El Quijote y el Decreto de Carmona tienen algo en común: cada vez que los leo les encuentro algo nuevo.
El 11 de abril de 2002 en Venezuela el neoliberalismo dio forma a su doctrina: poder absoluto e infinitamente maleable en su ambición desmesurada; en su ὕβρις. Hay más: imbecilidad, torpeza, arbitrariedad, que ríete de Calígula o del fascismo ordinario. Es difícil resumir sus consecuencias. Esta novísima ideología retoma las satrapías orientales, el absolutismo, el despotismo, el racismo y los espesa.
Venezuela concede divisas para importar insumos para producir medicinas y el Departamento de Estado prohíbe a la banca estadounidense entregar los dólares a los proveedores. Por eso no tienes medicinas. Ni comida ni repuestos para tu computadora ni pañales para tu bebé. Crímenes de lesa humanidad.
Lo más monstruoso no es que la vanguardia neoliberal sea imbécil sino que sus medios inducen la misma imbecilidad en la población, que adora a sus verdugos y colabora enardecida con sus atrocidades.
En el Decreto de Carmona no había límites. Destituyeron todos los poderes de elección popular al grito de ¡democracia, democracia! El mundo al revés de Galeano y de la novela 1984 de George Orwell.
Hemos asistido a la abolición de la democracia en el Brasil, en Honduras, en Paraguay y en la OEA. Las elecciones populares sólo valen cuando las pierde el pueblo. Si las gana un candidato popular gritan fffRRRaude y llaman a la arrechera callejera, que en Venezuela llaman guarimba, como estamos viendo ahora mismo en el Ecuador. O con los 32 kilos de C4 que tenían preparados, como para volar no sé y ojalá nunca sepa cuántas manzanas.
Todo se inauguró en Caracas en el Salón Ayacucho del Palacio Presidencial de Miraflores el 12 de abril de 2002 a las 5 de la tarde. Eran las 5 en todos los relojes, eran las 5 en sombra de la tarde, como diría Lorca. El país escuchó con horror, incredulidad y bochorno la voz chillona de Daniel Romero proclamando con desparpajo aquella atrocidad. Para luego contemplarlo derrumbado al día siguiente con los pantalones avergonzados.
Dos anotaciones finales que son una sola: esa doctrina nació en Venezuela y en Venezuela la estamos derrotando.