Tras los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, la élite de esta nación, liderada políticamente por George Bush hijo, declaró el inicio oficial de la guerra mundial contra el terrorismo, que conceptualizado de acuerdo a los intereses estadounidenses y de sus aliados, representaba un gran peligro permanente para la seguridad, la democracia y la libertad en Estados Unidos y el resto del orbe "libre"; consideraron los halcones de la guerra que desatar una respuesta militar amplia contra los "responsables" de los "atentados" era más que necesario, y que sería una acción plenamente respaldada por la opinión pública. Pero en realidad el conflicto originado no fue más que una justificación y una estrategia para intentar mantener la hegemonía internacional de la nación norteamericana, en un mundo aparentemente unipolar, pero en el que países como Rusia y China ya amenazaban con una importante proyección de cara a disputarle a Estados Unidos el dominio en el planeta, como de hecho ya está pasando (2020).
Entonces el peligro que en teoría representaba el terrorismo, específicamente el islámico para Estados Unidos y el resto del mundo "libre", no fue más que otra de tantas excusas que a lo largo de más de 200 años ha tenido la élite estadounidense para iniciar conflictos militares o participar en ellos durante su transcurrir. En el caso de la "guerra contra el terrorismo", significó claramente la justificación "perfecta" para intervenir de forma contundente, en primer lugar, en varias partes del Cercano y Medio Oriente hasta nuestros días, y defender así sus intereses económicos y geoestratégicos, y mantener su influencia geopolítica y dominio militar en esa región tan importante en varios ámbitos, con obvio apoyo de Israel y de algunas naciones europeas, integrantes de la OTAN. Y cómo no podía ser de otra manera, pronto esta guerra abarcó prácticamente a cada rincón del planeta donde tienen sus narices metidas el Imperio norteamericano y sus "amigos", y en plena crisis sanitaria por la pandemia de COVID-19 y consecuente recesión, esta guerra parece intensificarse, quizá tratando de aprovechar la complicada situación socioeconómica que afecta especialmente a los pobres. Ahora bien, si abordamos la palabra terrorismo como debe ser, en un sentido amplio, no limitado conceptualmente de acuerdo a los intereses de Estados Unidos y sus aliados "democrático-libres", está claro que terroristas son Estados Unidos, Israel y otras naciones que durante muchos años han estado al lado del imperio norteamericano derramando la sangre de numerosos seres humanos, en el marco del dominio global estadounidense. En este contexto el terrorismo ejercido por Israel no conoce límites, considerando, por ejemplo, lo que su ejército ha hecho contra los palestinos, reprimiendo con brutalidad y asesinando en su mayor parte a mujeres, niños y discapacitados, con el objetivo de arrinconar cada día más a todo un pueblo en una porción territorial cada vez menor.
De manera que en la famosa "guerra contra el terrorismo" Estados Unidos, su principal aliado Israel y el resto de socios, sí que desataron un terrorismo a gran escala, y no sólo en el Cercano y Medio Oriente, donde se suponía estaban localizados sus enemigos, un puñado de fundamentalistas islámicos. Es una verdadera agresión global, el terrorismo mundial ejercido por una banda de delincuentes de élite liderada por el binomio Estados Unidos-Israel mediante el sionismo, supuestamente para derrotar a Al Qaeda y otros grupos terroristas islámicos, pero que en realidad sólo ha buscado la continuidad del dominio estadounidense en el orbe. Es tal el nivel criminal de esos delincuentes, que formaron un grupo bien oscuro, conocido como ISIS o "Estado Islámico", que han sembrado el terror en Siria y otras naciones del Cercano y Medio Oriente en nombre de Estados Unidos, Israel y sus aliados mundiales. Y dentro de dicha continuidad hegemónica, la "guerra contra el terrorismo" en países como Irak y Afganistán también ha sido una suerte de lucha indirecta contra Irán, Turquía, Rusia y China, potencias con intereses en toda Asia, además de funcionar, o así lo cree la élite sionista-estadounidense, como especie de muro de contención regional del creciente poder y progresiva influencia de Rusia y China en toda la Tierra, lo que por supuesto es un problema para el Imperio norteamericano y sus socios.