Soberanía popular o democracia burguesa

Los límites del pensamiento político burgués esconden una concepción elitista, tecnocrática y clasista del ejercicio del poder. Democracia se reduce entonces a comicios electorales, más o menos legítimos, más o menos condicionados. La teoría política burguesa habla explícitamente de "delegación" de poderes:

"un sistema gubernamental que da al pueblo la ilusión de que rige por sí mismo los destinos del país, cuando realmente todo el poder está concentrado en manos de la burguesía, y ni siquiera de toda la burguesía, sino de algunas capas sociales ligadas a esa clase. En el primer periodo de su dominación, la burguesía no comprende o no siente la necesidad de dar al pueblo esta ilusión. Por eso todos los países parlamentarios de Europa han empezado por el sufragio restringido; en todas partes, el derecho a dirigir los destinos políticos del país eligiendo diputados, ha pertenecido primero a los propietarios más o menos ricos, y sólo después se ha extendido a los ciudadanos menos favorables por la fortuna, hasta el momento en que el privilegio de algunos ha llegado a ser el derecho de todos y cada uno, en determinados países.

En la sociedad burguesa, cuanto más considerable es el patrimonio social, menor es el número de los que se lo apropian. Lo mismo ocurre con el poder: a medida que crece la masa de ciudadanos que gozan de derechos políticos y de gobernantes nombrados por elección, el poder efectivo se concentra y llega a ser el monopolio de un grupo de personalidades cada vez más reducido…

"1) La democracia formal, delegado, "republicana", es resultado de la irrupción de la burguesía en escenario político europeo, en especial en Inglaterra, Francia y Alemania. Es decir los regímenes más militaristas y más expansionistas que hayan tenido lugar en el siglo XVIII y XIX.

En los hechos nunca se ha tratado de un fenómeno mundial, sino que es el resultado histórico de unas determinadas relaciones de poder, en una determinado contexto local y nacional: el auge y la expansión de las relaciones capitalistas de producción y satisfacción de necesidades. La partidacracias burguesa (sus gerentes), estructuró los regímenes políticos a su criterio. Centralizando el control administrativo y político, disolvió y persiguió al mismo tiempo cualquier forma de organización comunitaria permanente, que supusiera un obstáculo a la acumulación del capital. En concreto, ese momento histórico, coincide con la estructuración de los Estados nacionales europeos contemporáneos, con la organización de los grandes aparatos de administración y control social, de los ejércitos permanentes y con una gran concentración de la tierra, lo que produjo una rápida sobrepoblación urbana, e incluso redujo el promedio de vida de entre 24 a 21 años. Esta descripción mínima servirá para ilustrar el contexto en el que aparece como expresión política el Jesuitísmo, como respuesta reaccionaria y a la vez reformadora del antiguo orden medieval frente a las ideas "heréticas", y la filosofía política aristocrático-liberal.

"…Los movimientos heréticos de la Edad media, como reacción simultánea contra el politiquerismo de la Iglesia y contra la filosofía escolástica que fue su expresión, sobre la base de los conflictos sociales determinados por el nacimiento de los Municipios, fueron una ruptura entre las masas y los intelectuales de la Iglesia, ruptura "cicatrizada" por el nacimiento de movimientos populares religiosos reabsorbidos por la Iglesia con la formación de las órdenes mendicantes y con la creación de una nueva unidad religiosa."2

Este es el origen del populismo contemporáneo; aunque su marca de nacimiento es la Santa Alianza; del cual la restauración burguesa en Francia, y el "imperialismo" bonapartista de Luis Felipe de Orleans, fueron apenas una expresión histórica. Ese "Cesarismo" que también tuvo su correlato despótico-totalitario en Japón, China y hasta en la URSS de post guerra, estaba sostenido en realidad en una comprensión instrumental del poder político y en un profundo desprecio por la participación activa de las masas en la autogestión de sus necesidades y en el autogobierno de la comunidad. Soberanía nacional, no significaba entonces, cómo tampoco significa en nuestros días Soberanía popular. Por eso Bonapartismo y "Jesuitismo" solo pueden ser entendidos como una estrategia reaccionaria.

Continua Antonio Granados

"Pero la contrarreforma [burguesa-monárquica-religiosa] esterilizó este hervor de fuerzas populares: la Compañía de Jesús es la última gran orden religiosa, de origen reaccionario y autoritario, con carácter represivo y "diplomático", que señaló con su aparición el endurecimiento del organismo católico. Las nuevas órdenes surgidas con posterioridad tienen un escasísimo significado "religioso" y tienen, en cambio, un gran significado "disciplinario", sobre las masas; son ramificaciones o tentáculos de la Compañía de Jesús o se han convertido en tales; son instrumentos de "resistencia" para conservar las posiciones políticas adquiridas, no fuerzas renovadoras de desarrollo. El catolicismo se ha convertido en "jesuitismo". El modernismo no ha creado "órdenes religiosas" sino un partido político…"

Estado Transnacional y Dictadura Mundial

Durante todo el siglo XX la propaganda contrainsurgente "anticomunista" sostuvo una tesis central: "Capitalismo" es igual a "Democracia".3 "Comunismo" es igual a "Dictadura". Una tesis que dio lugar a todo tipo de interpretaciones neoconservadoras pero también a desbordantes desvaríos intelectuales pequeñoburgueses, y que allanó el camino al nazi-fascismo; régimen que sirvió de antecedente a todas las dictaduras militares antipopulares de Europa y América Latina.

En tanto que "Socialismo" fue convertido en sinónimo de "despotismo totalitario", tiranías, gulags, chekas; y la "autodeterminación de los pueblos" significaba en la práctica, el control de los mercados y las divisas de los países coloniales y semicoloniales, entonces y como contraparte, desde la década de los años veinte, todas las potencias capitalistas alimentaron la maquinaria de los pogromos, los campos de concentración, los regímenes racistas y militaristas, la cacería de intelectuales de izquierda en todo el mundo. Esa política de segregación, persecución, aislamiento y exterminio no se ha detenido nunca desde la restauración monárquica francesa. O quizás deberíamos decir que desde mucho antes, al menos desde las guerras campesinas en Alemania. Mientras tanto, el centro de gravedad de la política y la economía mundial cambiaron de manera definitiva.

La utopía nazi-fascista del "final" de la lucha de clases, la comunidad organizada, que implicó la reinstauración de métodos y condiciones de explotación laboral esclavistas, fue deliberadamente reelaborada. Claro que también con un componente religioso, ya no solo jesuítico, sino calvinista: el american way of life. "Libertad", si, pero para "occidente", para los "elegidos". Y "democracia", si, pero mientras "eso" no implique perdida de privilegios para la élite burguesa dominate. En concreto; toda "la democracia" que su dinero pueda comprar.

"Es evidente que en los futuros conflictos sangrientos, al igual que en todos los anteriores, serán sobre todo los obreros los que tendrán que conquistar la victoria con su valor, resolución y espíritu de sacrificio. En esta lucha, al igual que en las anteriores, la masa pequeñoburguesa mantendrá una actitud de espera, de irresolución e inactividad tanto tiempo como le sea posible, con el propósito de que, en cuanto quede asegurada la victoria, utilizarla en beneficio propio, invitar a los obreros a que permanezcan tranquilos y retornen al trabajo, evitar los llamados excesos y despojar al proletariado de los frutos de la victoria. No está en manos de los obreros impedir que la pequeña burguesía democrática proceda de este modo, pero sí está en su poder dificultar la posibilidad de que esta se imponga al proletariado en armas y dictarles unas condiciones bajo las cuales la dominación de los demócratas burgueses lleve desde el principio el germen de su caída, facilitando así considerablemente su ulterior sustitución por el poder del proletariado…"4

El debate que la realidad política mundial nos impone, va mucho más allá de las descripciones y las apologías. El "republicanismo", que no siempre ha sido sinónimo de "parlamentarismo" o de institucionalidad burguesa, encontró su críticos más brillantes entre los comunistas. El comunismo como corriente histórica es la prueba misma de los límites de la república burguesa.

Para entender la dimensión de esa crítica radical del comunismo, repacemos este pasaje profundamente reaccionario de Hegel

"En un pueblo libre, por tanto, está efectivamente realizada en verdad la razón; ella es espíritu vivo presente, en que el individuo no sólo encuentra expresada su determinación, es decir, su esencia universal y singular, y la encuentra presente como coseidad, sino que él mismo es esta esencia y ha alcanzado también su determinación. De ahí que los hombres más sabios de la antigüedad hayan formulado la sentencia de que la sabiduría y la virtud consisten en vivir conforme a las costumbres de su pueblo."5

Desde Gracco Babeuf, los comunistas diferencian las formas del contenido. República, es apenas una forma transitoria de organización del poder político burgués, y solo puede significar soberanía popular, en tanto el régimen político interprete a las mayorías soberanas. Es decir: República Popular, democracia de masas, Democracia popular revolucionaria; lo que solo puede ser sinónimo de revolución socialista. No es Estado, como determinación según el modelo Hegeliano-liberal-burgués, sino como realidad cristalizada. Ni esencia, ni espíritu. Pugna y devenir.

" La misión de la historia consiste, pues, una vez que ha desaparecido el más allá de la verdad, en averiguar la verdad del más acá. Y, en primer término, la misión de la filosofía, que se halla al servicio de la historia, consiste, una vez que se ha desenmascarado la forma de Santidad de la autoenajenación humana, en desenmascarar la autoenajenación en sus formas no santificadas. La crítica del cielo se convierte con ello en la crítica de la tierra, la critica de la religión en la crítica del derecho, la critica de la teología en la crítica de la política (…) La crítica que se ocupa de este contenido es la crítica en la refriega, y en la refriega no se trata de saber si el enemigo es un enemigo noble y del mismo rango, un enemigo interesante, sino que se trata de darle una paliza. Se trata de no conceder a los alemanes ni un solo instante de ilusión y de resignación. Hay que hacer la opresión real todavía más opresiva, añadiendo a aquélla la conciencia de la opresión, haciendo la infamia todavía más infamante, al pregonarla (…) Hay que enseñar al pueblo a asustarse de sí mismo, para infundirle ánimo."6

Para los revolucionarios comunistas, en especial para Marx y Engels, no son los Estados, ni siquiera las "instituciones" los sujetos de la soberanía. Ni menos aún los gerentes burgueses del aparato de gobierno de esos Estados, los "receptores" de "la" soberanía popular, (una nueva ‘invención’ neopopulista webberiana y sindicalera), sino los pueblos. Esa lógica democrática-instituyente que supera las formas históricamente heredadas, supone la participación masiva en la vida política. Supone superar el lobby parlamentario y las alianzas con fracciones de las burguesías locales, súbditos y agentes del poder transnacional.

"Resumiendo y concluyendo: La única liberación prácticamente posible de Alemania es la liberación desde el punto de vista de la teoría, que declara al hombre como la esencia suprema del hombre. En Alemania, la emancipación de la Edad Media sólo es posible como la emancipación, al mismo tiempo, de las parciales superaciones de la Edad Media. En Alemania, no puede abatirse ningún tipo de servidumbre sin abatir todo tipo de servidumbre en general. La meticulosa Alemania no puede revolucionar sin revolucionar desde el fundamento mismo. La emancipación del alemán es la emancipación del hombre."7

Esa es la autentica comprensión comunista del concepto de Democracia. La Emancipación del hombre y la mujer –de toda forma de servidumbre–. No es la ‘democracia’ de los patricios de la república romana, ni es la democracia esclavista de Aristóteles. No es el "derecho a la felicidad" de los ‘padres fundadores’ de los EE.UU. De tal modo, podemos afirmar que Marx nunca fue un "republicano" en la acepción burguesa del término. No significa que los comunistas del siglo XIX no comprendieran las condiciones políticas que las fronteras nacionales implicaban en cada región de Europa y del mundo; sino que; nunca definieron la lucha entre explotadores y explotados como expresión de pugna entre nacionalidades, razas, culturas, o "civilizaciones", o como resultado de "conspiraciones contra el orden social", "violencia irracional" o "amenaza" a la vida pública en comunidad.

"A ninguno de estos filósofos se le ha ocurrido siquiera preguntar por el entronque de la filosofía alemana con la realidad de Alemania, por el entronque de su crítica con el propio mundo material que la rodea.

Las premisas de que partimos no tienen nada arbitrario, no son ninguna clase de dogmas, sino premisas reales, de las que sólo es posible abstraerse en la imaginación. Son los individuos reales, su acción y sus condiciones materiales de vida, tanto aquellas con que se han encontrado como las engendradas por su propia acción."8

El derecho en el que se sostiene la teoría política comunista es de un carácter superior a cualquier formula que el pensamiento burgués pueda ser capaz de elaborar; es el derecho a la vida. La conclusión histórica es que el sistema capitalista se alimenta y se nutre de vida-humana-muerta, una lógica de apropiación de los bienes comunes de la humanidad que desprecia y destruye la vida.

"La inversión y confusión de todas las cualidades humanes y naturales, la conjugación de las imposibilidades; la fuerza divina del dinero radica en su esencia en tanto que esencia genérica extrañada, enajenante y autoenajenante del hombre. Es el poder enajenado de la humanidad.

Lo que como hombre no puedo, lo que no pueden mis fuerzas individuales, lo puedo mediante el dinero. El dinero convierte así cada una de estas fuerzas esenciales en lo que en sí no son, es decir, en su contrario. Si ansío un manjar o quiero tomar la posta porque no soy suficientemente fuerte para hacer el camino a pie, el dinero me procura el manjar y la posta, es decir, transustancia mis deseos, que son meras representaciones; los traduce de su existencia pensada, representada, querida; a su existencia sensible, real; de la representación a la vida, del ser representado al ser real. (…) Como tal potencia inversora, el dinero actúa también contra el individuo y contra los vínculos sociales, etc., que se dicen esenciales. Transforma la fidelidad en infidelidad, el amor en odio, el odio en amor, la virtud en vicio, el vicio en virtud, el siervo en señor, el señor en siervo, la estupidez en entendimiento, el entendimiento en estupidez.

Como el dinero, en cuanto concepto existente y activo del valor, confunde y cambia todas las cosas, es la confusión y el equivalente universal de todo, es decir, el mundo invertido, la confusión y el trueque de todas las cualidades naturales y humanas.

Aunque sea. cobarde, es valiente quien puede comprar la valentía. Como el dinero no se cambia por una cualidad determinada, ni por una cosa o una fuerza esencial humana determinadas, sino por la totalidad del mundo objetivo natural y humano, desde el punto de vista de su poseedor puede cambiar cualquier propiedad por cualquier otra propiedad y cualquier otro objeto, incluso los contradictorios. Es la fraternización de las imposibilidades; obliga a besarse a aquello que se contradice.9

No se trata entonces del derecho Internacional abstracto, o de tribunales supranacionales. No se trata de los "Derechos humanos" de la Declaración de los derechos del Hombre y del ciudadano. Sino del derecho al autogobierno. Autogobierno, que es mucho más que "libre albedrío", "libre pensamiento", libertades individuales…

"El carácter propio de la social-democracia se resumía en su reclamo de instituciones republicanas democráticas, no como medio de suprimir los dos extremos, el capital y la clase asalariada, sino de atenuar su antagonismo y transformarlo en armonía. Cualquiera haya sido la diversidad de medidas que se puede proponer para lograr este fin, cualquiera sea el carácter más o menos revolucionario de las concepciones de que pueda estar revestido, el contenido sigue siendo el mismo. Es la transformación de la sociedad por vías democráticas. Pero una transformación de la sociedad dentro del marco pequeño burgués. No se debe admitir la concepción limitada que atribuye a la pequeña burguesía el principio de hacer triunfar su interés egoísta de clase. Por el contrario, la pequeña burguesía cree que las condiciones particulares de su liberación son las condiciones generales fuera de las cuales la sociedad moderna no puede salvarse ni la lucha de clases ser evitada. No se debe pensar, tampoco, que los representantes demócratas son todos shop-keepers (tenderos) o que se entusiasman por estos últimos. Por su cultura y por su situación personal, pueden estar separados por un abismo de estos últimos. Lo que los convierte en representantes de la pequeña burguesía es el hecho de que sus cerebros no pueden superar los límites que el pequeño burgués no supera en su vida y que, en consecuencia, se ven empujados teóricamente a los mismos problemas y las mismas soluciones a los que empujan sus intereses materiales y su situación social a los pequeños burgueses. Tal es, en términos generales, la relación que existe entre los representantes políticos y literarios de una clase y la clase que representan."10

"A cada quien según su capacidad, a cada cual según su necesidad", no solo significa satisfacción de necesidades materiales inmediatas.

"Nosotros socialistas, somos más libres por ser más plenos, y somos más plenos por ser más libres."; así describía el Comandante Ernesto Guevara la libertad comunista.

Un pasaje que bien podría considerarse de inspiración humanista de Ernesto Guevara y que debería leerse como una sentencia, inspirada en la misma clave romántica-revolucionaria del joven Carlos Marx:

"Si suponemos al hombre como hombre y a su relación con el mundo como una relación humana, sólo se puede cambiar amor por amor, confianza por confianza, etc. Si se quiere gozar del arte hasta ser un hombre artísticamente educado; si se quiere ejercer influjo sobre otro hombre, hay que ser un hombre que actúe sobre los otros de modo realmente estimulante e incitante. Cada una de las relaciones con el hombre –y con la naturaleza– ha de ser una exteriorización determinada de la vida individual real que se corresponda con el objeto de la voluntad. Si amas sin despertar amor, esto es, si tu amor, en cuanto amor, no produce amor recíproco, si mediante una exteriorización vital como hombre amante no te conviertes en hombre amado, tu amor es impotente, una desgracia."11

Derecho a la vida, libertad como exteriorización vital y por tanto derecho de rebelión. Que no se trata del derecho a un juicio, o el derecho al sufragio, sino del derecho a la plena humanidad. Ese es el ‘humanismo acabado’, del que el comunismo libertario, y el movimiento revolucionario de los pueblos del mundo que luchan contra el capital, son vanguardia combatiente desde hace ya más de dos siglos.

Los Estados-nación no son, (ni pueden serlo) un modelo históricamente acabado, menos aún definitivo. Más bien Marx y Engels entendieron exactamente lo contrario. Observaron claramente la diferencia entre pueblos-nación y Estados nacionales. Su crítica a la filosofía de Hegel, a la "Economía nacional" en Alemania, a la "burguesía nacional" francesa, hablan a las claras de su comprensión Internacionalista (y por tanto proletaria) del devenir geopolítico del mundo postcapitalista.

Hoy la disyuntiva es más obvia que nunca: tiranía mundial o democracia revolucionaria. Cada día los pueblos del mundo son más conscientes de que la vida humana, tal como la conocemos, depende de quiénes sean los que impongan las condiciones políticas, y las prioridades de la ‘civilización’ humana.

*"
https://elsudamericano.wordpress.com/2018/09/27/soberania-popular-o-democracia-burguesa/#:~:text=contradice.9,los%20convierte%20en

 

 



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Antonio J. Rodríguez L.


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