La situación conflictiva que ha surgido entre Brasil y Estados Unidos a raíz del espionaje que lleva a cabo la Agencia Nacional de Seguridad, NSA, la CIA y otros servicios de inteligencia norteamericanos, ha puesto en evidencia la existencia de tendencias hacia el desarrollo de profundas crisis en las relaciones de la única superpotencia y América Latina. La provocación de guerras en África y Asia con el objeto de establecer un control sobre los países ricos en hidrocarburos, los primeros éxitos de esta estrategia agresiva y la ilusión de que ellos pueden salirse con la suya ha hecho que la elite gobernante de Estados Unidos se maree con estos éxitos. El énfasis que pone Estados Unidos en el uso de la fuerza ha producido una notoria degradación (¡no hay otro calificativo!) de su política exterior, empleando amenazas en vez de un diálogo constructivo con argumentos razonables. Hasta una apariencia de corrección política se ha convertido en un anacronismo para los diplomáticos norteamericanos.
Esto explica la línea dura de la Presidenta brasileña Dilma Rousseff hacia el gobierno de Barack Obama por su virtual rechazo a disculparse por el espionaje contra Brasil y no garantizar que este no volverá a ocurrir en el futuro. Para la dirección política brasileña, todos los intentos de Washington por evitar una discusión concreta sobre el problema, equivalen a un despliegue de arrogancia y hostilidad imperial. Si alguna vez los brasileños tuvieron esperanzas de una asociación igualitaria con Estados Unidos, eso se acabó.
En teoría, semejante asociación pudo haber ayudado a Washington a mantener su posición en América del Sur. Sin embargo, el gobierno de Obama desperdició la oportunidad y de este modo facilitó una mayor penetración de potencias extra regionales en el continente.
Con el telón de fondo del fracaso sirio, fracaso que puso en evidencia los sucios métodos de Washington en la organización de intervenciones humanitarias, el fracaso del gobierno de Obama en Brasil no resulta tan notorio pero si que es trascendental para los países del Hemisferio Occidental. Finalmente los brasileños han demostrado públicamente que ellos están disgustados con las actividades hostiles de Estados Unidos. Anteriormente los problemas difíciles a insistencia de Washington se mantenían en silencio y eran resueltos a través de canales diplomáticos, es decir, eran relegados al olvido. Los diplomáticos y los agentes de inteligencia de Estados Unidos confundieron la corrección de la dirección política brasileña con debilidad y falta de voluntad política. Varias veces durante la presidencia de Inácio Lula da Silva, el gobierno brasileño se limitó a reclamos moderados aunque tuvieran pruebas sobre las actividades subversivas de parte de los norteamericanos. Suficiente sea recordar las operaciones de inteligencia norteamericanas preparando la toma de la Amazonía con el pretexto de preservar las reservas estratégicas de agua potable en interés de la Humanidad.
En medio de crecientes críticas contra Estados Unidos en la sociedad brasileña, la Presidenta Dilma Rousseff está aumentando las relaciones con China, esta vez sin las tradicionales miradas por si había alguna reacción de parte de Washington. China es uno de los socios de Brasil en los BRICS, está habilidosamente usando el potencial de la alianza para fortalecer sus posiciones en el país. El gobierno de Obama no tiene capacidad para obstaculizarlo. Todos los recursos de Estados Unidos están siendo utilizados para mantener las posiciones que ha alcanzado en los países productores de petróleo en África y Asia y en mantener la presión sobre Siria e Irán. Gradualmente Estados Unidos está perdiendo influencia política y económica en América Latina y el vacío está siendo llenado por poderosos competidores.
Si uno tuviera que analizar la frecuencia de visitas de funcionarios chinos de alto nivel al continente, Beiyín definitivamente obtendría el primer lugar a este respecto. Como norma, las visitas son bien planificadas y suelen culminar con la firma de acuerdos específicos y lo que es más importante, estos acuerdos son consecuentemente implementados. A comienzos de este milenio, los chinos prometieron a América Latina que implementarían un programa de inversiones de capital en la economía de la región. El programa se está llevando a cabo de manera exitosa desde México a Chile desde Ecuador a los estados isleños del Mar Caribe. Sin aspavientos, paso a paso, los chinos están abriendo la región demostrando la efectividad de sus industrias, su potencial aeroespacial, sus tecnologías para la fabricación de armamento moderno y su agricultura. Estados Unidos en cambio, solo se aboca a una ruidosa campaña acerca del avance del peligro amarillo en el continente, aunque los chinos poca atención le prestan. Los chinos confían en sus fortalezas. Y esta es una demostración más que China ha llegado al Hemisferio Occidental incluyendo a Estados Unidos por un largo tiempo, más bien para quedarse.
Los expertos pronostican una mayor consolidación de las relaciones chino-brasileñas. Evidentemente, Dilma Rousseff está enviando una señal a otros países. Las condiciones favorables se están dando para salir de la vigilancia imperial y buscar alternativas para el desarrollo y la colaboración sin dictados ni ultimátums.
En América Latina se han creado alianzas tales como UNASUR, CELAC, ALBA y otras, para las cuales la política exterior y desarrollo económico de Brasil, que es fundamentalmente independiente, constituirá un renacimiento. Anteriormente, muchas de las decisiones de estas alianzas se tomaban observando la posición de Brasil con el objeto de no exacerbar las relaciones con Washington. Particularmente, este fue el caso de la creación de un Sistema de Defensa para América del Sur. La necesidad de este es evidente. Más temprano que tarde, Estado Unidos será expulsado de territorios extranjeros aunque lo resistirá con todo su poder. ¿Acaso no es por eso que se han creado docenas de bases militares norteamericanas en América Latina?
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Traducción desde el inglés por Sergio R. Anacona
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