Por Dios y todos los santos, por el mismísimo Jesucristo, por la mismísima virgen María, por la mismísima Santísima Trinidad y también por Magdalena y por el mismísimo mundo es necesario romper las cadenas con que oprime el imperialismo estadounidense a la aplastante mayoría de la humanidad o de naciones o pueblos. No es tanto la explotación, el robo o la rapiña, el intervencionismo bélico del imperialismo en el resto del planeta lo que más puede mortificar la mente humana. Todo eso es cuestión de lucha de clases y el proletariado estadounidense –en particular- y los proletarios del mundo uníos- deben cumplir su papel emancipador si no quieren que un día cualquiera se los trague la tierra con todo su pragmatismo y el Diablo los llene de azufre en sus 666.666.666 pailas hirvientes que tiene regadas por todas partes en el Infierno. Pobres de esos proletarios que vayan a las pailas donde se encuentran los más grandes y gloriosos hombres doctrinarios de la lucha de clases. Esos que resucitan en cada insurrección o guerra civil victoriosa contra el capitalismo y por el socialismo. Lo realmente espeluznante del imperialismo, lo más profundamente antihumano, son sus aberraciones jurídicas que se burlan tanto de la política como de la ideología, de la sociología como del derecho, de la sicología como de la religión; en fin: de casi toda la humanidad.
Ni Martin Luther King, ni Malcolm X ni Muhammad Alí (el más grande boxeador de todos los tiempos) asustaron tanto al imperialismo estadounidense como el recién nacido negrito cuyos padres le pusieron por nombre Mesías. Para el imperialismo Chávez era un mulato de verruga en frente o de Sabaneta pero no negro oscuro. Mandela es negro oscuro pero jamás se ha inclinado por el comunismo. Lumumba hace años fue execrado de la Tierra. Negro con idea comunista es como Diablo en una Iglesia donde rezan, pidiendo perdón por sus pecados, los mandatarios imperialistas.
Una jueza (Lu Ann Ballew) blanca y de lentes, sudando a cántaro, con los ojos extraviados, las manos con movimientos sin control del cerebro, taconeando el piso sin parar, alterados los latidos de su corazón, con muchas ganas de ir al baño a vomitar, quedó aterrorizada con el nombre del negrito: Mesías. Por su mente pasaron o volaron velozmente millones de pesadillas. Si Dante estuviese vivo migraría hacia Estados Unidos para escribir: “Divina jueza”, una verdadera comedia, de un lado, describiendo el terror de lo viejo ante lo nuevo, el odio racista y, del otro, la risa incontrolada como crítica marxista a la jurisprudencia estadounidense.
La jueza se leyó en tiempo récord todos los tratados de derechos habidos y por haber. Los vinculó inmediatamente a la religión. Tembló por un rato. Revisó la historia de la esclavitud en Estados Unidos buscando una profecía negra o de un blanco antirracista. Miró un título que le creó ira: “El Estado y la Revolución” de Lenin. Volteó su mirada y sus ojos se quedaron como impávidos ante otro título del libro: “La revolución permanente” de Trotsky. Se recordó que una vez escuchó decir que en el comunismo desaparece para siempre todo vestigio del derecho burgués y eso la asustó en demasía. “Maldito Marx”, dijo para sus adentros. “Odio… odio… odio esa porquerría terrorista que se hace mal llamar Manifiesto Comunista”, gritó para su interior. Orinó 13 veces, su estómago estaba constreñido, le salía bilis por su boca, su sudor era hediondo como pescado putrefacto. Miró hacia todos lados, pudo sonreírle a la prensa y le hacía señas a los policías racistas y blancos como el ariel lavando y la lavandera descansando.
Decisión de la jueza: “Yo temerle mucho a Mesías porque adivinar futurro. Nosotros sufrir horrorres del terrorismo que adivinar dónde poner bomba y Mesías negro es terrorrista donde nazca y donde se parre. Por lo tanto, mi decisión es sentenciar que cambiar nombre a negrito y ponerle cualquier otro menos Mesías… Y punto. No tener apelación mi verredicto. Mesías sólo corresponder a señor Jesucristo que ganárselo con resurrección. Nadie más puede ser Mesías y menos negrito… manos negritooooo”.
La jueza, para llegar a su aberrante decisión, tomó en consideración que la mayoría de las personas que viven en el barrio donde habitan los padres del negrito, son cristianos y un Mesías negrito puede alborotar los sentimientos antiimperialistas y eso es inaceptable para la Casa Blanca. Dejar crecer un negrito con el nombre de Mesías es un delito político y hasta religioso para la jueza y para los imperialistas.
La jueza, por si acaso Dios la estaba viendo y escuchando, quiso lavarse las manos como Pilato y ordenó que en vez de Mesías le pusieran Martin como para honrar a Martin Luther King que nunca pudo hacerse Mesías.
Bueno, esas son las cosas que alejan la justicia de la injusticia imperialista. En verdad, el imperialismo –en materia jurídica- es más que un tigre en el papel. Aruña, rasga, hace sangrar, con los colmillos abre heridas mortales y devora la presa celoso de quienes se acerquen a querer compartirla con él. Así es el imperialismo. Lo que se olvida el imperialismo con cierta frecuencia es que Mesías se vuelve el proletariado cuando se decide a emanciparse y emancipar a todos los demás explotados y oprimidos por el capital.