Hace más de un mes intentamos mostrar[1] como las potencias centrales, con la complicidad de otros países dependientes, estaban aplicando sobre Siria al pie de la letra, el mismo libreto de conquista que ya habían desplegado con éxito en Libia.
Consideramos que la situación, aunque con ciertas semejanzas, no era en absoluto la misma. El caso de una intervención militar en Siria es bastante más complicado, ya que existen allí varios factores, tales como la capacidad militar del Estado sirio, las posiciones de Rusia y China al respecto, y la propia situación geográfica, que convertían el escenario en un caso bastante más difícil de resolver a favor de los intereses occidentales, que lo que costó acabar con la Libia de Gadaffi.
Lamentablemente suponíamos también, y los hechos lo están confirmando, que a pesar de esto el proceso de intervención continuaría adelante, aplicando machaconamente la misma receta, intensificando sus pasos, ya que la única alternativa que parecen tener los poderes centrales es seguir repitiendo las mismas fórmulas hasta el agotamiento, cosa que hacen tanto en el terreno geopolítico como en el terreno económico, cuando “afrontan” la crisis con medidas neoliberales que sólo constituyen leña para alimentar la hoguera.
En el caso sirio aparece primero, en una reunión en Turquía de los “Amigos de Siria” (el mismo grupo de países y organizaciones que están financiando y propiciando el ataque mercenario y que intenta intervenir militarmente en el país) la Secretaria de Estado de los Estados Unidos, la cada vez más inefable Hillary Clinton, permitiéndose violar toda delicadeza diplomática, amenazando abiertamente a Rusia y China, al decir que “van a pagar por su apoyo a Siria”.
En segundo lugar, la financiación y el apoyo a las “fuerzas de la resistencia” continuaron aumentando. Los Estados Unidos, los países europeos e Israel, Jordania y Arabia Saudita, no solamente proporcionan armas cada vez más poderosas y sofisticadas, sino que colocan en el escenario y pagan los sueldos de más grupos de mercenarios, quienes unidos a la oposición radical, integran los “ejércitos por la liberación y la democracia” en Siria. Algo por el estilo del así también artificialmente creado y mantenido Consejo Nacional de Transición en Libia.
El último episodio trágico producto de esta situación, fue el ataque a la población siria de Tremseh, una zona rural de la provincia de Hamáh, a 200 kilómetros del centro del país, donde decenas de civiles resultaron muertos. El ataque se realizó utilizando artillería pesada y dejó más de 50 muertos y 200 heridos. Inmediatamente de producirse (respetando paso a paso el libreto en la manipulación comunicacional) los canales Al-Jazzira y Al-Arabiya (manejados por los gobiernos de Quatar y Arabia Saudita respectivamente) difundieron la noticia haciendo responsables a las tropas del gobierno sirio de la matanza. A partir de allí, los medios corporativos occidentales reprodujeron a nivel planetario estas informaciones, acentuando el peso de la condena al gobierno de Bashar Al-Assad.
Lo que no dijeron es que las tropas gubernamentales llegaron más tarde, que no se encontraban en el lugar en el momento del ataque, y que lograron derrotar a los atacantes, a los cuales decomisaron armas de fabricación norteamericana e israelí. De nada sirve el comunicado del Ministerio del Interior Sirio, proporcionando otra versión y materiales de prueba, ya que los medios corporativos no la reproducen, dejando íntegra la matriz demonizante armada desde el principio. Estas mismas fuerzas de la “resistencia” además están realizando en la propia Damasco un creciente número de atentados con bombas, como mayor presión de sus ataques.
No parece ser casualidad que la matanza de Tremseh haya sucedido unos días antes de la presentación nuevamente en el Consejo de Seguridad, de propuestas para ejercer sanciones internacionales a Siria, y declarar una “zona de exclusión aérea” que permita el ataque “legal” de la aviación de los países occidentales (posiblemente de la OTAN, igual que en Libia, ya que a los Estados Unidos les resulta demasiado oneroso el combate con su propia aviación, con sus fuerzas ya empantanadas en otros escenarios de batalla).
Todo esto configura una creciente escalada de la tensión en la región, a lo que se agregan otros factores aún más preocupantes. El más importante es la posición del gobierno ruso encabezado por Vladimir Putin al respecto, que se ha endurecido notablemente. Parece haber trazado una línea final, (posiblemente a partir del nulo avance en las negociaciones frente al paraguas misilístico que Estados Unidos planea desplegar en Europa). Línea final que no permitirá una intervención militar en Siria. Esto se ha traslucido no sólo en unas cada vez más duras declaraciones del Ministro de Relaciones Exteriores Ruso, de otros altos funcionarios y del propio Putin, sino en el despliegue de una flota de barcos de guerra rusos en dirección a Siria.
El conflicto corre entonces el creciente riesgo de internacionalizarse rápidamente. En el Consejo de Seguridad está claro que ni Rusia ni China permitirán resoluciones contra Siria, lo que significa que los intentos de realizarlas sólo conseguirán aumentar aún más la tensión.
Y si colateralmente agregamos que el Gobierno de Irán, ante el bloqueo económico que están aplicándole las potencias occidentales, está considerando la posibilidad de cerrar el Estrecho de Ormuz, y que los Estados Unidos han respondido enviando a la zona toda su capacidad naval de barreminas, incluidos submarinos no tripulados, acompañadas de algunas declaraciones muy fuertes y prepotentes de altos mandos militares estadounidenses, el panorama continúa oscureciéndose.
Posiblemente en esta etapa no se trate más que de “desplegar músculo”, pero como siempre en una situación de gran tensión, cualquier incidente no programado (hasta ahora los programados no han dado resultados) puede constituirse en la chispa que haga explotar la santabárbara. Y una guerra de este tipo por los factores implicados puede ir mucho más allá de los combates tradicionales en la zona. Está implicando a posibles protagonistas que son potencias nucleares, con todos los graves riesgos que esto trae aparejados.
Nos acude el ejemplo de los lemmigns, los pequeños roedores del Norte que se suicidan colectivamente. El creciente y persistente uso de la fuerza bruta como única alternativa, por parte de unas potencias centrales que no sólo están perdiendo aceleradamente sus influencias políticas, sino que están inmersas en una profunda crisis interna, pone al mundo entero en peligro. Una vez que comience la escalada de violencia, el final puede ser impredecible.
Cuando Fidel Castro hace unos meses advirtió sobre el peligro de una guerra nuclear, pudo parecer una apreciación un poco fatalista de alguien que vivió demasiado de cerca los peores momentos de la Guerra Fría. Sin embargo, como parecen estar sucediendo las cosas, con unos gobiernos todavía muy poderosos en lo militar que aparentan haber perdido totalmente el control de sus actos, cualquier escenario aparece como posible.
Ojala estas apreciaciones se conviertan en el futuro inmediato en meras especulaciones contradichas por una realidad diferente, por el bien de todos.