Señor Piñera, la hora de la verdad llegó

Estas líneas son aquellas que me he negado a escribir durante los últimos cinco años, pero hoy veo que resulta imprescindible redactarlas, aunque mi conciencia y mi espíritu se acongojen. He escuchado el comunicado leído por el Presidente; lo he hecho con altura de miras, en silencio profundo para captar en toda su intensidad cada uno de los conceptos que el mandatario explicitó, ya que es necesario –dados los acontecimientos que vive el país- ser muy preciso en las opiniones.

Sebastián Piñera se equivoca de plano cada vez que asegura "haber escuchado el sentimiento de la gente". Y si no es equivocación, entonces es mentira, o es mala intencionado todo lo que expresó de manera oficial. Una vez más, tozudo y soberbio, reiteró la posición de su gobierno ante las masivas demandas de millones de chilenos. No cede un milímetro, no entrega respuesta positiva a ninguna de las demandas e insiste majaderamente en solicitarle al pueblo alinearse alegremente en las filas de la agenda social que diese a conocer días atrás el ministro Gonzalo Blumel y, luego, la vocera Karla Rubilar. Nada nuevo bajo el sol. El mismo discurso, las mismas promesas (esas que al pueblo no satisfacen ni tampoco interesan), las mismas dilaciones.

No reconoce el Presidente su propia responsabilidad en los graves hechos acaecidos en las ciudades del país. Culpa a otros (que en realidad sí tienen culpa) escabullendo el cuerpo a la autocrítica por sus delicados errores personales. No es consciente de la catastrófica realidad que experimenta Chile merced a los patinazos, ninguneos y expoliaciones realizadas por su gobierno y sus asociados empresariales.

Tampoco reconoce la brutalidad policial del cuerpo de Carabineros que ha provocado ácidas críticas en el exterior, la incapacidad de su gabinete para ofrecer una salida a la crisis, el descrédito de su gobierno tanto como el de su persona (señalados en las encuestas de opinión informadas por empresas pertenecientes a sus amigos, como CADEM).

Definitivamente, el obstáculo principal que entrampa e impide una solución a la crisis, es él. Su reciente alocución por cadena nacional lo confirma. Pero, agreguemos otra verdad. El Congreso Nacional actual, verdadera cueva de prevaricadores, corruptos y traidores, ha perdido toda legitimidad y debe cesar en sus funciones. Los yanaconas del mega empresariado, dueños de una poruña gigantesca para recibir coimas y óbolos millonarios a cambio de legislaciones favorables a las transnacionales, han sido los mejores aliados en las equivocaciones y veleidades de un mandatario que ya comienza a mostrar ciertas características propias de un dictador.

Lo dicho. No quería escribir estas líneas, pero me ha sido imprescindible hacerlo luego de tanta tozudez, equivocaciones y vanidades del primer mandatario, el que ha dejado sólo una salida a estas situaciones que podrían agravarse mucho más.

Esa salida es, su renuncia. Renuncie, señor Piñera. Evítele al país más daños y caos…evítese también usted consecuencias que nunca se logrará calmar con simples lamentos ni menos con estultas argumentaciones.

Renuncie.



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Arturo Alejandro Muñoz


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