Del 24 al 29 de enero se realizó la sexta versión del Foro Social Mundial que, organizado formalmente por organizaciones antiglobalización, ONG, sectores de la Iglesia Católica brasileña y publicaciones como Le Monde Diplomatique (y con el apoyo de la socialdemocracia internacional y el gobierno cubano), se ha transformado en los hechos, a lo largo de sus distintas versiones, en un lugar de encuentro y agrupamiento de decenas de miles de luchadores antiimperialistas y defensores de las más diversas causas que surgen como consecuencia de la existencia del imperialismo y el capitalismo.
El Foro Social Mundial había surgido en su momento como consecuencia de la aparición del movimiento antiglobalización, luego de las manifestaciones contra la Organización Mundial de Comercio en Seattle. Era una reunión “alternativa” al Foro Mundial de Davos, donde todos los años se reúne a debatir lo más concentrado del poder económico mundial. En sus primeras tres versiones (2001, 2002 y 2003) primaron las modas “horizontalistas”, fuertemente antipartido, al estilo del subcomandante Marcos, o los teóricos Toni Negri y John Holloway, acompañado por un relativo apoyo al PT, en la expectativa de que Lula se convirtiera en el presidente de Brasil y a ciertas políticas públicas profusamente “vendidas” como diferentes, tal el caso del presupuesto participativo de la ciudad anfitriona, Porto Alegre. A pesar de ello, en todas las versiones se realizaron movilizaciones antiimperialistas, se defendieron y discutieron los procesos revolucionarios latinoamericanos, se marchó contra la guerra en Afganistán e Irak, por la causa palestina, resultando en un verdadero punto de encuentro de la izquierda radicalizada y los sectores clasistas de todo el mundo.
La asunción presidencial de Lula y su traición a los trabajadores brasileños convirtió al foro en una presencia “molesta” en Brasil. El sexto foro fue a parar a India y el quinto vio su última versión en Brasil. Ya el año pasado podía advertirse dos cosas: Lula y el PT ya eran figuras “en descenso”, desprestigiadas ante la vanguardia mundial, mientras que el que ascendía como “nuevo líder latinoamericano” era el presidente Chávez. El otro hecho importante era la casi desaparición de la “moda” horizontal y antipartido.
El foro en Caracas
Por eso no resultó extraño que la sexta versión del foro fuera a parar a la capital de Venezuela. Este año el evento aparecía cruzado por la continuidad y profundización de los procesos de rebeliones populares que recorren Latinoamérica, con un último acontecimiento reciente en el triunfo de Evo Morales en Bolivia y por el ahondamiento de la crisis del imperialismo en Medio Oriente, con su empantamiento en la guerra de Irak y la victoria electoral de Hamas en Palestina como hechos recientes.
Pero a nadie se le escapaba que el lugar de realización del foro lo iba a teñir en su conjunto. Por un lado estaba el hecho terriblemente progresivo de respaldar y defender a Venezuela como país independiente contra toda agresión imperialista. De colocar la palabra “socialismo” en discusión frente al poco claro “otro mundo es posible” del slogan histórico del foro. Miles de activistas de Latinoamérica y el mundo pudieron apreciar en las calles de Caracas, en los distintos eventos y hasta en la vida cotidiana, el impresionante apoyo que tiene el proceso revolucionario venezolano e incluso la presión que ejerce el movimiento de masas, protestando contra la burocratización y la corrupción de funcionarios, alcaldes y hasta gobernadores.
El foro no dio respuestas
Más allá de debates y actividades interesantes que reflejamos en estas páginas, el foro, de conjunto, no estuvo a la altura de lo requerido por la situación latinoamericana y mundial. Hubo mucha menos gente que la esperada (se calculaba, según los organizadores, 120.000 personas, y se estima que asistieron aproximadamente la mitad). La marcha de apertura fue muy pobre (quizás la más pequeña y deslucida de todas las versiones del foro). Su realización en Caracas no cambió el carácter que este evento viene adquiriendo en sus últimas versiones; utilizando las propias palabras de Ramonet, “una especie de feria turística de la sociedad civil”. Ello se debió a que, de hecho, la política de Chávez y Castro es coincidente con la del slogan de que “otro mundo es posible”, conviviendo con la burguesía y el imperialismo.
Incluso fue visible cierta desilusión en vastos sectores de activistas que esperaban algo “distinto”, un programa o un plan de movilizaciones que orientara a los miles de luchadores de todo el mundo. Apenas si salió una marcha unificada contra la ocupación en Irak para fines de marzo, ante la evidente presión anti- Bush y antiimperialista de los miles de presentes en Caracas.
En lo que respecta al rol del chavismo, éste se jugó a empalmar “su” programa con el de los organizadores (ver recuadro del discurso de Chávez), a no realizar durante el foro manifestaciones masivas y a poner eje en la redistribución de la riqueza sin romper con el FMI ni el capitalismo. Todo en la línea actual de Chávez posreferéndum 2004, donde por un lado se habla de “socialismo del siglo XXI” y por el otro se profundiza los negocios y relaciones con la burguesía local (Grupo Cisneros), el capital transnacional (principalmente con las concesiones petroleras) y la Iglesia Católica (que había sido uno de los bastiones de la contrarrevolución).
El foro, como tal, tanto desde sus organizadores tradicionales como desde el chavismo, estuvo por debajo de las necesidades de la realidad latinoamericana y mundial. Sin embargo volvió a mostrar, como en sus versiones anteriores, que hay millones -cada vez más- en el mundo que siguen buscando los caminos para luchar contra la explotación, que están ávidos de escuchar alternativas, que buscan nuevos dirigentes y nuevas organizaciones que lleven adelante la lucha hasta la victoria y que no traicionen.
*José Castillo, El Socialista, periódico del Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST) de Argentina