En los últimos días, durante la crisis entre el gobierno de Ecuador y el movimiento indígena de este país, recordé varias veces aquella frase de Kant “atrévete a pensar”, que luego se transformó en “atrévete a pensar libremente”.
Recordé esa vieja frase porque desde que surgieron los gobiernos progresistas, o de izquierda, o de cambio, o como se les quiera llamar, ha faltado iniciar y profundizar un debate sobre las potencialidades y los límites de estos gobiernos.
Ha faltado debatir sobre su significado en el contexto actual sin caer en evaluaciones coyunturales, sin caer en evaluaciones fragmentadas y muchas veces interesadas.
El cruce de caminos ante el cual nos coloca esta crisis, es una invitación a pensar libremente a atrevernos a pensar libremente. Toda propuesta a debatir sobre las múltiples encrucijadas políticas y sociales en que estamos lleva a recordar la vieja frase de Kant.
El diálogo, y debate, que iniciaron el gobierno del Presidente Rafael Correa y el movimiento indígena, exige pensar libremente, y exige, sobre todo, una capacidad de autocrítica permanente del gobierno y el movimiento indígena.
En América Latina vivimos un momento interesante, un momento de cambio, pero a la vez es un momento raro porque en muchos casos se nota un claro divorcio entre movimiento político y movimiento social, como se evidenció en Ecuador durante el conflicto entre el gobierno y el movimiento indígena. Uno y otro caminan separados. Y caminando así, ninguno se podrá consolidar. Ninguno se podrá fortalecer. Uno y otro serán débiles y seguirán debilitándose, favoreciendo la estrategia de la derecha.
Para comprender lo qué ocurre, por qué ese divorcio, es necesario recurrir a los hechos, y volver a los acontecimientos sociales y políticos de la última década. Observar, así, con la distancia del tiempo, el camino de los movimientos sociales, el camino de las izquierdas, discernir entre las luchas coyunturales y las luchas estratégicas, entender las contradicciones fundamentales de cada momento.
La realidad que viven las izquierdas y los movimientos sociales actualmente, con sus contradicciones, sus avances y retrocesos, son producto de viejas contradicciones, de viejos avances y retrocesos de viejos fracasos y victorias, de viejos errores y aciertos, de la vieja falta de unidad.
La realidad actual de las izquierdas a nivel político y los movimientos sociales es producto de un largo proceso, en el cual esas izquierdas y los movimientos sociales fueron apagando las principales luces del camino, o sea la democracia interna y la participación, que se traducían en organización y movilización.
En “El año de la muerte de Ricardo Reis”, José Saramago dice: “a esta ciudad le basta saber que la rosa de los vientos existe, este no es el lugar donde los rumbos se abren, tampoco es el punto magnífico donde los rumbos convergen, aquí precisamente cambian los rumbos”.
Las luchas del movimiento indígena fueron fundamentales para que retroceda el modelo neoliberal. Marcaron un viraje en la vida del país. Para utilizar las palabras de Saramago iniciaron el cambio de rumbo. Luchas cuyos principales actores fueron sujetos colectivos, antes que individuos.
De las poco más de 5000 comunidades indígenas, más de 4600 están vinculadas a la CONAIE (Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador), y en particular al ECUARUNARI, que reúne a los pueblos Kichwas de la Sierra.
Poco más de 200 comunidades se vinculan con la FEINE (Federación Ecuatoriana de Indígenas Evangélicos), unas 200 a la FENOCIN (Federación Nacional de Organizaciones Campesinas Indígenas y Negras) y 2 a la FEI (Federación Ecuatoriana de Indios). En cuanto a las organizaciones campesinas, en su mayoría tienen una incidencia local, sin proyección nacional y con mínima capacidad de movilización.
El retraso del diálogo fue un error estratégico, que casi provoca un quiebre simbólico entre el gobierno y las organizaciones que representan a la mayoría de los indígenas del Ecuador, que representan a la mayor fuerza social del país. Para eso trabajó intensamente en estas dos semanas la derecha ubicada dentro del gobierno y la derecha externa con Sociedad Patriótica a la cabeza
El conflicto entre el movimiento indígena y el gobierno, evidenció la necesidad urgente de asumir la responsabilidad colectiva de denunciar la actuación de la derecha interna y externa, y poner al descubierto sus hilos comunicantes.
Estamos en un momento de inflexión en lo interno del gobierno y a nivel de la sociedad. La cruz de los caminos. El debate y la reflexión colectiva sobre el sendero a seguir, ayudará a no equivocarnos sobre el cambio de rumbo.
La fortaleza de lo electoral, solo deja de ser abstracta cuando la gente asume la participación y la organización colectiva como propias en la construcción del camino, sino se puede desvanecer fácilmente. Los ciudadanos individualmente, alejados del colectivo y de la organización no producen los cambios de rumbo, y mucho menos hacen revoluciones.
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