Nuestro líder presidente ha insistido varias veces en la necesidad de la autocrítica en el proceso revolucionario para enderezar entuertos y corregir discursos. En toda revolución siempre estará asomada la arista de la pasión por elemental análisis. No hay revolución sin pasión. Pasión por la patria, por la justicia social, por derrotar la opresión de clases, por salir del subdesarrollo colonialista, etc. En esos términos es claro que ocurrirán algunos deslices involuntarios que deberán ser corregidos para no desviar la naturaleza del asunto. Esto es perfectamente normal y así debemos comprenderlo para no caer en la trampa capitalista de las decepciones o el desencanto.
No ha existido ni existirá un líder de masas que no haya errado en su trajinar revolucionario y eso es lo que lo califica como ser humano. Si rectifica es un líder inteligente y humanista, si no lo hace es un dogmático, un ciego político que al final terminará en el barranco de los fracasos y la historia así nos lo ha mostrado. ¿Puede un dictador rectificar errores? Claro que no pues su cetro de poder es la intolerancia, la egolatría, el autoritarismo y la total ausencia de conciencia social. En nuestro país el señor presidente sigue dando ejemplos de rectificación y humildad, no se inmuta a la hora de reconocer errores y admite lo que tiene que admitir. Pero es un ser humano y como tal incurre en algunos desaciertos que sus más allegados no le alertan. ¿Y saben por qué? Porque el poder de cerca deslumbra y no se percibe la realidad de las cosas. Se vuelven dogmáticos (la mayoría de los allegados) y no aceptan señalamientos para correcciones.
También ocurre el mismo fenómeno dogmático a los que están lejos del poder, se tornan fanáticos al calificar al presidente como un ser perfecto que no comete errores y que cuando rectifica lo hace por “táctica” política para desarmar a la oposición lacaya que pulula en el país. Hay presencia dogmática en los medios del estado, con algunas excepciones que dejan expresar la voz del pueblo como en la Radio Nacional y otras emisoras afines al proceso bolivariano. En los canales de televisión nuestros no ocurre así, no se le da tribuna al soberano para que exprese sus descontentos e inquietudes y eso no permite que avancemos con paso firme y la consecuente pérdida lamentable de tiempo y de votos. Sin autocrítica no hay crecimiento y eso es incontestable. No es correcto decir que toda crítica sana al gobierno es darle fuerza a la oposición facista, comportarse de esa manera es sencillamente dogmatismo visceral.
Algunas cosas deben ser revisadas y corregidas para que el proyecto revolucionario avance pero de la forma como lo venimos haciendo pasarán 100 años antes de lograr un afianzamiento en la estructura socialista que anhelamos sembrar en las conciencias de todos nosotros. Con la designación de enroque en el ministerio de comunicación no llegaremos a buen puerto pues son los mismos personajes dogmáticos que no permiten la crítica a los errores en el proceso revolucionario, especialmente en VTV. Así no se despertará conciencia del deber social. Queremos escuchar la voz del pueblo.