También Wassim trabajó durante algunos meses en el frente informativo. Estaba en Estambul entonces y era responsable de la formación periodística de los activistas sirios, y del contrabando a Sira de cámaras, ordenadores, software y módem vía satélite. Pero hace ya tanto de aquello...
Hoy el movimiento civil ya no tiene posibilidad de trabajar. Si en una ciudad hay un ajército no se puede hacer nada. Cuando se dispara, el ruido de las explosiones te tapa la voz. Sólo nos queda facebook. Tenemos artistas, músicos, poetas, dibujantes. Lo primero para nosotros es el arte. Queremos demostrar en el extranjero que la revolución siria no sólo es guerra. Que hay un pensamiento, que hay sueños.
Desgraciadamente, sin embargo, esta voz no está llegando fuera de las fronteras. Se habla de Siria solamente como del teatro de una guerra civil.
Algunos egipcios me preguntan qué hay que hacer para ir a Siria a hacer la yihad y defender a los sunnitas. Piensan que la guerra es entre chiitas y sunnitas, no han entendido que se trata de una revolución. Y todo esto a causa de las noticias difundidas de manera fraudulenta por Al-Yazira y Al-Arabiya, cuyos editores, Arabia Saudí y Qatar, tienen una clara agenda política.
Una agenda que espanta a Wassim y a los otros activistas del movimiento civil. Después de todo, los únicos que están financiando al Ejército Libre son los gobiernos islámistas. Arabia Saudí, Qatar, Turquía. Además están los Estados Unidos que apoyan a los Hermanos Musulmanes, como han hecho en Egipto. El Ejército Libre Sirio no tiene una agenda islamista, pero tienen la maldita necesidad de armas y dinero.
Tengo un amigo, un ex-general que ha desertado; hablé el otro día con él por skype después de haberlo visto en Al-Yazira con la barba larga cuando yo sé que es un gran bebedor de raki. Dice que en la guerra si no tienes armas mueres y que con la barba larga le pagan mejor. Para él todo es una farsa, pero luego las milicias de muyahidin existen de verdad. Han traído a Siria combatientes libios, chechenos. Sus ideas radicales nos dan miedo. No queremos un Estado islámico. Todavía son sólo una minoría, pero son un peligro. Incluso la prensa internacional sólo habla de ellos y así se desacredita la revolución.
Lo mismo está haciendo la propaganda del régimen, que ya sólo se mantiene en pie gracias a una astuta construcción del terror.
Cuando salió el vídeo de algunos combatientes del Ejército Libre de Feriana degollando a algunos alawuitas sospechosos de pertenecer a los shabiha, el régimen mostró las imágenes en televisión diciendo: he aquí los terroristas que degollarán a todos los alawitas y cristianos si ganan la guerra.
Gracias al miedo, según Wassim, un 25% del pueblo apoya aún al régimen. Y otro 50% -la mayoría- no toma posición. Odian al régimen, pero tienen miedo de expresarlo. O tienen miedo de la deriva que está tomando la revolución desde que se ha iniciado la guerra.
El doctor farzand es uno de ellos. Es un médico kurdo de Alepo en torno a los cuarenta años, padre de dos niños. Hace un año se manifestaba en la calle contra el régimen. Hoy ha dejado Siria para poner a salvo a su familia. Habla con lágrimas en los ojos, sopesando cada palabra, como si admitiese por primera vez la derrota.
Hace un años teníamos un sueño. Y no era el fin del régimen. Nuestro sueño era la construcción de la Siria del futuro. Tras 40 años de dictadura y de terror, el pueblo sirio había vencido el miedo, había reencontrado la dignidad y recomenzado a soñar. El fin del régimen era un paso necesario, pero no era nuestro objetivo. Era el primer paso de un largo camino que debía llevarnos a un futuro de libertad, derecho y justicia. La guerra ha matado todo esto. No quiero que caiga el régimen si luego llega otro régimen. No quiero que caiga el régimen si para ello hay que verter la sangre de decenas de miles de inocentes. La guerra es una locura, para matar a un hombre hay que estar enfermo. Tengo miedo de lo que está sucediendo en mi país.
El no a la guerra del pacifistas sirios no es un acto de acusación contra el Ejército Libre, sino más bien la amarga conciencia de hasta qué punto la inaudita violencia del régimen ha arrastrado a este país a una espiral de violencia que nadie sabe dónde acabará. Ya sólo hablan las armas y los hombres de religión. Contra los que Maan, otro activista exiliado en El Cairo, se desahoga:
El Corán está lleno de páginas que son un himno a la vida. Está escrito que quien mata a otro hombre es como si matase a toda la humanidad. Pero los hombres de religión en Siria sólo ven los versículos de la yihad . Y los jóvenes del medio rural creen de verdad en sus palabras. Creo que si mueren mártires en la guerra irán directamente al paraíso y estarán allí rodeados de vírgenes maravillosas. Y acaban por preferir la muerte a una vida miserable bajo las bombas. No se dan cuenta de que es un suicidio colectivo, están mandando a la muerte a nuestros mejores jóvenes. Por lo demás, no se podía esperar otra cosa. Abandonados por la comunidad internacional y sometidos cada día a torturas y masacres, difícilmente los sirios habrían podido reaccionar de otra manera. La sangre llama a la sangre. Es la ley más antigua del mundo. Al pueblo sirio no le ha quedado más remedio que hacerse un hueco entre las armas y la religión. Ya no para hacer la religión sino simplemente para salvar la vida.
1/5: La guerra de Alepo.