El cruento episodio de la guerra civil colombiana en el cual resultara muerto Raúl Reyes, el segundo hombre en el mando de las FARC, ha provocado una conmoción en el ámbito internacional, llevando el conflicto interno neogranadino a convertirse en un nuevo factor de la geopolítica global.
Sus repercusiones políticas siguen ampliándose como los círculos concéntricos provocados por una piedra sobre el agua, y no muestran todavía hasta dónde pueden llegar sus consecuencias. No sólo se trata de la creciente tensión bélica entre Colombia y Ecuador junto a Venezuela, que está provocando de uno y otro lado movimientos de tropas hacia las respectivas fronteras, sino que además de haber generado el rechazo de muchos gobiernos, los resultados de este evento están colocando a la OEA (Organización de los Estados Americanos) ante su propia impotencia para mediar eficazmente en el creciente conflicto.
Posiblemente estamos en una hora de verdades, el organismo multinacional que fuera creado a instancias de los Estados Unidos para controlar su influencia a nivel de los gobiernos en Latinoamérica, está mostrando que su actual composición se halla cerca de la fractura, a pesar de los esfuerzos de algunos países miembros por fungir realmente como mediadores. Los tiempos han cambiado y el panorama político de nuestro continente también. Estamos lejos de aquel momento a principio de los años 60 en que prácticamente todos los gobiernos latinoamericanos apoyaran la expulsión de Cuba del seno de la organización, gestada y promovida por los EE.UU.
Sin embargo, sin poder todavía evaluar todas las consecuencias geopolíticas del ataque de las fuerzas armadas colombianas a las FARC en territorio ecuatoriano, lo que sí podemos ver con cierta certeza es como este episodio marca por primera vez y con toda claridad la presencia en nuestro continente de la “guerra contra el terrorismo” creada por la administración Bush.
La caída de las Torres Gemelas fue el pretexto para declarar una “guerra mundial al terrorismo”, que ya se ha probado estaba planificada desde por lo menos una década atrás. Esta nueva forma de hacer la guerra, concebida por los “Think tanks” neoconservadores y los estrategas del pentágono, inauguró un estilo que nuestra civilización no veía desde las “innovaciones” que los nazis realizaran en los enfrentamientos armados entre grupos humanos, durante la Segunda Guerra Mundial.
Arrasó con la convenciones de Ginebra, creando campos de concentración del tipo Guantánamo, dónde los prisioneros no disfrutan de ningún tipo de derechos, siendo sometidos a torturas que hoy se disfrazan de “interrogatorios a presión”, con privación sensorial y agresión física. Estableció los vuelos secretos coordinados por la CIA (Central Intelligence Agency) para poder transportar prisioneros a países dónde la tortura mayor pueda ejercerse con facilidad. Y en lo directamente militar incluyó el uso de la mejor tecnología que los Estados Unidos (y el Complejo Militar Industrial) han logrado desarrollar.
En lo interno norteamericano, a través de la Ley Patriota, dejó de lado los derechos de privacidad y el sistema judicial garantizados por su Constitución, permitiendo el espionaje de las personas, las detenciones y allanamientos sin orden judicial, la retención ilegal e innumerables violaciones más.
Y en lo militar, además del uso de la alta tecnología (como por ejemplo las bombas de penetración usadas en Afganistán) y otros sistemas, diseñó la táctica de los “asesinatos selectivos”, que ha venido desarrollando y perfeccionando (casualmente después de las Torres Gemelas) el Estado de Israel en el Medio Oriente.
¿En que consisten los “asesinatos selectivos” (nombre que curiosamente ha sido definido públicamente por el gobierno israelí)? Por medio de fuentes de inteligencia (ya sea de la manera tradicional o usando la observación desde satélites espías) se determina geográficamente, con mucha precisión, la ubicación de personas (no grupos en combate) a las que se considera enemigas y peligrosas. Una vez determinada su localización, sin importar que ella esté en territorio de guerra o en sitios civiles, sin tener en cuenta soberanías nacionales, las fuerzas aéreas (con aviones de caza o helicópteros de última generación) realizan un bombardeo “táctico” que “limpia” el área elegida. Por supuesto que en el caso de Medio Oriente, por mayor precisión que tenga el bombardeo, siempre queda una secuela de “daños colaterales”. Civiles, hombres, mujeres, niños y ancianos muertos y heridos son nada más que eso, “daños colaterales”.
En este caso, las fuerzas armadas colombianas ha aplicado con esmero esta táctica, llegando a complementarla con el posterior ataque de comandos (que a veces utiliza el ejército israelí) quienes “remataron” al grupo de guerrilleros luego del bombardeo (en el video difundido por Telesur puede verse un cadáver en paños menores con cinco disparos por la espalda). El gobierno colombiano declaró que su ubicación se logró gracias al uso de “tecnología de punta”, aunque organizaciones de derechos humanos en Colombia y Ecuador denunciaron que se había logrado con la detención y tortura de habitantes del lugar. Sin embargo, acudiendo también a los videos, es posible apreciar como el propio bombardeo fue realizado por misiles o bombas de alta tecnología, por la precisión de sus impactos (en un área pequeña como era el campamento de los insurgentes, el bombardeo no afectó la zona de cocina, que exceptuando por la marca de algunos disparos de armas de fuego, no fue afectada por las ondas expansivas). Debieron usarse cohetes de alta precisión o bombas dirigidas por láser, o sensores de calor humano, tecnologías de las que solamente disponen las fuerzas armadas de los EE.UU. en nuestro hemisferio.
En definitiva, se ha hecho presente en nuestro continente latinoamericano la “guerra mundial antiterrorista”. No es necesario insistir demasiado en la gravedad de esta situación. Este incidente puede ser el inicio de una internacionalización de esas metodologías de ataque, de una expansión a Latinoamérica de la misma guerra que se está librando en Afganistán e Irak y pretende ampliarse a Irán.
E-mail: miguelguaglianone@gmail.com