La victoria de Bolsonaro, el candidato ultrafascista de Brasil, en la reciente contienda electoral, la logró con los votos favorables de unos 50 millones de electores que acudieron a las urnas de esa República federativa llenos de miedo por el socialismo.
Aunque parezca exagerado, la verdad es que su candidatura está inspirada en la misma saña genocida que caracterizó los viajes de Colón en sus incursiones conquistadoras por las tierras de Abya Yala que él creyó haber descubierto aquel aciago 12 de octubre. Hace ahora 526 años.
Las características -personales y políticas- del candidato de los capitalistas y la ultraderecha en Brasil, el señor Bolsonaro, lo asimilan a las de Benito Mussolini, quien fundó en 1919 unas bandas armadas y generadoras de terror, a las que denominó «Fascios italianos de combate» y cuyas acciones les permitieron montar una férrea dictadura de partido único con su consecuente represión y censura, entronización al «Duce» como jefe al que se rendía culto mientras contribuía a consolidar un Estado cónsono con el dominio y la explotación capitalista.
No obstante la atribución que se da a Benito Mussolini de ser el «padre» del fascismo, tal cual lo conocemos hoy, es evidente que las monarquías europeas que atacaron, vencieron, asesinaron, colonizaron, desculturizaron y mataron la memoria ancestral de nuestros pueblos indígenas -hace más de 500 años- son las verdaderas progenitoras del fascismo como cosmovisión inhumana, discriminatoria, excluyente, exterminadora, del Estado propio al capitalismo como organización represiva y de consenso en la producción bajo explotación.
El fascismo que se impuso el pasado siglo, luego de la llamada 1a Guerra Mundial y de la victoria bolchevique en Rusia, entronizaron a Mussolini, a Hitler y a Franco en los gobiernos de sus sus países, como continuación de la hegemonía de un pensamiento racista, ario, discriminatorio, misógino, homofóbico.
Es el mismo proyecto y arma que empuña ahora el Imperio yanqui, con personajes y discursos como el que ofrece Bolsonaro en Brasil y que tuvo su antecedente más cercano con el dictador Augusto Pinochet en Chile.
La «pequeña» diferencia de estos tiempos la intenta marcar el consenso, la invocación a la falsa y tramposa «democracia» gringa, la utilización de aparatos tribunalicios y jurídicos salidos de los laboratorios de la CIA, así como el despliegue mediático con una mayor y paroxística invención de noticias, de «fake news» erosionadoras de las verdades de los pueblos.
El cuadro de acontecimientos y conmemoraciones como las que están especialmente presentes en esta coyuntura, deben ser objetos de reflexión, de discusión, de concienciación. Pero,sobre todo deben ser objeto de fortalecimiento de la esperanza de clase, de la esperanza de los pueblos empobrecidos, marginalizados y esclavizados, de la esperanza de vencer y dar al traste con el capitalismo, con el fascismo y con toda forma de colonización y genocidio.
Bolsonaro, el capitalismo y la ultraderecha mundial, están apuñaleando la esperanza proletaria desde 1492. ¡Qué triste papel cuando las víctimas terminan sin esperanza, esclavizados y apoyando a sus esclavizadores, en vez de resistir y vencer!