La comunidad Amish, conocida por su estilo de vida austero y su rechazo a la tecnología moderna, ha sido un pilar histórico en Estados Unidos. Su dedicación a las costumbres y tradiciones religiosas, junto con una ética de trabajo inquebrantable, los ha convertido en una potencia económica y social. A través de métodos y herramientas rudimentarias, satisfacen todas sus necesidades existenciales, produciendo sus alimentos, ropa, calzado y vivienda bajo la dirección de Dios.
Tradicionalmente apolíticos, los Amish no participan en la dirección y organización política. Sin embargo, en el condado de Lancaster, una situación inesperada cambió el curso de los acontecimientos. Una inspección del departamento de agricultura en la granja de Amos Miller, motivada por denuncias sobre la calidad de su leche, fue percibida como una retaliación del gobierno de Biden, conocido por su mano dura contra esta comunidad.
La respuesta de los Amish fue contundente. Sin teléfonos, vehículos ni medios de comunicación, y siendo menos de 50 mil con derecho a voto, su influencia parecía limitada. No obstante, su producción de bienes y servicios beneficia a más de 250 mil habitantes, quienes, en solidaridad, decidieron pintar de rojo el condado. Así, sumaron los votos de aquellos que tradicionalmente no votaban, apoyando a Trump y rechazando la iniquidad del gobierno de Biden.
Pensilvania, con sus 19 colegios electorales, se convirtió en un referente nacional, dejando una lección invaluable para los pueblos del mundo. La esperanza es que Trump corresponda a este inesperado apoyo.