“No basta querer, es preciso conocer el camino”
Rabindranàth Thakur
Estando todavía bajo el efecto estimulante de un acontecimiento en pleno desarrollo, como dijera el buen amigo Walter Martínez, he aquí unos apuntes como primera lectura para dar a conocer desde el ángulo tunecino, el alcance del desenlace de la crisis política en Egipto, ocurrido hace pocos instantes.
Se trata sin la menor duda del evento histórico de mayor envergadura ocurrido hoy en Egipto con repercusiones a través del conjunto de países de la región con mayorías musulmanas donde el plan de Washington ha tratado de incrustar su formula artificial de un “Islam político moderado”. Este acontecimiento de gran magnitud ha de tener en un futuro a corto y mediano plazo fuerte eco en aquellos países donde se había ya instalado gobiernos islamistas y en los que se proyectan tales gobiernos como en Siria hoy invadida por mercenarios islamistas fanatizados al servicio del imperio y el sionismo.
Hay que recalcar, contrariamente a las declaraciones de los hermanos musulmanes y salafistas egipcios que hoy martes 9 de julio no ha habido un golpe de estado sino más bien una intervención de arbitraje necesario y oportuno por parte de las fuerzas armadas, protagonista central de la vida sociopolítica en Egipto desde los tiempos remotos de la antigüedad. Las fuerzas armadas han puesto su peso a favor de las exigencias legitimas del pueblo con manifestaciones únicas en su historia por su magnitud, unos 32 millones de ciudadanos/as tomando las calles de nuevo a iniciativa de la juventud, reconectando con su gesta rebelde del 25 de Enero 2011 cuando llamaron a derrocar al Presidente Mubarak.
El día de hoy marca la más desastrosa e irreversible derrota de los islamistas en el poder. En apenas un año, los hermanos musulmanes y su apéndice los salafistas de toda tendencia han abusado de ese poder de la forma más arrogante con el triunfalismo más burdo. El largo discurso ayer en altas horas de la noche del Presidente derrocado Mursi demuestra una verdadera ceguera política frente a los acontecimientos, llegando a amenazar al pueblo con la guerra civil. Era un discurso cuasi idéntico al de Mubarak pocas horas antes de ser derrocado cuando también exigió al pueblo escogerlo a él o al caos con derramamiento de sangre. Al igual que su predecesor, llamó a respetar la legitimidad absoluta de su mandato obviando el hecho de que tal mandato solo emana del pueblo quien decide hoy con razón anular ese mandato con una mayoría respetable.
He aquí desde éste ángulo unos puntos definitorios del acontecimiento de hoy:
Se ha consagrado al fin una ruptura crítica fundamental entre islamismo e Islam, reduciéndose en todas partes los islamistas a una simple agrupación política sin su máscara religiosa.
Se ha derrotado en el país con mayor población en la región y con carácter geoestratégico clave la estrategia importada desde Washington de un “Islam político moderado”. Se ha hecho evidente pues que ésta etiqueta política es totalmente incompatible con los valores de democracia y libertad.
Se ha hecho también evidente que ésta etiqueta no es más que otra máscara por una parte a favor del plan estratégico imperial llamado “El Nuevo Gran Oriente Medio”; por otra parte por colusión y convergencia con éstos planes imperiales, a favor del diseño oculto de estos islamistas con su objetivo final de crear un califato, o sea una teocracia sunita totalitaria.
Tal proyecto de un califato revela claramente que éstos grupos con su agenda en referencia con un pasado (el califato) que ni siquiera existe en la historia de estos países, tratan de tomar el poder sea por la vía de las urnas sea por las armas y el terrorismo (como lo han intentado en varias oportunidades en el pasado), precisamente para primero destruir el Estado, negar las fronteras, la bandera nacional y por ende la propia patria a nombre de ese califato integrado en el seno de una ilusoria “umma islàmia” o amplia agrupación islámica, desde el Este al Oeste, aplicando como constitución una hipotética y arbitraria “charia islámica”. De hecho se trata de elementos minoritarios apátridas y vendepatria.
Con las riendas del poder en sus manos en Egipto como en Túnez y otras partes (Sudan y autocracias medio-orientales), han infiltrado de forma abusiva los órganos del Estado con sus elementos leales pero incompetentes, creando caos y bancarrota económica y financiera, motivo del descontento y despertar de los pueblos que ellos tratan de subyugar.
Desde el poder han hecho uso de la violencia social y política –llegando al asesinato político- armando un brazo militar salafista y unas milicias fascistas que persiguen a las mujeres, los jóvenes, los periodistas, los artistas e intelectuales, los académicos y cualquiera que se opone a ellos: con esto solo han reactivado su violencia terrorista del pasado.
Divide y reina: En países donde ha habido desde siglos un sentido común de pertenencia, ellos con esta vieja regla de la división han tratado de fragmentar la identidad nacional de la población, con ataques verbales y físicos, tratando de dividir la población entre creyentes y impías, ateos y paganos; han fomentado agresiones entre sunitas y chiitas, musulmanes y coptos en Egipto, y en Túnez entre musulmanes y judíos, sunitas y chiitas, al igual que en otras partes.
Finalmente, si el 14 de Enero del 2011 el pueblo tunecino lanzó hacia Egipto y más países la famosa chispa de la Intifadha del Karâma, a su vez en el día de hoy el pueblo valiente de Egipto ha demostrado que esa Intifadha o insurrección popular pacifica ha quedado inconclusa y ha de seguir ahora su curso permanente en Túnez y otras partes hasta alcanzar la verdadera y definitiva liberación y soberanía nacional.