“Luces, cámara, acción” y empieza la función. Es el símil del preámbulo del formato de una manera de hacer noticias, en el que sobre todo, vale mucho el énfasis en el manejo de la “acción” a presentar, los contenidos a resaltar y cómo hacerlo. En correspondencia con ese modo de concebir la televisión como una empresa para mercadear las noticias y posicionar un estilo de vida e ideología en el imaginario popular, ante lo cual, los profesionales de la comunicación en ese contexto, automáticamente se adhieren.
En esa visión, se trata de conjugar y secuenciar todos los relatos de las noticias de sucesos, farándula, política, nacionales e internacionales, de tal modo de tributar al unísono a los mismos propósitos, como exaltar la libertad de expresión, dar la sensación de equilibrio del establishment garante de la seguridad y contrarrestar ideologías adversas a las neoliberales.
Por eso la narración de una noticia de suceso, por ejemplo en Soacha, es más que eso, es sólo una excusa. Valga aclarar que Soacha es un sector bogotano con agudas problemáticas sociales, utilizado recurrentemente por el amarillismo periodístico para sacarle gran rédito. Y en este caso, cuando se alude, con el entramado descriptivo del suceso, los actores implicados, la intervención de la autoridad y el ligero desenlace o la incógnita del mismo, son el pretexto impecable para advertir que allí, que pese a lo que se dice ocurrió, hay autoridad, que no se oculta nada, que en consecuencia el gobierno de ese país, Colombia, permite la libertad de expresión plena; tal como he oído afirmar a muchas personas, curiosamente no colombianos, lo cual deduce que se cumplió un objetivo básico, que en oposición deviene en la negación de ese derecho aquí en Venezuela.
En ese mismo orden, con los casos de corrupción que allí se ventilan, como el del fiscal Luis Gustavo Moreno, manejan cual película hollywoodense los estados de ánimos de los televidentes y abren una rendija de esperanza a quienes viven una cotidianidad maltrecha, de que las cosas mejorarán; además de mantener la credibilidad en el sistema político. Así, en esa conjunción narrativa, imbrican acontecimientos internacionales como por ejemplo, la represión de las “manifestaciones pacíficas” en Venezuela por parte de las fuerzas de seguridad del Estado y la dispersión de los manifestantes en Madrid por parte de las autoridades. Reprimir y dispersar, categorías opuestas, perse atribuidas a un gobierno dictatorial y a otro democrático. Así han allanado la gran matriz de opinión internacional ya conocida. ¡Ah! como complemento a tal matriz, a propósito de hacerse pública la operación a la que fue sometido este año el ex Presidente panameño Manuel Noriega, una de las noticias estelares fue, que lo sucedido en Panamá en 1989 fue una advertencia para los dictadores del continente, ¿Qué tal?
Sin lugar a dudas, la empresa televisiva Caracol, se posesionó en la cotidianidad de muchos venezolanos, edulcorándolo con un humor que poco a poco fue haciendo suyo, con el estilo de vida ficticio de sus reality show, y con la venta de unas noticias, respondientes a intereses de la sociedad burguesa.