Definitivamente: la crisis más grave de este tiempo es la ausencia de dirección revolucionaria en los países más desarrollados del capitalismo. Digan lo que me digan hace muchísima falta líderes que tengan –mínimo- la mitad de Lenin o de Trotsky o de Rosa o Gramsci –entre otros- en la entraña del proletariado. Eso sería suficiente para expandir, con la mayor exactitud y por lo menos en teoría, las líneas políticas de la lucha de clases para enfrentar los horrores del imperialismo, las perversiones del capitalismo, las desviaciones del revisionismo y los esquemas rígidos del reformismo. Nadie entienda que estoy subestimando o negándoles los méritos incuestionables a líderes revolucionarios que existen en este tiempo. Los admiro y los respeto. Para mí, Fidel ha sido un fuera de serie y cuarto bate en el sentido de la lucha por el socialismo como Mandela un arquitecto genial en el sentido de la lucha contra el racismo y la democracia.
Las críticas más arrechas y hasta correctas contra líderes políticos de este mundo no salen de boca de las masas o del proletariado sino de la boca de quien es el principal vocero de los más oscuros intereses económicos de las minorías en contra de las mayorías. Me refiero, ¡maldito sea!, a Obama. Este verdugo no sólo del pueblo estadounidense sino de muchos otros pueblos del mundo, cada vez que puede, dicta clases magistrales de “humanismo”, de “política revolucionaria”, de “moral” y hasta de la forma en que las personas deberían pensar para ser “felices”.
Me solidaricé con el apretón de manos entre el imperialista Barack Obama y el camarada Raúl Castro. No Jodá: al dar la espalda el primero le lanzó una puñalada para atravesarle uno de los dos pulmones al segundo. Seguramente, lo llamó algún racista con una riqueza económica incalculable para decirle: “Barrack, ahorra tienes que limpiarte la mano en teorría. Diga algo contra ese come niños aunque no pronuncie su nombre. Aquí, en Estados Unidos, estar muchos propietarrios de monopolios arrechos contigo, porque no entender que ganar tú con dar mano a ese dictador cubano que odiar a nuestro imperrialismo”. Bueno, lo cierto es que Obama, con su moral vuelta un moño desesperado por la hermosa catira que tenía a su lado, primero, agradeció –no Jodá- al pueblo de Sudáfrica por haber “compartido a Nelson Mandela…” “… con nosotros”. Ese “nosotros” se refiere a los imperialistas. Eso, traducido en lenguaje criollo, no es más que un vulgar cinismo que irrespeta la memoria de Mandela y la lucha heroica del pueblo sudafricano contra el Apartheid. Obama siguió dictando su clase magistral de moralismo pragmático. Dijo: “Su lucha fue nuestra lucha. Su triunfo fue el vuestro”. Bueno, si la lucha de Mandela ha sido la lucha de Obama, es imprescindible que el pueblo sudafricano, por lo menos, se confiese para que Dios no permita que el alma de ese verdugo e impostor vaya al reino de los Cielos y solicite cárcel para el alma de Mandela. Nótese que al reconocer que el triunfo fue “vuestro” (del pueblo sudafricano) no reconoció el valor que ese mismo triunfo tuvo para todo el mundo que lucha contra el racismo.
Lean esto: Obama dijo: “Mandela es el último libertador del siglo XXI” aun cuando faltan 87 años para su finalización. No, Mandela no es libertador del siglo XXI. Lo fue, en el sentido de liberar al pueblo sudafricano del racismo o Apartheid, del siglo XX. Es que al señor Obama le cuesta mucho pensar para decir sus palabras. Pero Obama no encontraba como concluir su discurso porque la catira lo tenía babeando. Lanzó lo siguiente: “Cuando la noche es más oscurra, pensemos en Madiba”. Eso está muy bien, pero tenemos el deber de preguntar: ¿Será que Obama, cuando la noche es oscura en la Casa Blanca, piensa en Madiba al momento en que tropas mercenarias del imperialismo lanzan bombas cometiendo masacres y genocidios en otras regiones del mundo? ¿Será que Obama, cuando el cielo sobre Estados Unidos se ve oscuro, piensa en Madiba en el momento en que millones de niños se acuestan sin comer y miles de miles de hombres y mujeres son perseguidos, encarcelados, torturados o asesinados por luchar contra las atrocidades y las guerras de exterminio social ejecutadas por el imperialismo estadounidense? No Jodá.
El señor Obama, emocionado por las miradas pícaras de la hermosa catira, seguía dejando salir palabras como si en verdad fuese el nuevo redentor de este mundo. De esa forma dijo que Mandela lo animaba siempre a ser “… un hombre mejor”. No Jodá. No existe comparación alguna entre Mandela y Obama. En nada, salvo en rasgos de color de la piel pero todo el mundo sabe que Mandela fue un luchador inquebrantable contra el racismo y Obama es un partidario del racismo y no –precisamente- a favor de la raza negra. No será que Obama quiso decir que el ejemplo revolucionario de Mandela le producía mayor ánimo para mejor servir al imperialismo y más producir muertes en este mundo, precisamente, para evitar que las ideas liberadoras de Mandela calen en los pueblos del planeta.
Obama, como buen farsante religioso, solicitó que Dios bendiga a Africa. Pero le faltó decir que mientras Dios bendiga a Africa el imperialismo estadounidense comete crímenes abominables y saqueos monstruosos en el Africa que violan con descaro todos los mandamientos del Ser Supremo. Obama cree que el Diablo no escuchó su discurso en el homenaje a Mandela. Y la estela de azufre que deja Obama por donde pasa ¿qué?
Pero lo más risible del discurso de Obama, lo más insólito, lo más cínico, lo más incoherente con su forma de pensar y de actuar, es lo que a continuación dijo el verdugo: "Hay líderres que muestran solidarridad con Madiba pero no liberran a sus propios pueblos". Y eso lo dijo, especialmente, contra el camarada Raúl Castro. ¿Cuándo carajo el señor Obama ha hecho un solo acto por liberar a esa enorme porción de pueblo estadounidense que vive en la miseria? ¿Cuándo carajo el señor Obama ha hecho intervenir las tropas mercenarias estadounidenses en alguna región del mundo ejerciendo verdadera solidaridad por la redención de otros pueblos? ¿Qué ha hecho el señor Obama por liberar a todos esos presos que tiene en cárceles dentro y fuera de Estados Unidos, que son inocentes como el caso de los cuatro cubanos antiterroristas? Sencillamente: Obama esputó hacia arriba y la saliva le cayó sobre su propia cara. Claro, la catira se la limpió. Ahora, el extinto Apartheid sí sabía mucho de todo lo que la revolución cubana contribuyó para aniquilarlo como los pueblos de Namibia y Angola saben todo lo que hicieron los cubanos para ayudarlos a liberarse de sus opresores. Sin embargo, sí es cierto que unos cuantos líderes, entre ellos el propio Obama, que por la boca han soltado gestos de solidaridad con Madiba, pero son terribles opresores de sus pueblos y de otros también. Ese no es el caso del camarada Raúl Castro.
Lo arrecho, lo arrecho, es que, tal vez, muchos le creyeron en Sudáfrica y muchos del resto del mundo siguen creyendo en las palabras de gobernantes imperialistas. Así como todo tiene su comienzo, todo tiene su final. Nada es eterno en el mundo. La catira volvió loco a Obama que en pleno homenaje a Mandela no dejó de reírse y tomarse sus propias fotografías.
Seguro, es como gastar pólvora en zamuro, terminar este escrito con un pensamiento de Mandela que muy bien serviría para recordárselo al vocero del más poderoso y belicoso de todos los imperialismos que haya conocido el género humano: “La pobreza no es natural, es creada por el hombre y puede superarse y erradicarse mediante acciones de los seres humanos. Y erradicar la pobreza no es un acto de caridad, es un acto de justicia”. Ahí te dejo ese trompe en la uña, señor Obama. ¡Cuidado con la catira!