El anuncio del presidente Uribe de su decisión de enviar a las fuerzas armadas neogranadinas a cercar a las FARC -sobretodo a aquellos sitios donde existe información de inteligencia (y del sistema de satélites norteamericanos) que localizaría los campos de prisioneros de la guerrilla- marca un nuevo hito en el proceso de escalada bélica del gobierno colombiano, apoyado y dirigido por la Casa Blanca.
Esta decisión vuelve a mostrar el doble discurso del presidente Uribe, que primero viaja a Europa con un planteo suavizado respecto a las FARC, en el que incluye la propuesta de revitalizar la mediación de los tres países europeos (Francia, España y Suiza), que ya había fracasado, e inmediatamente después toma una medida de fuerza que vuelve casi nulo el espacio de negociación.
Estamos frente a un indicador de cómo la solución militar pareciera ser el camino elegido por el gobierno colombiano, sus acciones de “seguridad democrática” tienden a basarse exclusivamente en la política del garrote. Encaja perfectamente con la visión de Bush y los neoconservadores de imponer por la fuerza la presencia de los Estados Unidos en todo el planeta.
Además de los cambios que ya está produciendo dentro de la sociedad colombiana esta política agresiva (aún muchos de los que hasta ayer apoyaban a Uribe en Colombia se declaran hoy opuestos a esta medida que deja sólo la solución militar como alternativa), esta escalada pudiera tener consecuencias serias para Venezuela.
Ya hace tres meses, en ocasión de su visita a Caracas, Thierry Meyssan (director de la Red Voltaire y reconocido analista internacional) nos exponía su visión geopolítica de la región. Decía que a Estados Unidos no le interesaba en este momento una agresión militar directa a Venezuela, vista su difícil posición militar en Irak y Agfanistán y su intención de atacar a Irán, y considerando las dificultades geográficas y las consecuencias políticas que tendría una invasión a territorio venezolano. Que los planes militares estadounidenses pasaban ahora por una agresión militar indirecta, a través de Colombia y Perú. Que promoverían, apoyarían y estimularían las tensiones entre ambos países y Venezuela con el objetivo de provocar un conflicto armado “local”.
Si en ese momento esa hipótesis pudo parecer atrevida, los hechos parecieran estar acercándonos a ella. La creciente tensión entre ambos gobiernos, con las reacciones indignadas del presidente Chávez ante las acciones y declaraciones del gobierno de Colombia (de Uribe y de algunos de sus ministros o allegados) y los aparentes esfuerzos del gobierno neogranadino por echar leña al fuego en una caldera que está acumulando demasiada presión, parecen ir acercándonos hasta una situación límite.
Si a esto agregamos la presencia cada vez más notoria de paramilitares en la parte venezolana de la frontera con Colombia (y a veces hasta lejos de la frontera, profundo en territorio venezolano), el cuadro parece complicarse.
La semana pasada el presidente Hugo Chávez denunció públicamente esta situación, advirtiendo que se estaba preparando una agresión militar contra Venezuela. Esta advertencia fue respuesta a declaraciones de personeros del alto gobierno colombiano, que intentan implicar al alcalde de la ciudad de Maracaibo en relaciones directas con el narcotráfico, y que hablan de la posibilidad de una incursión en territorio venezolano de las fuerzas armadas colombianas para aprehenderlo y juzgarlo en Colombia, lo cual constituiría un incidente capaz de desatar un conflicto armado.
Ni el gobierno y ni el pueblo de Venezuela, ni el pueblo colombiano, creen ni son los gestores de un posible enfrentamiento bélico, a pesar existir tradicionalmente algunas posturas radicales y xenófobas de minorías en ambos países. La política de Uribe parece estar cada vez más (sobre todo a partir de que se acerca el fin del mandato de Bush) guiada por la prisa de la Casa Blanca en resolver rápidamente los obstáculos que impiden la hegemonía global propuesta por los neocom.
En las últimas semanas las declaraciones de los altos funcionarios de EE.UU. han intentado relacionar al gobierno del presidente Chávez con el abastecimiento en dinero y pertrechos a las FARC, denunciando una comunidad de propósitos y una acción conjunta entre los insurgentes y el gobierno venezolano. Igualmente han acusado a Venezuela de ser un estado que no combate el narcotráfico, sugiriendo que no lo hace porque es cómplice en él. Esta escalada declaratoria se parece sospechosamente a la realizada por los voceros norteamericanos cuando preparaban una matriz de opinión que justificara la guerra de Irak.
A toda esta situación general pueden agregarse en los últimos tiempos, las declaraciones de los voceros de la oposición venezolana más radical, que manejan ahora la idea de que es necesario impedir de cualquier forma que el presidente Chávez finalice los últimos cinco años de su mandato. Son los mismos sectores que apoyan públicamente las posiciones del gobierno norteamericano y del gobierno colombiano.
En definitiva, y sin ninguna intención de alarmismo, se vislumbran síntomas de que se está intentando configurar un enfrentamiento bélico entre Colombia y Venezuela. En respuesta a esos síntomas podemos realizar un análisis superficial de ese posible escenario y establecer algunos parámetros del mismo:
- El recrudecimiento bélico interno de Colombia pudiera constituirse en un buen ejercicio para sus fuerzas armadas en caso de enfrentamiento con Venezuela.
- Las fuerzas armadas colombianas están mejor armadas que las venezolanas, producto de los planes Colombia y Patriota que vienen desarrollándose hace años en el vecino país y que les han proporcionado armamento actualizado, apoyo logístico de organización y operacional por parte de los EE.UU.
- En el escenario de una confrontación armada las fuerzas armadas colombianas contarían con la información en tiempo real de la red de satélites espías norteamericanos para su desempeño, factor muy importante en la guerra contemporánea.
- Las fuerzas armadas colombianas cuentan también a su favor con un factor muy importante en toda confrontación armada, la experiencia de combate que le proporciona su lucha de muchos años contra los insurgentes.
- A pesar de los esfuerzos realizados por el gobierno del presidente Chávez por poner al día el armamento de las fuerzas armadas venezolanas, la obsolencia de muchos de sus equipamientos, acumulada en años de no renovación por parte de la cuarta república sigue siendo importante.
Claro que estas consideraciones se refieren a un escenario que, a pesar de los síntomas, sigue hoy siendo hipotético. Existen y están presentes en la situación general, factores que van más allá de las posibles intenciones, tanto del gobierno de los EE.UU como del colombiano. Factores como la presión interna en la sociedad colombiana y el creciente desprestigio de Uribe, la posible presión internacional (sobre todo la de la comunidad suramericana), el equilibrio o desequilibrio entre el esfuerzo bélico frente a las FARC y la posibilidad de un nuevo frente, las composiciones internas de poder dentro de Colombia y su reacción frente a esta alternativa, la respuesta de las FARC al recrudecimiento de la lucha en territorio neogranadino, la posibilidad que todo se reduzca a una forma más de presión sobre el gobierno de Chávez para colaborar en su desestabilización, y algunos factores más encubiertos en la compleja situación global.
Para Venezuela sólo cabe estar muy atenta a como se van desenvolviendo los acontecimientos, a fin de no encontrarse repentinamente con una situación que puede ser muy perjudicial para todos.
Miguel Guaglianone
Escritor uruguayo-venezolano radicado en Caracas,
investigador
independiente
Contacto: http://www.voltairenet.org/email120192.html?lang=es