La primera revolución francesa se inició en 1789 y culminó en 1799, con el ascenso al poder de Napoleón Bonaparte. En apenas 10 años de borrascosos y frenéticos acontecimientos, transformó la cultura político-ideológica de la humanidad. Este proceso revolucionario podríamos definirlo con aquella lúcida frase de Vladimir Lenin que dice,…”Existen décadas donde nada ocurre, pero hay semanas donde ocurren décadas”.
En la revolución francesa podemos distinguir tres etapas claramente diferenciadas, la Asamblea Constituyente, el Directorio y el Terror, que marcaron raudamente el curso acelerado de sus hechos.
Han transcurrido 227 años al día de hoy de este suceso que marcó un hito en la historia mundial, conocido como Edad Contemporánea, su legado está plenamente vigente en la sociedad actual en los llamados Derechos Universales del Hombre, que a partir de su trilogía original de Libertad, Igualdad y Fraternidad, ha progresado abarcando nuevos ámbitos sociales, como son el derecho: al voto, al trabajo, a la educación de los niños y adolescentes, protección de niños y ancianos, a la salud, a la no discriminación, a la defensa gratuita ante la ley,etc.
Las diferentes facciones o clubes revolucionarios que surgieron en su seno, constituyen el germen de las ideologías y partidos políticos modernos, hoy cuestionados por los postmodernos. A la llamada Gironda o a sus acólitos los girondinos, les debemos como legado categorías tales como el federalismo proveniente de la revolución estadounidense, los mecanismos de compensación de poder, las instancias de representación electoral; mientras que conceptos como la excepcionalidad de las garantías constitucionales frente a los enemigos internos y externos de la revolución, el pueblo en armas (la leva y la milicia popular como autodefensa), la insurrección popular general frente a las clases y estamentos poderosos, representados por la burguesía y la iglesia que conspiran contra el pueblo, son herencia política de jacobinos y montañeses donde se evidencia que la necesidad de gobernabilidad se impone a la legalidad.
Es de hacer notar que el marxismo-leninismo se inspiró en su concepto de Dictadura del Proletariado en jacobinos radicales como Marat y Robespierre quienes abogaban por regímenes fuertes y planificados-centralizados, dirigidos por líderes moralmente íntegros, cuasi santos paladines entregados a la defensa de los intereses populares; mientras que los anarquistas a partir de Proudhon abrazaron la idea de Federación como forma para horizontalizar y descentralizar el poder, eliminando privilegios, basados en el pensamiento del brillante matemático revolucionario Nicolás de Condorcet .
Por otra parte queremos señalar que los cambios producidos en las ideas políticas, se corresponden con la evolución procelosa de la realidad social, económica y política de aquellos importantes acontecimientos signados por una violenta lucha de clases. Resulta paradójico que ideas que en su momento fueron antagónicas, terminen dialécticamente retroalimentándose.
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