Chile: Al atacar al gobierno y al proceso venezolano dirigentes PS y PPD reniegan del socialismo

Juan Pablo Letelier,

Traicionando sus raíces y a sus electores, dirigentes socialistas chilenos apoyan interesadamente a golpistas ultraderechistas venezolanos.

Arturo Alejandro Muñoz

Es entendible (nunca aceptable) que sectores del ultrismo fundamentalista de la derecha económica manifiesten odiosidades hacia la revolución socialista que se desarrolla en el país de Bolívar y de Bello por vía democrática y constitucional. Pero, llama a la extrañeza escuchar a dirigentes del socialismo chileno atacar casi con saña aquel proceso, demostrando además una desinformación e ignorancia total respecto de lo que en verdad sucede en Venezuela.  

Tales individuos hacen esfuerzos por evitar que en Venezuela triunfe un proceso popular, el que en  cierta medida representa también el sentir de miles de chilenos que hubieron de soportar los afiebrados ataques derechistas y  norteamericanos contra el doctor Salvador Allende y la Unidad Popular, adalides de los cambios sociales en América del Sur en la década del 70.   

Hoy, en Venezuela podría decidirse el futuro de la izquierda latinoamericana, y muy en particular el destino de nuestra propia -y aún atomizada- izquierda chilena. Por ello, para los auténticos izquierdistas, las declaraciones y actuaciones de personeros como Isabel Allende, Carolina Tohá, Juan Pablo Letelier, Fulvio Rossi y Marcelo Díaz han sido una puñalada traidora en las espaldas del pueblo que los eligió como representantes de esa idea, la socialista.

Pero ellos, y otros que les siguen la huella de desinformación, optaron por satisfacer las ambiciones de sus nuevos patrones, los aliancistas y los empresarios transnacionales, insultando a Venezuela, a su pueblo y a su gobierno mediante la explicitación de mentiras, suposiciones y cuentos míticos sacados de páginas mercuriales y de aquello que relatan ciertos periodistas de canales de televisión pagados por los mismos que saquean Chile y engañan a la ciudadanía. 

A ojos vista resulta indecente que desde un Chile con apenas dos diarios de circulación nacional que merecen el nombre de tales (El Mercurio y La Tercera, ambos de derecha y neoliberales) y 40 diarios regionales –el 95% de derecha y el 75% pertenecientes a El Mercurio S.A.P- se cuestione o se siembre dudas sobre la libertad de expresión en un país como la República Bolivariana de Venezuela,  donde hay 20 o más diarios de circulación nacional (de Caracas, Barquisimeto, Valencia y Maracaibo), y unos 140 diarios regionales, de los cuales el 80% de ellos pertenece a los derechistas, quienes  -más que opositores- son ‘enemigos’ declarados de la revolución bolivariana. 

La sensación de extrañeza aumenta al comprobar que esas acusaciones infundadas  provienen de personas que participaron en el gobierno de Salvador Allende, como es el caso del ex senador PRSD Navarrete, de Sergio Bitar y de actuales militantes de ese partido, quienes hacen  esfuerzos por seguir manteniendo a la opinión pública atrapada en un engaño que no resiste nuevos maquillajes, pues decir que ellos son “personas de izquierda” resulta ya un insulto, una bofetada a la inteligencia de la gente. 

Por eso no extrañó lo que declararon algunos ‘próceres’ de la izquierda ‘oficial’ en relación a las demandas estudiantiles y populares, como fue el caso de Camilo Escalona que se lanzó en picada contra el grito nacional que está comenzando a agigantarse exigiendo una Asamblea Constituyente. O Pepe Auth, otro inefable ‘progresista’ que ninguneó a sus propios electores (y al país todo) cuando, molesto por los llamados de atención hechos por dirigentes estudiantiles, manifestó que él  ”no actuaba (¿legislaba?) según opinara la gente”.

La memoria tampoco es tan frágil como para haber olvidado el ‘papelón’ que protagonizó el gobierno de  Ricardo Lagos Escobar el año 2002, ya que junto a los ultraderechistas Presidentes de Colombia y El Salvador (Uribe y Flores), fueron los únicos mandatarios de Latinoamérica y el Caribe que dieron su visto bueno  de manera sorprendentemente rápida al gobierno de facto de Pedro Carmona Estanga, quien se había desempeñado hasta ese instante como presidente de la patronal Confederación del Gran Empresariado –Fedecámaras- y  a quien se le apodó “el Breve” ya que su mandato sedicioso no alcanzó a durar dos días. 

Entonces, por todo lo relatado, en el ambiente internacional quedó flotando la sensación de que el verdadero pensamiento y posición política del gobierno de Ricardo Lagos (y de la Concertación) frente al frustrado golpe de estado de Carmona ‘el Breve’, estuvo interpretado fielmente por aquella primera reacción con la cual se reconoció al gobierno de facto que los sediciosos empresarios venezolanos pretendieron imponer para derribar el gobierno constitucional de Hugo Chávez.

Algún tiempo después,  el 17 de julio del 2010, tres senadores de nuestro país –el PS Fulvio Rossi, el PDC Patricio Walker y el RN Andrés Allamand-  solicitaron ser enviados como ‘observadores’ del Congreso Nacional de Chile a las elecciones parlamentarias que Venezuela celebraría el día 26 de septiembre de ese mismo año. Destaquemos que dos de esos senadores, Walker y Allamand, ya habían estado en Caracas el mes de junio participando en un seminario organizado por las fuerzas derechistas de Venezuela (MUD) junto al Partido Popular (PP) de España. Walker y Allamand se entrometieron abiertamente en la política interna de aquella nación, e incluso se permitieron manifestar a la prensa opositora al gobierno de Chávez “graves sospechas sobre la corrección y legitimidad” de los comicios que se celebrarían dos meses después. 

Llegó el mes de septiembre del 2010 y aquellos tres senadores fueron, vieron, volvieron y… callaron. No emitieron una bendita palabra al regresar a Chile. Hasta hoy, nada han dicho. ¿Por qué? Simplemente porque allá, in situ, comprobaron cuán desinformados estaban y cuán serviles del interés de las transnacionales habían sido, ya que el proceso electoral destacó por su transparencia.

Ciertos ‘socialistas’ siguieron yendo a Caracas a prestar apoyo a la derecha de aquella República, como ocurrió con Ricardo Lagos Escobar cuando junto al ex presidente socialdemócrata brasileño, Fernando Enrique Cardoso y al ex Primer Ministro (PSOE) español Felipe González (un parcito que en sus países pocos alaban),  concurrió a participar en un panel organizado por empresarios y banqueros, todos ellos “anti-Chávez, anti-revolución”. Nuestro ‘fgaraón’ iba además acicateado por el jugoso pago de US$750.000  a repartir entre los tres “panelistas”, quienes fueron bautizados en Venezuela como “los encantadores de serpientes”, verdaderos filibusteros al servicio del imperio. Para los socialistas chilenos, ello significó una nueva vergüenza. 

El ‘socialista’ Ricardo Lagos entregó su exposición mercenaria el día sábado 10 de marzo del 2012, y el domingo, a las 11:00 de la mañana, debía dar una conferencia de prensa, pero enterado de que los periodistas deseaban  preguntarle sobre su política cuprífera en Chile, así como también respecto al término en el año 2003 del control aduanero sobre el contenido de Metales Preciosos de los concentrados de cobre sacados de Chile por las trasnacionales y el grupo Luksic (que declaran 50 veces menos de los US$1,50 /libra de los metales derivados encontrados por CODELCO), decidió anular esa conferencia y dejar a la prensa con un palmo de narices ya que regresó a Chile donde jamás ha dicho ni publicado nada sobre su pagada estadía en Caracas. 

Todos estos dirigentes del socialismo ‘oficial’ chileno –que mayoritariamente se oponen también a una Asamblea Constituyente- manifiestan desacuerdo frontal con lo que acaece en Venezuela, en Ecuador y en Bolivia. No es ese el socialismo que ellos desean. ¿Y cuál es entonces? ¿El de Hollande en Francia, o el de Felipe González y Rodríguez Zapatero en España?

Seguramente responderán asegurando que optan por el socialismo a la chilena, el cual no es sino un ornitorrinco político que sirve para obnubilar la realidad: ser administradores del neoliberalismo salvaje y formar parte activa de la pandilla de corruptos que estrangula a Chile. ¿Y eso, puede llamarse ‘socialismo’?



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Arturo Alejandro Muñoz


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