Cuatro décadas después de haber sido impuesto a punta de bayonetas, el sistema neoliberal salvaje muestra un consolidación tan densa que incluso el otrora combativo partido comunista forma gozosa parte del bloque político que lo administra
Arturo Alejandro Muñoz
Nadie quiere ser general después de la batalla; al menos, nadie que escriba y publique. Por ello, estas líneas se despachan días antes de efectuarse el balotaje o segunda vuelta electoral que definirá el nombre de quien será primer mandatario durante los próximos cuatro años.
El tema central de la siguiente nota apunta a señalar cuán sólido se encuentra en Chile el sistema neoliberal, etapa avanzada del capitalismo. Lo hemos dicho en otras ocasiones y queremos insistir en ello; el nuestro no es ya un sistema, sino una ‘civilización’. Así de firme está. A finales de los años setenta servimos de conejillos de indias para el plan piloto con el cual experimentaron Washington, el FMI y el Banco Mundial previo a recomendar el nefasto plan al resto de sus ‘protegidos’. Fue el tiempo de la dictadura cívico-militar y los "Chicago Boys".
Cuatro décadas más tarde, el sistema muestra una consolidación tan densa que incluso la dirigencia del otrora combativo y revolucionario partido comunista se encuentra cómoda formando parte activa del bloque político que lo administra y que, por cierto, jamás lo ha combatido seriamente…. ni lo combatirá en el futuro cercano.
El tango sigue siendo tango, independiente de si usted lo escucha y baila con música en vivo o con música envasada. Con orquesta o sin orquesta, más atractivo o menos atrapante, da lo mismo pues en esencia es tango.
Fíjese que con el sistema socioeconómico llamado neoliberalismo ocurre algo similar. Con Chile Vamos o con la Nueva Mayoría, con el apoyo o no apoyo del Frente Amplio, con mayor o menor salvajismo, el gobierno que viene a continuación del actual seguirá apostando sus fichas al sistema de marras, tal cual lo han hecho sus antecesores. Como en el tango el ritmo fue, es -y seguirá siendo- neoliberal.
Los pilares fundamentales que sustentan la mecánica del neoliberalismo no se sienten amenazados por ninguna de las dos coaliciones que cohabitan en los poderes del estado. La previsión social, la educación, la salud, el desdén por el tripartismo laboral, el mantenimiento de una política privatizadora de nuestros recursos naturales, no serán reestructurados. Con suerte, maquillaje nuevo y algo de colonia refrescante. Sólo eso, con suerte. Ejemplos de lo dicho, sobran. Anote, por favor:
Una AFP estatal; oficialización del copago más allá de la desmunicipalización de la educación (donde el profesor continuará sin atributos legales para manejar la clase y el curso, ya que todo seguirá siendo principalmente una mesa de negocios); leyes laborales sólo para favorecer a la empresa en detrimento del trabajador, soslayando inmoralmente los acuerdos firmados por el país en la OIT (Organización Internacional del Trabajo); una política cuprífera y minera en general sin nuevas variantes (lo que permite augurarle al Litio un futuro en manos privadas, es decir, regalarlo a consorcios mega empresariales internacionales); el arrullo al sueño en que se mecen leyes blandas que dejan campo abierto a la delincuencia; permisividad oficial para que clínicas y centros hospitalarios soslayen la legislación respecto a abortos tres causales, píldora del día después, etc., .
¿Legislar con dureza contra la corrupción política y contra la que ejecutan rutinariamente poderosos empresarios, militares, sacerdotes, pastores, etc.? ¿Trabajar decididamente para acortar, rápida y eficazmente, la vergonzosa brecha económica que hiere el alma del Chile trabajador? ¿Atacar de frente y con todo al narcotráfico? Ni soñarlo, todo lo mencionado forma parte esencial del capitalismo salvaje aplicado en Chile, el cual no podría funcionar sin los elementos anotados, pues ellos resultan ser órganos activos de su propia naturaleza.
Dijimos al comenzar esta nota que estábamos manejados por una ‘civilización’ socioeconómica, cuestión que podría comprobarse no bien se conoce la extensa saga de datos y hechos que avalan el aserto. A estas alturas de nuestra Historia republicana, el país puede confirmar que quien verdaderamente lo administra es el sistema mismo, el cual no requiere de la presencia de ‘estadistas’ ni ‘iluminados’ en el gobierno para seguir procesando su propia marcha.
Ha sido el sistema (y no el público elector) quien encauzó el nombramiento de tales y cuales candidatos a tales y cuales cargos de representación pública de alto nivel. El sistema, ya se dijo, no requiere -ni le agradan- los estadistas de verdad, menos aún le satisface que personas brillantes en materias políticas -y con andar propio- puedan encumbrarse a la primera magistratura de la nación. No, claro que no; el sistema se maneja solo y es lo que quiere seguir haciendo.
¿Qué es necesaria la presencia de jefaturas en esta o en esta otra organización para que la maquinaria funcione sin mayores tropiezos? Pues bien, a través de los poderosos medios de prensa que maneja, el sistema se encarga de que la maquinaria partidista, mediática y empresarial encauce a la opinión pública a aceptar de buen grado los nombres de aquellos que cuentan con su beneplácito para competir en el rol de ‘jefe’, lo que resulta muy parecido a lo señalado por esa frase inglesa que reza: "el rey reina, pero no gobierna".
Si producto de las estupideces balbuceadas por los candidatos en sus respectivas campañas usted tiene ciertos temores por las consecuencias del gobierno que vendrá, abandónelos. Chile no será Venezuela ni Dubai; Cuba ni Canadá. Seguirá siendo lo mismo que es hoy.
Posiblemente, la aseveración siguiente provoque escozor en personas que tienen bien definida su camiseta partidista, pero es un hecho de la causa que no hay paso libre para estadistas ni personas políticamente brillantes, con andar propio, como las de años ha, más allá de caleidoscopio ideológico, pues el sistema no acepta a nuevos Alessandri Palma, Aguirre Cerda, Frei Montalva o Allende Gossens; sólo acepta y cobija a políticos como aquellos que usted hoy conoce, amigo lector, y que en absoluto representan un peligro de cambio real. La impetración de la estructura vigente es que en lo esencial nada cambie, que todo siga igual.
Entonces, parafraseando lo que se dijo al inicio de esta nota, el sistema permite algunas mínimas diferencias o variaciones, como por ejemplo que la música pueda ser envasada o interpretada por una orquesta, por un piano, o una guitarra, o un solitario bandoneón, en karaoke, en coro o en silbido… pero exige que siga siendo el mismo ritmo de siempre. Que siga siendo tango.