Mediante bandas fascistas el Departamento de Estado lanzó el 9 de septiembre una ofensiva violenta con eje en Santa Cruz, Pando y Tarija.
El gobierno de Evo Morales calificó este accionar como “golpe cívico prefectural”. La expresión apunta a subrayar que las fuerzas armadas no son el instrumento de esta escalada, basada en cambio en los gobiernos de los departamentos de la llamada Media Luna. En ese sentido la definición es ajustada a la realidad. Sin embargo, estas operaciones no tienen como objetivo un golpe de Estado tal como los que la Casa Blanca promovió en innumerables oportunidades en América Latina. Washington sabe que el derrocamiento de Evo y la implantación de otro gobierno, por vía civil o militar, es una perspectiva cerrada por todo un período en Bolivia.
La táctica estadounidense está centrada en detonar una guerra civil. Operaciones terroristas contra puntos vitales de la estructura económica y el aparato del Estado; utilización de bandas fascistas contra la base social de la revolución en marcha (abrumadoramente hegemónica); secesión de la Media Luna: son peldaños de una escalada apuntada a provocar la lucha fratricida. El asesinato de Evo; la aniquilación de dirigentes sociales y políticos claves, son otros recursos que sin duda alguna intentarán los estrategas estadounidenses.
Significado de la escalada
El análisis trata de desentrañar la realidad de hoy con parámetros del pasado. Las burguesías locales y el imperialismo podían dar golpes de Estado cuando tenían instrumentos militares, políticos, sindicales y sociales en condiciones de ejercer la hegemonía necesaria para gobernar bajo fachadas más o menos represivas. Eso acabó. Una a una, las instituciones de las clases dominantes han perdido su capacidad como instrumentos válidos para el ejercicio del poder. Y esta afirmación no sólo es válida para Bolivia: toda América Latina está en la misma situación. Hoy el imperialismo ni siquiera puede apelar al recurso del golpe militar. Requiere y utiliza la violencia, pero su estrategia ya no consiste en imponer un gobierno títere. Antes de volver a pensar en esa posibilidad, necesita infligirle a las masas una derrota letal. En la época de crisis y declinación irreversible del capitalismo eso sólo es posible mediante el fascismo y la guerra civil.
Es exactamente lo que han puesto en marcha los agentes de Washington en Bolivia. El imperialismo necesita de ese enfrentamiento civil y ya ha lanzado la provocación a gran escala.
La expulsión del embajador de la Casa Blanca indica que Evo Morales comprende exactamente la estrategia imperial y ha resuelto enfrentarla. La inmediata solidaridad de Hugo Chávez, haciendo lo mismo con quien en su territorio promovía una acción análoga, el apoyo incondicional a estas medidas por parte de Daniel Ortega, la decisión del presidente hondureño Manuel Zelaya de suspender la ceremonia de recepción de credenciales del nuevo embajador de Estados Unidos, en solidaridad con Bolivia y Venezuela, son otros tantos indicativos de la rebelión antimperialista que se agiganta en América Latina. Estos países se sumaron así a la histórica conducta de la Revolución Cubana. Cuando el imperialismo apela al fascismo, la diplomacia carece de sentido. Quien se asusta del tono empleado por Chávez al reiterar su disposición a defender a Evo Morales incluso enviando combatientes a Bolivia, o bien no ha comprendido el significado de la escalada fascista, o bien programa una negociación en cuya conclusión está la cabeza de Evo. Pero Chávez no está solo. Seremos cientos de miles quienes en América Latina nos alistaremos para defender con las armas la revolución en Bolivia frente al ataque imperialista, si una enérgica acción internacional no logra detenerlo.
Unasur
Otro indicativo de los cambios en las relaciones de fuerza continental es la realización de una reunión de emergencia de Unasur, en Santiago, el lunes 15. Allí reside la posibilidad de detener la mano asesina de la Casa Blanca. Cada gobierno mostrará hasta dónde llega su compromiso con la democracia, la paz y la unión regional. La diversidad de los componentes de la Unión de Naciones Suramericanas asegura una dura disputa. Pero el mínimo común es el apoyo incondicional al gobierno de Evo (con su reciente ratificación con el 67,41% de los votos tiene más legitimidad social que ninguno de sus pares), el rechazo a la ingerencia estadounidense y el compromiso de romper relaciones diplomáticas en conjunto con Estados Unidos si Washington persiste en alimentar la escalada fascista. Luiz Inácio da Silva adelantó que “no tenemos derecho a tomar ninguna decisión sin que haya acuerdo del gobierno y la oposición”. Sus asesores en política internacional deberían informarle a Lula que “la oposición” es Estados Unidos y que los jefes políticos locales han tomado por la vía del fascismo. Apenas unos videos y unos testimonios sobre los saqueos y matanzas bastarían para que el presidente brasileño tenga la información suficiente y pueda asumir que las acciones emprendidas en estos días por los separatistas definen una estrategia de guerra, con la cual Estados Unidos pretende recuperar el control que se le va de las manos en América Latina. Eso le concierne también a Brasil.
El fascismo en sentido lato es el primer paso de esa estrategia. Fascismo no es, como se entiende corrientemente, un gobierno o una política represiva. Es la utilización de la población civil para ser lanzada contra otros estratos de la población civil. (Por eso, cuando la teoría política de las clases dominantes comenzó a enfatizar la expresión “sociedad civil”, tergiversando por completo su sentido original, era claro en qué rumbo se orientaba). Es la utilización de sectores de clases medias y de las franjas más empobrecidas y marginalizadas, a las cuales no ha podido llegar el mensaje de la revolución, para lanzarlas como fuerza de choque ciega contra los trabajadores, los campesinos, los estudiantes y los flancos concientes de las capas medias. Es el choque de aquellos que por determinaciones que van mucho más allá de su propia cotidianeidad, no están en condiciones de tomar conciencia de sus actos y contratados como mercenarios son lanzados en operaciones de guerra contra sus hermanos más próximos. Eso es el fascismo. Y siempre, por detrás, hay estrategas del capital que programa sus actos.
Urge una respuesta continental
Aparte los gobiernos, cuyo compromiso puede eventualmente lograr efectos extraordinarios, es otra la instancia latinoamericana que al cabo definirá si la revolución latinoamericana en marcha puede o no enfrentar y vencer la contraofensiva imperialista. Las acciones de solidaridad con el gobierno de Evo Morales en cada país son imprescindibles. Pero no bastan. Urge dar pasos efectivos observando la huella de la nueva fuerza revolucionaria de masas que ha aparecido en el panorama internacional: el Psuv (Partido Socialista Unido de Venezuela). Urge concretar instancias análogas de unidad social y política de masas, con definiciones antimperialistas y anticapitalistas. Urge crear organismos que permitan a las direcciones de esas fuerzas revolucionarias diseñar y aplicar una línea de acción latinoamericana. La historia no perdonará omisiones ni retardos.
La paz, 13 de septiembre de 2008