No sé si los rusos
insistirán hasta el final en mantener su postura actual y dudo mucho que
sean capaces de competir con Estados Unidos en el juego de potencias
final, que creo que comenzará en pocos meses. Será entonces cuando la
realidad internacional se mostrará tal y como es, cuando salga de la
nebulosa electoral en EEUU, y el presidente electo pueda separar su
política siria de la situación interna de la Administración y actuar
según los intereses que están por encima de lo personal, superando su
posición dentro de la política estadounidense para hacer lo que debe
para que EEUU extienda su influencia, o la mayoría de su influencia,
sobre Siria, en el marco de la lucha internacional sobre la zona de
Oriente Medio, que comenzó a finales del siglo pasado y comienzos del
siglo XXI. En mi opinión, es esta una cuestión destacada en las
políticas internacionales a día de hoy.
Rusia ha sido atacada
en el Consejo de Seguridad por haber erigido un muro en torno a Siria:
su último centro de influencia en el Oriente árabe y el conjunto
asiático que lleva detrás, si descartamos Irán, su última posición en
Asia, que se diferencia de Siria en que tiene una relativa capacidad que
le permite mantener una cierta independencia efectiva de las políticas
de Rusia e incluso competir con ella en algunas zonas, por no decir que
puede llegar a constituir un peligro para ella en determinados puntos.
Rusia ha impuesto su veto con fuerza, dejando al resto de fuerzas, y
sobre todo EEUU, incapaz de tomar decisiones e incluso de moverse en lo
que a la cuestión siria se refiere. Mientras, Washington ha puesto
límite a su actuación, dada la situación de su presidente, que desea ser
reelegido, algo que ha pesado más que la supremacía de Rusia en Oriente
Medio en general y Siria en particular. Con este comportamiento
acechante y temporal, los estadounidenses han seguido mirando a la
crisis y lo que conlleva en política interna, regional e internacional,
con la calma de quien confía en que los frutos de la lucha caerán un día
no muy lejano, en su regazo, sin cansarse demasiado por alcanzarlos.
Mientras el régimen sirio siga incrementando la violencia es él quien
garantiza que toda oportunidad de solucionar el problema por medio de un
pacto interno se desvanezca y, de paso, garantiza la destrucción de la
sociedad que durante mucho tiempo ha jugado un papel en la lucha por la
región. A EEUU y a Israel les interesa mucho deshacerse de ella desde
los albores de esta etapa democrática que comienza, para que no vuelvan a
ser desafiado como lo fueron tras la Segunda Guerra Mundial cuando el
liderazgo naserista en Egipto vio en ella su soporte nacionalista
durante un cuarto de siglo. Era necesario acabar con ambos a la vez, y
eso es lo que sucedió en el golpe de junio (6 de junio de 1967, la
guerra de los Seis Días) que acabó con el liderazgo naserista en Egipto,
mientras que el Movimiento Correctivo de Hafez al-Asad (el golpe de
estado que llevó a cabo) acabó con la sociedad siria, desintegrándola y
sectarizándola, enfrentando a los distintos componentes de la misma
entre sí. Por eso, EEUU puede hoy quedarse mirando con tranquilidad
hasta que termine de ser destruida a manos del ejército asadiano, y
estar tranquilo de que Siria no se le escapará al final, cuando Rusia
salga de ella, arrastrando los coletazos de la derrota y la frustración.
Esto será así no solo porque está aliada con el régimen contra el que
está la mayoría del pueblo, sino también porque el régimen se está
convirtiendo en una carga para ella en uno de los momentos históricos
árabes más críticos y difíciles, y está perdiendo la capacidad de ser un
peón útil. Mientras, sus posturas cargan los pechos de los sirios y las
sirias de rencor creciente contra ella que puede conllevarle un fuerte
sufrimiento, si no es hoy, mañana. Además, esas mismas posturas, están
agrupando a la opinión general en el mundo árabe e islámico en su
contra, provocando su ira contra sus políticas e intereses.
Estados Unidos e Israel contemplan felices la escena, puesto que borrar
a Siria como Estado y sociedad tal vez estuvo siempre entre sus
prioridades, y porque el régimen se ha dedicado y dedica a tal misión en
su lugar, aunque con ello no va a cosechar más que una debilidad y un
desmoronamiento mayor, poniéndose a sí mismo, en caso de detener los
disparos de sus lanzamisiles, en un lugar que lo sacará de las
ecuaciones políticas y de fuerza en la zona, que antes de la crisis será
incapaz de realizar ningún progreso en su beneficio. ¿Cómo será la
situación después de haber empujado a su ejército a una guerra interna
que ha desangrado su espíritu nacional y su moral, y en gran medida sus
capacidades, dejándolo sin cumplir su único papel aceptable: enfrentarse
a Israel y liberar el territorio sirio ocupado? Será imposible que el
régimen piense, aunque fuera un mero pensamiento, en enfrentarse a EEUU e
Israel, cuando llegue la hora de pagar las facturas, como también será
imposible negarse a hacer cualquier cosa que le exijan.
¿No
explica esto por qué Rusia ha dejado de apoyar la destrucción efectiva
de un Estado y una sociedad que fueron sus aliados durante tanto tiempo?
Rusia no encontrará desde hoy ningún tipo de simpatía hacia ella entre
los sirios, y lo más probable es que no se pongan de su parte en ningún
futuro cercano, si continúa sus políticas actuales durante los pocos y
decisivos próximos meses. Tal vez Rusia no haya comprendido aún lo que
significa que el pueblo sirio pida el socorro de las fuerzas de
Occidente, que se beneficia de que los maten y destruyan, mientras Rusia
se convierte en un enemigo al que ven con ojos rencorosos y deseo de
venganza, poniéndolo en una misma balanza que al régimen que los
asesina.
EEUU contempla la escena con tranquilidad, porque la
desgracia es de los demás: el régimen que se está suicidando mientras
lucha contra y mata a su pueblo, un pueblo que ha comenzado a
organizarse y ampliar su violencia contra el régimen. Mientras, Siria
continúa desgastándose a diario y destruyéndose violentamente, algo que
no la llevará a la democracia, si es que llega, más que totalmente
destruida, sin poder iniciar un camino que exige mucha unidad,
conciencia, sacrificios y fuerzas. Además, la actual lucha que está
teniendo lugar en el seno de la sociedad, impedirá que se levante
durante mucho tiempo, teniendo en cuenta que su soporte social estará
ausente o marginado, mientras todos sus componentes salen ensangrentados
y empobrecidos a causa de la violencia inútil que no deja de aumentar.
Por su parte, Rusia, que se está convirtiendo en parte en la lucha, no
saldrá ganando de ella, porque parece que ha ligado su destino a su
contraparte oficial, que insiste en impedir toda solución política real a
la crisis que asola su país. Así, Rusia no tiene más que tres
alternativas que cada vez parecen más complicadas de alcanzar según pasa
el tiempo, al margen de cuál sea su grado de implicación en la lucha o
su disposición a entrar en ella:
1. Participar en la lucha hasta que el régimen gane. Esta alternativa
será costosa hasta límites insospechados, no solo porque pondrá a Moscú
en la posición de quien se enfrenta a la mayoría de los sirios, sino
también en contra de las masas árabes y musulmanas, haciendo de ellas un
contrincante, y tal vez un enemigo de los países del Golfo y del resto
de la región. Después, ¿qué significará la victoria del régimen si va a
extinguir la revolución al convertirla en asesinatos continuos y una
guerra de guerrillas que no tardará en hacer estallar revoluciones y más
revoluciones? Además, esta alternativa se verá atorada entre los
intereses y las políticas estadounidenses que han anunciado su rechazo a
que ello suceda. Hilary Clinton, la Secretaria de Estado de Washington,
dijo durante la conferencia de Amigos de Siria en Estambul: “Bashar al
Assad está soñando si cree que va a derrotar a la oposición”. Con ello,
dibujó una línea roja que seguro que Rusia ha entendido, especialmente
tras haber usado el veto en el Consejo de Seguridad y las consecuencias
que tuvo sobre el terreno, con lo que parecía que Rusia protegía al
régimen y que el pueblo sirio se había convertido en el contingente de
su contrincante estadounidense, que impedirá al régimen y a Rusia
derrotarlo, como ya dijo Clinton.
2. Ponerse de acuerdo con
EEUU sobre una solución que salvaguarde sus intereses sin mantener,
necesariamente, al régimen, si los rusos obtienen garantías por parte de
EEUU y de la oposición siria que les convenzan de que pueden tener lo
que les daba el régimen. Puesto que no se puede poner de acuerdo con los
estadounidenses para dejarlos fuera de la ecuación siria, a Moscú le
interesa ponerse de acuerdo con la oposición, porque eso mejora sus
cartas de cara a EEUU en el juego de atracción y repulsión que se traen
entre sí.
3. Ponerse de acuerdo con la oposición, sea de forma
conjunta con el Consejo Nacional Sirio y otros grupos de lo que se llama
la oposición interior y exterior, o de forma individual, considerando
que el CNS pueda estar en la órbita de Turquía y que la oposición
interior, cuya existencia no se reconoce, pueda abrir una línea a Moscú y
otra a las fuerzas de dentro del régimen que no pertenezcan a la
familia Asad en un intento de madurar una solución que no cambe mucho
las opciones de Siria y sus relaciones con Moscú, pero que prescinda de
EEUU y debilite la presencia turca y sus apéndices islamistas sirios en
la crisis. ¿Ha comenzado Rusia comenzado a trabajar en esta opción al
invitar al Comité de Coordinación Nacional a Moscú? ¿Qué hará EEUU si
tiene éxito? ¿Turquía se implicará entonces de manera directa en la
crisis siria para evitar la crisis rusa, provocando una crisis que exija
una solución que opte por la otra alternativa, a saber, un acuerdo
EEUU-Rusia que signifique un aumento de la influencia estadounidense en
detrimento de la influencia rusa en Siria? Pero Moscú lo aceptará porque
es un mal menor para ella mientras no pueda entrar en la larga lucha en
Oriente Medio con EEUU, Occidente, los países del Golfo y el público
árabe e islámico en general sin que se le corte la respiración y sangre
entre inhalación e inhalación.
¿Qué pasará si la oposición
interior se niega a aceptar la opción rusa? ¿Ligará Moscú su existencia y
su influencia en Siria al régimen a sabiendas de que es muy probable
que EEUU entre con sus fuerzas especiales y de forma directa en el
conflicto, cuando la destrucción haya alcanzado el límite e
prácticamente borrar Siria de las ecuaciones políticas y las fuerzas en
la región, para establecer un régimen marioneta, no democrático e
incapaz de resolver sus problemas, que se encontrará a sí mismo obligado
a lanzarse a los brazos de EEUU o del Golfo y a suspender, por no decir
desterrar, el proyecto democrático que Washington y Tel Aviv no quieren
en la frontera norte de Palestina?
Rusia no tiene otra opción
mejor y más lógica que deshacerse del régimen y buscar una alternativa,
que puede incluir un acuerdo con EEUU, algo que no será fácil porque
Washington lo considerará un factor de debilidad que ha de tener cuidado
en que no sea explotado. Por último, intentar poner en marcha la
tercera alternativa, la línea Moscú-oposición interior-partes del
régimen, que no será posible si la oposición no ofrece garantías a
Rusia, para comenzar la difícil etapa de transición a la democracia,
exigirá un acuerdo con los EEUU sobre una solución intermedia en la que
los últimos acepten lo que Moscú ha conseguido en Siria. ¿Qué hará Moscú
cuando el tiempo se le eche encima y la intervención extranjera se
acerque más y más? ¿Pondrá su destino en manos de un régimen que no
sigue política alguna que no sea la violencia y que, con esa violencia,
gestiona una crisis global que es la más peligrosa en la historia
moderna de los árabes, cargada de elementos de explosión y amenazas de
choque entre las fuerzas locales, regionales y las grandes potencias? ¿O
tal vez Moscú se apresurará pronto a encontrar una solución que
salvaguarde sus intereses y detenga la destrucción del país, sea cual
sea su precio?