No recuerdo en el pasado, y hablo de las últimas décadas del siglo XX por lo menos, que los venezolanos en general les dieran tanta importancia a las elecciones presidenciales de EEUU y estuvieran tan pendientes de su desarrollo. La atención actual es definitivamente muy superior a la prestada anteriormente. Siempre ha habido gente en el país que, por su cultura, su formación profesional, el ambiente donde se desempeñan, sus relaciones políticas y económicas y varios otros aspectos, estuvieron bien enteradas de este tipo de eventos, dada su importancia en el ámbito mundial. De la misma forma, también estaban al tanto de los cambios políticos, económicos y culturales mundiales. Igualmente, siempre existió un segmento de la población ausente del desarrollo de estos sucesos, pues su instrucción formal y desarrollo cultural no se los permitía y la satisfacción de sus necesidades ocupaba la casi totalidad de sus vidas. En medio, un grupo poblacional con un conocimiento e interés de poca profundidad y muy heterogéneo.
En todo caso, el interés era más noticioso y las personas no se involucraban afectivamente, sino quizás en muy contados casos. Lo que los venezolanos conocían más de EEUU eran sus aspectos deportivos y principalmente el caso del béisbol de grandes ligas. Sin lugar a dudas que la interconexión del mundo actual es superior cualitativamente a la del mundo de hace 25 años. La Internet ha sido una revolución en éste y muchísimos otros aspectos, y la rapidez con la que viaja la información es tan grande que prácticamente todo se conoce en el momento de producirse. Y se conoce en todas las formas posibles. Las imágenes viajan de un extremo a otro de nuestro planeta, lo que nos hace testigos presenciales de lo que ocurre. En este ir y venir de sucesos, aunque los particulares juegan un papel más importante del que jugaban en el pasado, las grandes cadenas transnacionales de información imponen sus intereses en lo que se transmite y en lo que se transmite con menor intensidad.
Sin embargo, esta situación no explica totalmente el interés y las emociones que hoy hacen vibrar a los venezolanos en relación a las elecciones de EEUU. Mucha gente, sobre todo aquéllos envueltos por las pasiones políticas, las sienten como si fueran propias. La polarización de la sociedad venezolana y la injerencia en nuestros asuntos por parte de gobiernos extranjeros contribuyen a esta situación un tanto extraña. Pero no sólo es el interés que despiertan, sino que la lucha política nacional es el lente a través del cual se entienden y analizan estos sucesos. Trump es hoy el candidato de los venezolanos que enfrentan visceralmente a Maduro, y los hace sufrir o vibrar de alegría según sus fracasos y éxitos. A Biden lo consideran una piltrafa, un mamarracho que no se entiende como se atreve a enfrentar al catire Trump. Y de la acera de enfrente pasa más o menos lo mismo, aunque con menor intensidad.
A Trump lo aman (love) y a Biden lo odian (hate) expresándose en la misma forma lingüística que lo hacen los anglos parlantes. Trump es Guaidó y Biden es Maduro. A este nivel de simplicidad ha llegado una parte de los habitantes de Venezuela. No hay sino que leer las opiniones que se vierten sobre los debates de los candidatos presidenciales ocurridos en la campaña gringa, para darse cuenta en qué lado está el espectador y como la objetividad desapareció totalmente de la escena política nacional. Otro tanto pasa con la evaluación que se hace de otros eventos políticos en otras regiones. Para estos alienados, López Obrador, Fernández y ahora incorporarán al nuevo Presidente de Bolivia, son unos energúmenos iguales a Maduro, mientras Duque, Bolsonaro, Piñera, son un ejemplo de grandes estadistas, independientemente que sus países se hundan en el narcotráfico, la miseria, la violación de DDHH de manifestantes. Nada importa. Son posiciones tomadas que no cambiarán por nada que pudiera ocurrir.