio climático, que a lo largo del planeta agudiza cíclicamente los eventos naturales –inundaciones, huracanes y tifones, sequías, etc.– y la posibilidad de que estallen nuevas guerras de conquista, (que también parece ser parte de la respuesta suicida de los dueños del poder); parecen estar al punto de una eclosión que provoque una sacudida estructural de consecuencias imprevisibles en todo el sistema establecido, y a todos nos afecte.

Nunca se sabe por dónde explotará la situación, es parte del carácter de impredictibilidad de los acontecimientos en estas condiciones. Sin embargo no nos queda otra alternativa como analistas, que tratar de establecer algún tipo de escenario que por lo menos nos oriente respecto al futuro inmediato.

Al respecto, la variable de nuevas guerras de agresión parece ser la que está más cercana al desborde. Mientras los Estados Unidos tratan en vano de irse retirando discretamente de Irak y se encuentran absolutamente empantanados en Afganistán, la presión de los intereses del complejo militar-industrial persiste en la creación de nuevos escenarios bélicos, que puedan traer varios tipos de ganancia inmediata (consumo y venta de nuevo armamento en un mercado global en recesión, posibilidad de apoderarse de recursos naturales cada vez más escasos, negociados de “reconstrucción” etc.).

La mira hoy está puesta sobre dos naciones: Irán y Siria. En ambas y como factores que agudizan el escenario de agresión, se agregan a la codicia y necesidad de los grandes complejos económicos, los intereses geo-políticos inmediatos de el Estado de Israel, que si bien está cada vez más aislado desde el punto de vista diplomático (la condena a sus acciones militares y políticas es casi unánime en el contexto de las naciones), va a persistir con la política de conquista armada y “agresión preventiva” que le ha venido dando resultado desde hace ya varias décadas.

La estrategia empleada por la Casa Blanca en Libia, que les fue esa vez efectiva (conseguir que otros hagan el trabajo sucio y cosechar los beneficios) es la que la administración Obama intenta ejercer hoy en el caso de ambos países.

En Siria la punta de lanza es la Liga Árabe, que en este caso ha hecho el “mandado” completo, presionando directamente al presidente sirio para que renuncie, presentando demandas inadmisibles, solicitando al Consejo de Seguridad de la ONU que intervenga, y presionando con el envío de sus delegaciones de “inspección” a ese país, y aún amenazando con el envío de tropas de intervención. El gobierno Sirio hasta ahora ha resistido cada paso con firmeza. Un factor que aparentemente no estaba en los planes, y que de alguna manera está ralentizando la agresión, es la postura claramente opuesta a cualquier tipo de intervención en Siria, de Rusia y China (quienes en el caso Libio hicieron la vista gorda y permitieron la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que justificó el ataque y destrucción de ese país). Ambas han declarado con mucha firmeza al respecto y han dejado claro que vetarán en el Consejo de Seguridad cualquier resolución que signifique una intervención en Siria (Rusia ya ha proporcionado asistencia misilística, y ambas han insinuado la posibilidad de respaldo militar en caso de agresión).

El punto álgido se encuentra entonces en Irán. La presión militar y política ejercida por los Estados Unidos, la Comunidad Europea, Israel y los países árabes dependientes, está constantemente en aumento. Los esfuerzos para cercar a la nación persa son cada día mayores. Los acontecimientos nos muestran como la temperatura de la situación va en aumento. Irán no cede frente a las presiones, y responde en cada caso sin doblegarse ante ellas, aumentando cada vez un escalón en el grado de tensión.

En los últimos días, la decisión de la Unión Europea de no comprar más petróleo iraní (decisión tomada a la absoluta conveniencia de quien la decide, ya que el boicot comenzaría dentro de varios meses, a partir del 1 de julio), tuvo una respuesta inmediata, tanto del poder ejecutivo como del parlamento iraní, que están considerando la alternativa de suspender de inmediato por su cuenta el envío de petróleo. Esto sería catastrófico para países europeos como Grecia, España e Italia (casualmente todos en grave crisis económica) que perderían de golpe un abastecimiento de combustible vital, sin haber tenido el tiempo para conseguir otros proveedores.

En esta situación de alta peligrosidad, el factor no controlable es el propio Estado de Israel. Las políticas del Departamento de Estado hasta ahora están orientadas a mantener la presión diplomática, económica y política, pero no parece estar en sus planes inmediatos un ataque a los persas. Es diferente la situación para Israel, quien si bien es en algunos aspectos una punta de lanza de los intereses estadounidenses en el Medio Oriente, ha tenido y tiene una agenda propia, que considera independiente de sus compromisos internacionales.

Si a eso le agregamos que la doctrina del fait accompli (hecho consumado) no sólo ha sido tradicional en los hechos militares israelíes, sino que generalmente les ha dado un gran resultado (el rescate de los rehenes en Uganda, o el ataque “preventivo” en la Guerra de los Siete Días, son dos ejemplos de innumerables casos de esa doctrina de guerra), la posibilidad de que Israel decida y ejecute por su cuenta y en forma sorpresiva un “ataque preventivo” a instalaciones de investigación nuclear iraníes es muy alta. Esta preocupación se vio reflejada en recientes declaraciones del propio Barak Obama respecto a Israel, en el gran movimiento de militares norteamericanos de alta graduación visitando Tel Aviv, y en la suspensión por “razones técnicas” de maniobras militares conjuntas con los Estados Unidos por parte de Israel.

Podemos agregar como apoyo a estas afirmaciones, el reciente asesinato por parte del Mossad de otro científico nuclear iraní en su propia nación. No olvidemos que Israel es el estado que ha reconocido como una acción válida el “asesinato selectivo” (nombre adjudicado por ellos mismos a este tipo de acciones) y que no es el primer científico iraní que es ejcutado.

En definitiva, esta es una espada de Damocles que pendiente, no sólo sobre la región del Medio Oriente, sino sobre todos nosotros. Las consecuencias de una guerra con Irán son imprevisibles, no podemos calcularlas anticipadamente con precisión, pero sí sabemos que serán bastante catastróficas a nivel global (Fidel Castro nos habla hasta de la posibilidad de guerra nuclear).

Lo cierto es que Irán no es Libia. El poder y la capacidad militar de la nación persa son de respetar. Irán puede con mucha facilidad bloquear el Estrecho de Ormuz, por el cual sale el 40% del petróleo que consume occidente, lo cual significaría un dispararse hacia arriba en forma incontrolada de los precios del crudo a nivel mundial. Sin contar con que la potencia militar persa constituye un hueso duro de roer, aún para el indiscutible superpoderío en ese terreno de los Estados Unidos. Un ejemplo de ello es la capacidad de la cadena de fortalezas desplegadas a lo largo de la costa del Golfo Pérsico y armadas con los misiles chinos “Gusano de seda” (del tipo Patriot norteamericano) que vuelan a medio metro de la superficie del agua, no son detectables por el radar y son capaces de hundir una parte importante de la flota militar estadounidense en esa región.

En definitiva, las posibilidad cierta del inicio repentino de una nueva guerra de graves consecuencias está ahí, pendiente. Sólo nos queda esperar que este escenario no pase de ser una propuesta intelectual equivocada, y no se concrete en realidades de graves consecuencias.

miguelguaglianone@gmail.com


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Miguel Guaglianone

Comunicador, productor creativo, investigador, escritor. Jefe de Redacción del grupo de análisis social, político y cultural Barómetro Internacional.

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