En junio de 2006, en el libro Rafael Correa: Un extraño en Carondelet señalaba que Carlos Vera, por ese entonces simpatizante del gobierno, en el futuro se transformaría en líder de la oposición. Muchos no creyeron pero sus características personales, sus convicciones políticas, su historia pública y sus posibilidades de proyección electoral lo colocaban como la persona ideal para recibir apoyo de los grupos de poder económico-financiero, mediático y las distintas fuerzas de derecha en un momento determinado.
Era solo esperar para ver. Pero primero era necesario descartar totalmente a la derecha tradicional y a la derecha advenediza estilo Sociedad Patriótica. Era necesario que esa derecha diera la primera pelea contra el gobierno para que, luego de ser derrotada reiteradamente, se abriera un espacio con una imagen de “renovación” de “ciudadanía”, de “pluralidad política y cultural”.
El anuncio se cumplió. Carlos Vera está trabajando en el reaglutinamiento de la derecha, sin apuro, pensando a mediano plazo y un poco más. En principio, utilizando la Ley de Comunicación como caballo de batalla, busca conformar una especie de híbrido en el que se juntan distintos sectores de la derecha supuestamente no contaminada y alejada de la partidocracia.
Este “movimiento” intenta posicionar la idea de que, como dice el propio Vera, no representa ni a la derecha ni a la izquierda, sino a una voz ciudadana que clama por libertad. En ese sentido, muestra la imagen de que todos “tienen la palabra” y “son escuchados”. Para eso cuenta con una exposición mediática de convocantes que expresan la supuesta variedad y desvinculación de la partidocracia. Por eso en las concentraciones políticas, que utilizan como excusa la Ley de Comunicación, hablan personas de distintos sectores.
Unido a eso se muestra un desinterés por futuros cargos públicos o electorales. El derechista coronel Patricio Haro, del grupo Justicia y Libertad, definió claramente la intención de las movilizaciones contra la Ley de Comunicación al señalar que pretenden una “concertación nacional sin ideologías”, “un gran frente que vaya del centro a la izquierda y del centro a la derecha”. Enfatizando además que ni él ni nadie está pensando en una futura participación electoral, algo difícil de creer.
La idea es, paso a paso, ir creando una base social y política con posibilidad de enfrentarse al Presidente Rafael Correa en el mediano plazo, sin apuro, aprendiendo la lección de Venezuela y dejando el cortoplacismo a un lado.
Los sectores de la derecha tradicional, por ahora no se involucrarán directamente en la propuesta para no desvirtuar la imagen de independencia y el discurso “anti” partidocracia. El apoyo llegará en el momento indicado. Cuando las fuerzas estén maduras y la correlación sea más favorable al nuevo reagrupamiento derechista se sumarán a la propuesta con sus aparatos.
El frente de derecha que intenta aglutinar Carlos Vera busca crear una base de apoyo hacia el futuro. La intención es ir consolidándose con pequeñas movilizaciones amplificadas por los medios para posicionar el nombre del periodista vinculado a la imagen de pluralidad y democracia y, sobre todo, que existe un malestar nacional con el Presidente.
Una encuesta realizada el 28 y 29 de noviembre en Quito y Guayaquil señala que el 53.7 % de los quiteños conocía que Vera organizó una marcha contra el gobierno. De esos que conocían, el 59.2 % piensan que fue medianamente exitosa, el 14.9 % que fue exitosa, y el 24.9 % que fracasó. En Guayaquil, el 64.9 % supo de la convocatoria. De los que conocían, el 61.7 % cree que fue medianamente exitosa, el 21.8 % que fue exitosa, el 12,6 % que fue un fracaso y el 3.9 % no responde.
La meta es, llegar en poco tiempo a que más del 90 % de la población esté enterada de que existen las protestas y que la mayoría crea que son exitosas. La reivindicación por parte de Vera de que la postergación del debate sobre la Ley de Comunicación se debe a las movilizaciones cumple con la intención de generar una imagen de éxito e intenta repercutir en otros sectores que se movilizan por otras causas.
En el momento que el 90% de la población del país conozca que las marchas existieron estará posicionada en parte la idea de malestar contra el gobierno. Y cuando la mayoría de ese porcentaje crea que fueron exitosas es el momento de ir a juntar firmas para pedir revocación del mandato presidencial porque se lograron crear las bases subjetivas necesarias para posicionar un supuesto malestar colectivo con el gobierno. En ese instante, Vera y su “movimiento” capitalizarán las movilizaciones propias y ajenas.
Si a ese “movimiento” se suman más figuras indígenas, que aunque no sean dirigentes tengan notoriedad mediática, personajes de otros sectores sociales y una figura nacional como Jefferson Pérez, el objetivo de un reagrupamiento con bases políticas firmes se habría cumplido.
Carlos Vera ya mencionó que en el futuro Jefferson Pérez podría liderar este reaglutinamiento. Sin embargo, por su edad, parece más viable que Pérez vaya a una vicepresidencia o liderar una propuesta electoral para el legislativo, donde pueda recoger experiencia para unos años más tarde.
Pérez es conocido y tiene una excelente imagen a nivel nacional. Simbólicamente representa la posibilidad del Sí se puede. Para la población es un ecuatoriano que surgió de abajo y llegó al éxito mundial a nivel deportivo pero no descuidó su educación y su formación, preocupado siempre por su familia y con un discurso serio y muy creíble. Ahora se muestra emprendedor, con trabajo social vinculado a la niñez a través de su fundación, y se sigue formado para hacer carrera política. Ya salió el primer libro para niños sobre su vida y anunció que está escribiendo pensando publicar en el futuro. Tiene la posibilidad de que todo lo que hace repercute mediáticamente, y no tiene imagen negativa. Sin embargo, si se suma en este momento al movimiento liderado por Vera colocaría un freno al crecimiento de su imagen pública porque dejaría de ser visto como independiente. Veamos cuál será su opción de futuro, pero es una carta a tener en cuenta.
Previo a esta rearticulación y paralelamente la derecha trabaja en otro plano: las denuncias de corrupción contra el gobierno. Además del permanente ataque mediático directo o subliminal sobre diversos aspectos que puedan crear malestar en la población como el problema de la seguridad pública, entre otros.
No es casualidad que surja justamente en este momento una denuncia de corrupción ya desvirtuada varias veces que intenta involucrar a la Ministra de Salud, para golpear una de las áreas con mayor aceptación del gobierno porque desprivatizó la salud y reconstruyó la Salud Pública, llegando a cientos de miles de ecuatorianos y ecuatorianas con la gratuidad.
El otro escenario se desarrolla en la Asamblea Nacional, donde la tarea es promover la oposición de asambleístas del gobierno y posibles aliados, para lograr que, en principio, se archive la Ley de Comunicación o no se apruebe, lo que sería una victoria de la derecha y daría pie para pasos más osados en el futuro.
Otro escenario que ayuda a la rearticulación de la derecha se levanta en lo interno del propio gobierno, donde la derecha pelea la correlación de fuerzas en cada acción, poniendo trabas en ciertos casos, promoviendo el enfrentamiento con posibles aliados de izquierda en otros y creando dudas en sectores de izquierda que empiezan a perder la confianza.
Si el proyecto de Carlos Vera tiene éxito en sus pasos y logran juntar las firmas para el referéndum, la derecha obtendría una importante victoria, aunque luego pierda el referéndum revocatorio, porque le permitiría reaglutinarse y fortalecer el recambio de liderazgos con Vera a la cabeza hacia el 2013. Pero sobre todo sentaría un precedente, para trabajar una futura desestabilización del gobierno. Ahí, no se puede descartar la opción Hondureña con características ecuatorianas. Un golpe adaptado a las circunstancias del país.
Seguramente, algunos analistas políticos dirán que el proceso detallado no es viable. Todo depende de lo que haga el gobierno
A corto plazo, el Presidente debe fortalecer y consolidar los sectores progresistas a su alrededor, llevar el ejemplo de Banco Central a todos los ministerios y poner sanciones a los funcionarios que pongan trabas a los proyectos de cambio, dar una muestra progresista de recambio ministerial a partir de enero, consolidar políticamente el bloque en la Asamblea, fortalecer alianzas con los movimientos sociales y sectores políticos que pueden ser aliados, y dedicar más fuerzas a la lucha contra la corrupción, denunciando casos y llevándolos a la justicia.
Luego de las elecciones de asambleístas del 30 de septiembre de 2007, señalaba que se estaba procesando una transformación de la derecha ecuatoriana para poder sobrevivir y apostar con mejores posibilidades en el futuro. Apuntaba que se estaba produciendo una metamorfosis, un cambio de piel, y estaba surgiendo una nueva derecha con los mismos principios económicos de la vieja, pero con una cara más “vistosa” y un discurso “remozado”.
La nueva derecha habla de participación ciudadana, respeto a la diversidad, y a veces incluso se disfraza de izquierda. La derecha que pelea por la correlación de fuerzas en lo interno del gobierno apuesta a lo mismo. La reivindicación de la ciudadanía y el cambio como eslogan y maquillaje, son parte de un discurso tan nuevo como el modelo neoliberal.
Para la derecha externa e interna, la participación ciudadana es individual, lejos del colectivo. El respeto a la diversidad se basa en la domesticación del “otro”, lejos del diálogo. La ciudadanía es una idea aislada, casi abstracta, lejos de toda organización. El movimiento político es un ente vacío, quieto, pensado en singular no en plural. La libertad es el mercado, por lo tanto se puede comprar y vender. La solidaridad es sinónima de caridad. La igualdad es una teletón. La inclusión social es una tarjeta de UNICEF en el escritorio o una alcancía en el banco y en el supermercado. La equidad es un celular. La participación un hecho burocrático.
El retroceso del "consenso de Washington", norma imperial que articulaba y determinaba las estructuras del dominio capitalista, aporta en el retroceso de la derecha, pero no representa su caída. Ni en Ecuador, ni en América Latina, ni en el mundo. Durante estos tres años, fue derrotada una derecha, pero no la derecha como tal. La derecha tiene mayor capacidad que la izquierda de adaptarse al terreno de juego, de confundirse en la selva de los conceptos, de sobrevivir para perpetuarse. Como el camaleón, la derecha cambia de colores según la ocasión, porque la sobrevivencia de las estructuras capitalistas así lo exige.
Desde la comuna de París, la derecha tiene una capacidad casi natural de vivir una metamorfosis permanente, e imponer a la izquierda una metamorfosis a su medida.
El presidente Correa derrotó a la vieja derecha, pero sabe también que es necesario derrotar a la nueva derecha y prevenirse de la opción hondureña con características ecuatorianas…
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