3 de febrero de 2020.-
Un día antes, Luis Arce, el candidato presidencial del Movimiento al Socialismo (Mas) y ex ministro de Economía de Morales, aterrizó en suelo boliviano para iniciar la campaña electoral. Lo esperaba el gobierno de Jeanine Áñez con la amenaza de detenerlo bajo acusaciones de corrupción, el lawfare de moda: por no controlar el uso del Fondo Indígena en diferentes proyectos aprobados para su ejecución. La propia fiscal de la causa se encargó de desmentir la existencia de una orden de detención contra Arce y sólo le tomó declaración, a la espera de que sus abogados accedan al voluminoso expediente de veinte cuerpos que forman la causa. Eso fue motivo de debate en las oficinas de la calle Chile, donde ya manejan cifras de las primeras encuestas: 35 por ciento de intención de voto para Arce y algo más del 15 por ciento para Carlos Mesa. La mandataria Áñez aparece un poco más abajo. El dirigente cívico Fernando Camacho y Jorge “Tuto” Quiroga ni siquiera figuran con guarismos significativos, al menos según los sondeos en manos del equipo de prensa de Morales. “Van a buscar perseguirnos”, dice el expresidente, y los asambleístas asienten.
Cuando Brecha le pregunta por su posible candidatura prefiere esquivar el tema. “Estoy para apoyar a los compañeros”, suelta al pasar. Al atardecer del miércoles se conocerá el comunicado del Mas donde se informa que Evo aceptó inscribirse como candidato a la Asamblea Legislativa Plurinacional. Sin embargo, el documento aclara que la inscripción es sólo para habilitar, legalmente y en los plazos establecidos por el cronograma electoral, una eventual candidatura en caso de que las asambleas decidan elegirlo como representante. “El debate de las candidaturas finales aún se está desarrollando”, aclara el comunicado de prensa.
—Después de 14 años en el poder y tras el golpe de Estado ya consumado, ¿qué enseñanzas saca en limpio y qué autocrítica hace hoy sobre su gestión?
—Primero, siempre con el pueblo, todo para el pueblo. Esa es la lucha histórica de la gente marginada. La lucha viene desde la colonia, pasando por la república. Y para estar con el pueblo nos pareció importante tener en cuenta tres cosas: en lo político, la refundación de Bolivia; en lo económico, la nacionalización; y en lo social, la redistribución de la riqueza. Lo más difícil para mi gestión fue la refundación, dejar el Estado colonial y contar con un Estado plurinacional en Bolivia, donde todos tengan los mismos derechos. Se acabó el Estado impostor, las autoridades aparentes, el Estado fallido, las amenazas de hacer desaparecer Bolivia. A partir del Estado plurinacional [se impulsaron] las mejores oportunidades para los más excluidos, que están dentro del movimiento indígena, y para las mujeres. Y todo incluido en la Constitución. En lo económico, para estar con el pueblo, han sido importantes las nacionalizaciones de los recursos naturales y de las empresas estratégicas.
Acá hay una profunda diferencia con la derecha boliviana y con el sistema capitalista, que consideran la salud y la vivienda como servicios. Para nuestro movimiento son derechos. Los servicios básicos son un negocio privado para el capitalismo. Mientras que para nosotros, en el socialismo comunitario, son derechos humanos. Por lo tanto, nuestra defensa va no sólo por los derechos individuales y personales, sino también por los derechos colectivos y de la comunidad. En la cuestión del comercio, para estar con el pueblo, es importante un programa de solidaridad, complementariedad y competitividad.
—¿Y la autocrítica de su gestión?
—[Duda antes de contestar.] En el tema de autocrítica y debilidades… Cuando tu hermano es presidente, algunos sectores tienen mucha y exagerada ambición. Algunos reclaman incluso cosas indeseables para otros sectores sociales. Entonces no están pensando en Bolivia, sino solamente para su sector o para una legión de ciudadanos. Pero cuando se maneja con transparencia el gobierno, con datos económicos, esos sectores lo entienden, aunque les cuesta aceptarlo. Y quiero decir que en la lucha de clases, ideológica, programática, es necesario discutir y trabajar. Los mismos movimientos sociales nos decían en las reuniones que ellos no venían a discutir y evaluar políticas sino a distribuir proyectos y obras. No querían debate ideológico. Y eso hay que trabajarlo durante el proceso de transformación. La realidad es que hay casi tres millones de bolivianos y bolivianas que subieron de la clase humilde o pobre a la clase media y se olvidaron de donde vienen, prefieren no tener compromisos con la sociedad, y ya traen nuevas expectativas. No toman en cuenta que todavía hay muchas familias en la situación en la que ellos estaban antes.
—Eso es un desafío para todos los gobiernos progresistas de la región. Cómo reaccionar ante las nuevas expectativas generadas tras las mejoras logradas por las gestiones gubernamentales.
—Fue todo un desafío para nuestro gobierno, y falta mucho para saber cómo reaccionar y seguir avanzando. En el caso de la administración, nosotros trabajamos los datos y llegamos a la conclusión de que las exageradas subvenciones estatales son una sangría para la economía nacional. No garantizan el futuro económico del país. Hay que combinar la inversión pública hecha para ampliar el aparato productivo con el aspecto laboral y social. De ahí viene la redistribución de la riqueza que permite terminar con la pobreza.
—Esos sectores que según usted reclaman demasiado al gobernante de turno, ¿son aquellos que en noviembre pedían su renuncia? Me refiero a la Central Obrera Boliviana (Cob) y a algunos sindicatos mineros.
—No diría eso… Creo que el pedido de renuncia que ellos hicieron hacia mí fue por una cuestión de miedo. Yo mismo no podía entender cómo la Cob podía pedir mi renuncia para dar oportunidad a la derecha. Ese fue un error político de la Cob, pero no por las reivindicaciones sectoriales de las que hablé antes. Porque ellos mismos me han propuesto que sea candidato a presidente, defendieron mi candidatura y se movilizaron por ella. Hubo un momento en que los tomó el temor y se lanzaron a pedir mi renuncia. Eso lo van a llevar como un error histórico.
—La postulación de Andrónico Rodríguez y de Orlando Gutiérrez, dirigente de la Cob, ¿marca diferencias entre el Mas, la Cob y los mineros?
—No. Estamos unidos. Nunca antes hubo cuatro candidatos. Estamos todos convencidos de que es importante la unidad, porque quien tiene la responsabilidad de conducir el nuevo proceso cuenta con el apoyo de todos.
El modelo extractivista
—Una de las cuestiones comunes a los gobiernos progresistas o de izquierda de los últimos años es la generación de riqueza a través de una matriz similar a la del neoliberalismo: el extractivismo. ¿Cómo se enfrenta este problema?
—El sistema capitalista, además de destrozar el planeta, quiere que los llamados países subdesarrollados se lo cuidemos para su beneficio. Eso no lo comparto. Por supuesto que tenemos que cuidar el ambiente, y en eso soy un convencido. El ser humano no va a poder vivir sin la madre tierra. Y ella va a existir mejor sin el ser humano. Nosotros le planteamos a la Onu como prioridad los derechos de la madre tierra. Recién hace 70 años que en el mundo se dieron cuenta de que los seres humanos tenemos derechos y aparecieron los derechos humanos, los derechos políticos, sociales y económicos. Y recién en 2007 se declararon los derechos de los pueblos indígenas. Pero lo más importante aquí es que los derechos de la madre tierra no existen. Sin la madre tierra no hay vida, y por lo tanto, no hay humanidad.
Cuando se trata de aprovechar nuestros recursos naturales con una planificación a corto, mediano y largo plazo que respete los derechos de la tierra, aquí eso no se vivencia. Cuando el neoliberalismo explotaba el petróleo en reservas forestales, no había nadie que reclamara, ni las Ong ni las fundaciones. Cuando nosotros llegamos al gobierno y empezamos a hacer exploraciones respetando las zonas de reserva natural, empezaron las protestas financiadas desde Estados Unidos o por multinacionales.
—Hay sectores de la izquierda no financiados por Estados Unidos que reclaman contra el modelo extractivista…
—¿Quiénes son esos sectores en Bolivia? Son los troskos que se convierten en la extrema derecha. Ahora se escucha en Bolivia la frase “Otra izquierda es posible”. Y eso lo plantean los troskos. Durante el golpe [no hicieron] ni una manifestación contra la dictadura, y se dicen de izquierda. No puedo hablar de lo que ocurre en otros países con este tema de la explotación de los recursos naturales. Pero te diré lo que hicimos en Bolivia. Dimos valor agregado a nuestros recursos naturales para no tener dependencia en ciencia y tecnología. Eso fue una prioridad.
¿Cuál es el problema que tenemos no sólo los sudamericanos, sino los latinoamericanos en general? Algunos países plantean la liberación política, social y cultural. Y mi experiencia me dice que hay que acompañarla con liberación económica. La liberación política o ideológica sin liberación económica no tiene mucho futuro. Nosotros con las nacionalizaciones hemos garantizado esta liberación, económica y política. Pero el gran problema latinoamericano es que después tenemos que pasar de la nacionalización a la industrialización, con ciencia y tecnología.
—¿Y eso no se logra con las llamadas tecnologías limpias?
—Eso tenemos que lograrlo, por supuesto, con la defensa de la madre tierra y buscando y discutiendo nuevos caminos. Pero para eso los latinoamericanos necesitamos avanzar en ciencia y tecnología.
El golpe y la OEA
—Hablando del golpe: ya en 2015 y 2016, tanto Nicolás Maduro desde Venezuela como “Pepe” Mujica en Uruguay habían desautorizado y criticado el rol del secretario general de la Oea, Luis Almagro. ¿Por qué usted, incluso con el golpe en ciernes, demoró tanto en darse cuenta del papel que ahora le atribuye a Almagro, que va en esa misma dirección?
—Fue un error de parte del gobierno nacional [se refiere a su gobierno]. Almagro tiene doble discurso. Alababa nuestra economía, el proceso de cambio. Entiendo que es un gran agente del imperio estadounidense y opera con planes contra los pueblos, incluso sin respetar los estatutos de fundación de la Oea. Debo reconocer como boliviano y como expresidente que fue un error creer que Luis Almagro podría garantizar un proceso democrático en nuestro país.
Pero pese al informe final de la auditoría electoral hemos ganado en la primera vuelta. El informe observa 226 mesas con irregularidades. Si es así, se piden nuevas elecciones en esas mesas y no en toda Bolivia. Si nosotros tenemos en cuenta las 36 mil mesas del país, 226 son mucho menos del 1 por ciento. Incluso si todos esos votos se hubieran contado para la oposición, igual hubiéramos ganado en primera vuelta. Es un golpe de la Oea.
Reelección y Referéndum
—Muchos de los gobiernos de izquierda o progresistas latinoamericanos no han sabido generar una descendencia política de sus liderazgos. ¿Cómo se soluciona esta carencia?
—[Duda, recorre la mesa con la mirada y juega con el grabador.] Yo no creía mucho en eso… Pero ahora me convencí de que es un tema importante. No sé si se trata de trabajar liderazgos de manera conjunta o cuál es la solución. Nunca creí que fuera tan importante el líder que gestó transformaciones profundas en cada uno de sus países. Hay que repensar esta situación.
De todos modos, sigo pensando que siempre está primero el proyecto político de liberación, el programa del pueblo, y luego vienen los cargos correspondientes. Así debe ser. Pero al parecer será una característica latinoamericana que el pueblo dependa siempre de un líder. Hay que cambiar la mentalidad de los latinoamericanos.
—Se lo pregunto porque usted perdió un plebiscito popular en 2016, cuando quería volver a presentarse como candidato presidencial, y de todos modos decidió insistir con el argumento de que “el pueblo lo pidió”. Y finalmente todo terminó en un golpe de Estado. ¿Cómo se entiende esa argumentación?
—En ese referéndum ganó la mentira.
—Pero usted mismo había admitido que estaba preparado para una eventual derrota…
—Pero, por eso, distintos sectores sociales y políticos reaccionaron y buscaron otra vía constitucional para habilitarme como candidato. Mi candidatura no ha sido ilegal ni anticonstitucional. Se buscó jurisprudencia en América Latina con casos ejemplares en Honduras, Nicaragua, Costa Rica… No ha sido un invento de nosotros, los bolivianos.
Los dos feminismos
—Hace algunos meses el exvicepresidente de Nicaragua durante la revolución sandinista, Sergio Ramírez, declaró que la nueva izquierda debe concentrarse en redistribuir la riqueza, pero no discutir la supremacía del capital. ¿Comparte esa visión sobre el rol de la nueva izquierda?
—La redistribución es importante, pero al margen de eso es importante de manera paulatina cerrar las enormes brechas de desigualdad entre familias. Es la única forma de garantizar el socialismo comunitario, del siglo xxi, como usted quiera llamarle. La salud y la educación tienen que ser derechos básicos entre los derechos humanos. Y además de eso tener una economía sin profundas asimetrías, y para eso es importante la redistribución de la riqueza.
—¿Cómo observa al movimiento feminista que va creciendo en América latina?
—Soy feminista. He peleado desde mis años de lucha sindical hasta la lucha electoral para que las hermanas tengan los mismos derechos. Pero dentro del feminismo hay dos líneas. Para un grupo de feministas el primer enemigo es el varón y para otro grupo somos una familia, todos, respetando los derechos de igualdad y equidad. En Bolivia, hasta 1952 las mujeres estaban totalmente marginadas, igual que el movimiento indígena. No tenían participación. Y tanto en la política electoral como en la sindical, la mujer siempre es más honesta que el varón.
—¿Considera que su gobierno logró mejorar el estado de derechos de la mujer?
—Totalmente. Ahora más mujeres acceden a ser bachilleres [liceo y educación secundaria] y a la universidad, y más mujeres salen profesionales. Hay más esperanza de vida y, sobre todo, hay más mujeres en la Asamblea Legislativa Plurinacional. En el mundo somos el segundo o tercer país en participación legislativa de las mujeres.
—Usted ha tenido algunas frases machistas que la prensa se encargó de recopilar, como aquella en la que dice “después de mis años de gestión me voy con mi cato de coca, mi quinceañera y mi charango ”…
—[Se ríe.] Yo soy bromista, me gustan las coplas populares. Y en Carnaval las coplas populares tienen algo de machistas. Pero en mi gestión, como nunca antes, se ha garantizado la equidad de género. Repito, las bromas tienen algo de picante y son machistas, tanto en las coplas como en los versos. Pero todas las bolivianas saben que soy feminista.
Elecciones y plan B
—¿Qué datos manejan en las encuestas para las elecciones del 3 de mayo?
—Antes de definir los candidatos ya el Mas iba primero en todas las encuestas.
—¿Usted será candidato?
—Por ahora no tengo candidatura desde aquí.
—¿Qué pasa si el Mas gana las elecciones y el gobierno de Áñez no reconoce su triunfo?
—Eso reclama un plan B. Yo también pienso que eso pasará. Pero falta mucho todavía, habrá veedores internacionales, y el proceso electoral está en pleno desarrollo.