6 de marzo de 2022.-
La invasión rusa de Ucrania ha sorprendido a casi todo el mundo. Constituye una agresión no provocada e injustificada que quedará inscrita en la historia como uno de los mayores crímenes de guerra del siglo XXI, sostiene Noam Chomsky en esta entrevista exclusiva para Truthout. Las consideraciones políticas, como las esgrimidas por el presidente ruso, Vladímir Putin, no pueden servir de argumento para justificar el lanzamiento de una invasión contra un país soberano. Frente a esta terrible invasión, sin embargo, EE UU debe optar por la acción diplomática urgente y no por la escalada militar, pues esta última constituiría una "garantía de muerte para nuestra especie, sin ningún vencedor", dice Chomsky.
Noam Chomsky es uno de los intelectuales vivos más importantes reconocidos a escala internacional. Su talla intelectual se ha comparado con la de Galileo, Newton y Descartes, puesto que su obra ha influido enormemente en diversos ámbitos de la investigación académica y científica, incluida la lingüística, la lógica y las matemáticas, la informática, la psicología, el estudio de medios, la filosofía, la política y los asuntos internacionales. Es autor de unos 150 libros y receptor de numerosos premios muy prestigiosos, incluidos el Premio Sidney de la Paz y el Premio Kyoto (el equivalente japonés del Premio Nobel), y de docenas de doctorados honoris causa de las universidades más renombradas del mundo. Chomsky es profesor emérito del MIT y actualmente es profesor laureado de la Universidad de Arizona.
C.J. Polychroniou: Noam, la invasión rusa de Ucrania ha sorprendido a casi todo el mundo, propagando ondas de choque por todo el planeta, aunque había muchos indicios de que Putin estaba muy alterado ante la expansión de la OTAN hacia el este y la negativa de Washington a tomarse en serio la línea roja de sus demandas de seguridad con respecto a Ucrania. ¿Cuál crees que es la causa de que haya decidido lanzar una invasión en este preciso instante?
Noam Chomsky: Antes de responder a esta pregunta conviene que recordemos algunos hechos que son incontestables. El más crucial es que la invasión rusa de Ucrania es un grave crimen de guerra, equiparable a la invasión estadounidense de Irak y a la invasión de Polonia por las tropas de Hitler y Stalin en septiembre de 1939, por citar nada más que dos ejemplos destacados. Siempre tiene sentido buscar explicaciones, pero no hay ninguna justificación, no hay atenuantes.
Volviendo ahora a la pregunta, hay montones de aseveraciones efusivas con respecto a la mentalidad de Putin. La tesis habitual es que es objeto de fantasías paranoides y que actúa en solitario, rodeado de serviles cortesanos del tipo de los que aquí conocemos entre los restos del Partido Republicano que peregrinan a Mar-a-Lago para gloria del gran Líder.
La avalancha de invectivas tal vez sea correcta, pero quizás quepa considerar otras hipótesis. Es posible que Putin pensara lo que él y sus socios han estado diciendo alto y claro durante años. Podría ser, por ejemplo, que "dado que la principal demanda de Putin es la garantía de que la OTAN no aceptará a más miembros, y en especial a Ucrania y Georgia, es evidente que la crisis actual carecería de base si no hubiera habido una expansión de la alianza tras el final de la guerra fría, o si la expansión se hubiera producido en consonancia con la creación de una estructura de seguridad en Europa que incluyera a Rusia".
El autor de estas palabras es el ex embajador estadounidense en Rusia, Jack Matlock, uno de los pocos especialistas serios en asuntos rusos del cuerpo diplomático de EE UU, quien las escribió poco antes de la invasión. Acto seguido concluye que la crisis "puede resolverse fácilmente empleando el sentido común… El sentido común dice que EE UU tiene interés en promover la paz, no el conflicto. Tratar de separar a Ucrania de la influencia rusa ‒el propósito declarado de quienes agitaron a favor de las revoluciones de colores‒ era misión imposible, y peligrosa. ¿Acaso hemos olvidado ya la lección de la crisis de los misiles en Cuba?"
Matlock no está solo. Buena parte de sus conclusiones con respecto a las cuestiones subyacentes aparecen en las memorias del ex jefe de la CIA, William Burns, otro de los pocos verdaderos expertos en Rusia. Se ha citado ampliamente la postura incluso más marcada del difunto [diplomático] George Kennan, respaldada asimismo por el ex secretario de Defensa William Perry, y ya fuera del cuerpo diplomático, por el conocido académico experto en relaciones internacionales John Mearsheimer y otras muchas figuras que difícilmente pueden ser más favorables al sistema.
Nada de esto es un secreto. Documentos internos de EE UU, publicados por WikiLeaks, revelan que la oferta temeraria de Bush II a Ucrania de ingresar en la OTAN provocó de inmediato serias advertencias de Rusia de que la expansión de la amenaza militar era intolerable. Lo cual es comprensible. Nótese de paso el extraño concepto de la izquierda que aparece regularmente para acusar a la izquierda de ser insuficientemente escéptica con respecto a la "línea del Kremlin".
Sinceramente, el hecho es que no sabemos por qué se tomó la decisión [de invadir Ucrania], ni si la adoptó Putin a solas o fue el Consejo de Seguridad de Rusia que él mismo dirige. Sin embargo, hay algunas cosas que sabemos con bastante certeza, incluidos los registros revisados con cierto detalle por quienes acabamos de citar, que han ocupado altos cargos dentro del sistema de planificación. En suma, la crisis ha estado incubándose durante 25 años, en los que EE UU ha desdeñado las preocupaciones rusas en materia de seguridad, en particular sus claras líneas rojas: Georgia y especialmente Ucrania.
Hay buenas razones para creer que esta tragedia podría haberse evitado hasta el último minuto. Lo hemos comentado antes, repetidamente. En cuanto a la razón por la que Putin ha lanzado esta agresión criminal en este momento, podemos especular cuanto queramos, pero el telón de fondo inmediato no es oscuro: lo evitan, pero no lo rebaten.
Es muy comprensible que quienes sufren este crimen consideren que es una indulgencia inaceptable preguntarnos por qué ha ocurrido y si podría haberse evitado. Es comprensible, pero es un error. Si queremos responder a la tragedia de manera que sea útil para las víctimas y se eviten catástrofes todavía peores que podemos vislumbrar, es sensato y necesario aprender cuanto podamos de lo que se hizo mal e indagar cómo podría haberse corregido el rumbo. Los gestos heroicos pueden dar satisfacción, pero no ayudan.
Como me ha ocurrido a menudo en el pasado, he recordado una lección que aprendí hace mucho tiempo. A finales de la década de 1960 participé en una reunión en Europa con unos pocos representantes del Frente de Liberación Nacional de Vietnam del Sur (el Viet Cong en la jerga estadounidense). Fue durante el breve periodo de intensa oposición a los terribles crímenes de EE UU en Indochina. Algunas personas jóvenes estaban tan enfurecidas que pensaban que una reacción violenta sería la única respuesta adecuada a las monstruosidades en curso: romper escaparates en las calles comerciales y colocar bombas en los centros de instrucción de los oficiales de la reserva. Todo menos eso equivalía a ser cómplices de terribles crímenes.
Los vietnamitas veían las cosas de manera muy distinta. Se opusieron con firmeza a todas esas medidas. Ofrecieron su modelo de protesta eficaz: unas cuantas mujeres rezando en silencio junto a las tumbas de soldados estadounidenses muertos en Vietnam. No les interesaba lo que las y los oponentes estadounidenses a la guerra consideraran correcto y honroso. Querían sobrevivir.
Es una lección que he escuchado a menudo, de una u otra forma, de las víctimas de espantosos sufrimientos en el Sur global, el primer objetivo de la violencia imperialista. Una lección que debemos tomarnos a pecho, adaptada a las circunstancias. Hoy esto significa un esfuerzo por comprender por qué ha ocurrido esta tragedia y qué podría haberse hecho para evitarla, y aplicar estas lecciones a lo que venga después.
La cuestión es delicada. No hay tiempo para repasar aquí este asunto tan importante, pero muchas veces la reacción ante crisis reales o imaginadas ha consistido en echar mano del revólver y no de la rama de olivo. Es casi un reflejo, y las consecuencias en general han sido terribles para las víctimas de siempre. Vale la pena en todos los casos tratar de comprender, pensar un paso o dos más allá sobre las consecuencias probables de la acción o la inacción. Claro que son perogrulladas, pero conviene recalcarlas, porque se desechan fácilmente en tiempos de apasionamiento justificado.
Las opciones que quedan tras la invasión son desalentadoras. El mal menor es el apoyo a las opciones diplomáticas que quedan, con la esperanza de llegar a una salida no muy alejada de lo que tenía muchas probabilidades de hacerse realidad hace algunos días: neutralidad de Ucrania al estilo de la de Austria, alguna versión del federalismo contemplado en los acuerdos de Minsk II en el interior. Esto es mucho más difícil de conseguir hoy. Y necesariamente con una salida airosa para Putin, de lo contrario las consecuencias serán mucho más nefastas para Ucrania y todo el mundo, tal vez casi inimaginables.
Muy lejos de la justicia, pero ¿cuándo ha prevalecido la justicia en los asuntos internacionales? ¿Hace falta recordar de nuevo los hechos del pasado? Nos guste o no, las opciones se reducen ahora a un resultado feo que premia más que castiga a Putin por su acto de agresión, o bien la posibilidad nada remota de una guerra terminal. Puede que produzca satisfacción acorralar al oso en un rincón, desde donde lanzará zarpazos desesperados, como pueda. Esto no es sensato.
Mientras tanto, debemos hacer todo lo posible por prestar un apoyo significativo a quienes defienden valientemente su país frente a crueles agresores, a quienes escapan de los horrores y a los miles de rusas y rusos que con coraje se oponen públicamente al crimen que comete su Estado, corriendo un gran riesgo personal y dando una lección a todos nosotros.
Y deberíamos tratar de hallar maneras de ayudar a una clase de víctimas mucho más amplia: todas las formas de vida en la Tierra. Esta catástrofe tiene lugar en un momento en que todas las grandes potencias, y de hecho todos nosotros, hemos de colaborar para controlar el grave azote de la destrucción medioambiental, que ya está cobrándose un terrible peaje, que pronto será mucho peor a menos que se emprendan grandes esfuerzos sin demora. Para recordarnos lo obvio, el IPCC acaba de publicar la más reciente y de lejos más ominosa de sus evaluaciones periódicas de cómo estamos propiciando la catástrofe.
Mientras, las acciones requeridas están paralizadas, incluso las están revirtiendo, pues unos recursos tan necesarios se dedican a destruir, y el mundo se halla ahora en trance de expandir el uso de combustibles fósiles, incluido uno tan peligroso y abundante como es el carbón. Difícilmente podría idear un demonio malévolo una coyuntura más grotesca. No podemos dejarlo de lado, cada instante cuenta.
C.J. Polychroniou: La invasión rusa es una flagrante violación del artículo 2(4) de la Carta de las Naciones Unidas, que prohíbe amenazar con el uso de la fuerza a la integridad territorial de otro Estado. Sin embargo, Putin trató de justificar jurídicamente la invasión en su discurso del 24 de febrero, y Rusia aduce los casos de Kosovo, Irak, Libia y Siria como prueba de que EE UU ha violado repetidamente el derecho internacional. ¿Qué tienes que decir sobre las justificaciones jurídicas de Putin de la invasión de Ucrania y el estado del derecho internacional en el periodo posterior a la guerra fría?
Noam Chomsky: No hay nada que decir sobre el intento de Putin de justificar jurídicamente su agresión. Su mérito es igual a cero. Por supuesto, es cierto que EE UU y sus aliados violan la legalidad internacional sin pestañear, pero esto no sirve de atenuante para los crímenes de Putin. No obstante, Kosovo, Irak y Libia han tenido implicaciones directas en el conflicto en torno a Ucrania. La invasión de Irak fue un ejemplo de manual de los crímenes por lo que algunos nazis fueron colgados en Nuremberg, pura agresión no provocada. Y un puñetazo en la cara de Rusia.
En el caso de Kosovo, se afirmó que la agresión de la OTAN (o sea, la agresión de EE UU) era "ilegal, pero justificada" (por ejemplo, por parte de la Comisión Internacional sobre Kosovo, presidida por Richard Goldstone), con el argumento de que el bombardeo se llevó a cabo para poner fin de atrocidades que estaban cometiéndose. Este juicio suponía una reversión de la cronología. Hay pruebas contundentes de que el grueso de las atrocidades fueron consecuencia de la invasión: predecibles, predichas, anticipadas. Es más, había opciones diplomáticas disponibles, [pero] como es habitual, se desdeñaron a favor de la violencia.
Altos cargos de EE UU confirman que fue sobre todo el bombardeo de Serbia, aliada de Rusia, sin ni siquiera avisarles de antemano, el que hizo que Rusia dejara de cooperar de alguna manera con EE UU para construir una estructura de seguridad en Europa tras el final de la guerra fría, actitud que se aceleró con la invasión de Irak y el bombardeo de Libia después de que Rusia aceptara no vetar una resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que la OTAN violó de inmediato. Los hechos tienen consecuencias, pero esos hechos pueden quedar ocultos bajo el sistema doctrinal.
El estado del derecho internacional no cambió en el periodo posterior a la guerra fría, ni siquiera en su formulación, y menos en los actos. El presidente Clinton dejó claro que EE UU no tenía intención de someterse al mismo. La doctrina Clinton declaró que EE UU se reserva el derecho a actuar "unilateralmente cuando sea necesario", incluido "el uso unilateral de la fuerza militar" para defender intereses vitales como el de "asegurar el acceso expedito a mercados clave, fuentes de energía y recursos estratégicos". Sus sucesores también, así como cualquier otra persona que puede violar el derecho internacional impunemente.
Esto no significa que el derecho internacional no valga para nada. Tiene cierto margen de aplicabilidad y constituye una útil vara de medir en algunos aspectos.
C.J. Polychroniou: El propósito de la invasión rusa parece ser la destitución del gobierno de Zelensky y la instalación en su lugar un gobierno prorruso. Sin embargo, al margen de lo que ocurra, Ucrania se enfrenta a un futuro sobrecogedor para su decisión de convertirse en peón del juego estratégico de Washington. En este contexto, ¿qué probabilidad hay de que las sanciones económicas hagan que Rusia cambie de postura con respecto a Ucrania? ¿Es posible que las sanciones apunten más alto, como podría ser el debilitamiento del control de Putin sobre Rusia y sus vínculos con países como Cuba, Venezuela y tal vez la propia China?
Noam Chomsky: Puede que Ucrania no haya tomado las decisiones más sensatas, pero no tenía las mismas opciones que sí tenían a su disposición los Estados imperiales. Sospecho que las sanciones empujarán a Rusia a depender todavía más de China. Impidiendo, por supuesto, un cambio profundo; Rusia es un Estado petrolero cleptocrático que se basa en un recurso que debe reducirse fuertemente, pues de lo contrario estaremos todos acabados. No está claro si su sistema financiero podrá capear un fuerte ataque, mediante sanciones u otros medios. Tantas más razones para ofrecerle una vía de escape con una mueca de disgusto.
C.J. Polychroniou: Los gobiernos occidentales, los grandes partidos de oposición, incluido el Partido Laborista del Reino Unido, y los grandes medios se han embarcado al unísono en una campaña chovinista antirrusa. Las sanciones no solo afectan a los oligarcas rusos, sino también a músicos, directores de orquesta y cantantes, e incluso a propietarios de clubes de fútbol como Roman Abramovich, el amo del Chelsea FC. Rusia ha sido vetada incluso del festival de Eurovisión 2022 a raíz de la invasión. Es la misma reacción que los grandes medios y la comunidad internacional mostraron hacia EE UU a raíz de su invasión de Irak y la subsiguiente destrucción del país, ¿no te parece?
Noam Chomsky: Tu comentario irónico es muy certero, y podemos proseguir por vías con las que estamos muy familiarizados.
C.J. Polychroniou: ¿Crees que la invasión inaugurará una nueva era de confrontación sostenida entre Rusia (tal vez en alianza con China) y Occidente?
Noam Chomsky: Es difícil prever dónde caerán las cenizas. De momento, China conserva la calma y es probable que trate de llevar adelante su vasto programa de integración económica de buena parte del mundo dentro de su sistema global en expansión. Hace pocas semanas incluyó a Argentina en la iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda, mientras contempla cómo sus rivales se destruyen entre sí. Como hemos comentado antes, la confrontación es una garantía de muerte para nuestra especie, en la que no habrá vencedores. Nos hallamos en un punto crucial de la historia de la humanidad. No podemos negarlo, no podemos hacer como si no lo viéramos.
Traducción: viento sur