De ambos lados, lo que se muestra es a “las masas” o al “pueblo”, de manera general y anónima, según la visión de cada quién, y sobre todo, a las figuras políticas y militares que actuaron en la superestructura. Eso impide observar el papel que juegan sectores de la base popular que actúan de manera espontánea pero organizada, aunque esa participación orgánica sea coyuntural.
La Asamblea Popular Revolucionaria (APR)
Cuando en la segunda semana de abril ya estaba en curso el golpe de la derecha y el imperialismo, hubo un espacio de concurrencia del movimiento popular caraqueño que vio el peligro y se esforzó en convocar y mantener la movilización para la defensa de Miraflores (palacio de gobierno). Una de las instancias principales, alrededor de la cual se congregó la resistencia, fue la Asamblea Popular Revolucionaria (APR). De su seno surgió el exitoso Sitio Web de comunicación popular y alternativa Aporrea.org
La APR se había constituido, fundamentalmente, para enfrentar esa ofensiva, con la participación de integrantes de los grupos populares, culturales y de trabajo comunitario de los barrios caraqueños, comunicadores de las radios comunitarias, activistas sindicales, miembros de las organizaciones locales de vecinos y de los Círculos Bolivarianos, gente de las redes sociales que hacían vida en la capital venezolana.
La situación pre golpe
Había un paro patronal y de la mafia sindicalera de la CTV, que se prolongaba con una gran marcha de los sectores sociales acomodados, de la clase media alta y del conjunto de la burguesía. Todo era impulsado con la más perversa manipulación mediática por parte de los dueños de la televisión, radio y prensa privada, con tácticas de guerra de IV generación, con la tesis de que había en el país una “dictadura fidelista” y había que recuperar la democracia. Era la coartada, para enmascarar un golpe militar con una movilización de masas que permitiera mostrarle al mundo la apariencia de que a Chávez lo tumbaba el pueblo.
El gobierno no tenía la orientación de llamar a movilizar, argumentaba que la situación estaba "controlada" y decía que había que evitar confrontaciones violentas o sangrientas. Pero la conspiración procedía también de adentro y allí no percibían bien lo que se veía venir. Por eso, se desmovilizó a la gente y se inhibió a la más potente herramienta de combate que podíamos tener: las masas populares en la calle.
La Fuerza Armada estaba en ese momento neutralizada por los mandos traidores al proceso y el pueblo era la única salvación. La superestructura política prefirió confiar en el propio aparato del Estado, que ya se encontraba minado, y ese fue un fatal error.
El papel de la APR
La APR se venía reuniendo en el Patio de Los Leones de la Alcaldía de Caracas, en el Salón Andrés Eloy Blanco, frente a la Plaza Bolívar de Caracas. Se realizaban intensas jornadas de discusión y actividades para mantener al movimiento popular en estado de alerta en zonas claves.
Hubo desesperados contactos para persuadir al gobierno y que pusiera todos sus resortes al servicio de la movilización del pueblo en defensa del presidente Chávez, pero el criterio gubernamental era que debíamos mantenernos en calma y dejar las cosas en sus manos. La noche antes del golpe, el propio Ministro de Defensa (JVR) insistía en que permaneciésemos en nuestras casas, que no cayéramos en provocaciones, que todo estaba “normal”, mientras tenía a los golpistas pisándole los talones.
Esa misma noche, la APR se mantuvo en vigilia, moviéndose activamente con sus comisiones de trabajo, electas en las sesiones de la Asamblea. En la madrugada del 11, con el golpe encima, los colectivos integrantes de la APR distribuimos cerca de 100 mil volantes en los barrios y se llamó por todas las vías posibles a que el pueblo se concentrara en Miraflores, con el objeto de interponer un “tapón popular” que impidiese el asalto de la sede del gobierno por la marcha opositora.
Importancia del “tapón popular” del 11 en Miraflores y la irrupción del pueblo el 13 de Abril
Ese “tapón popular” en Miraflores obstaculizó los planes del golpismo, que al no poder asaltar el gobierno con su “sociedad civil” echó mano a fuerzas policiales bajo su control, como la Policía Metropolitana, responsable de la masacre de Puente Llaguno, donde cayeron muertos y heridos varios de los activistas de la APR que se encontraban ofreciendo resistencia en la zona. Fue la acción criminal que luego trataron de achacarle al presidente Chávez, para hacer ver, falsamente, con la magia de la maquinaria mediática golpista, que los que estaban en ese lugar eran opositores y que el gobierno los estaba asesinando.
El golpe triunfó brevemente, y por dos días imperó una dictadura represiva, pero los que resistieron en Miraflores hasta altas horas de la noche del 11 conservaron en buena medida su comunicación y su coordinación, lo cual les ayudó a empalmar con la respuesta popular masiva del día 13. Al combinarse con la intervención de sectores militares leales, permitió el rescate de Chávez y la recuperación del gobierno.
La insurrección cívico-militar derribó a la dictadura fascistoide del golpismo y restituyó a Chávez en el poder, restableciendo también la vigencia de la Constitución Bolivariana y de las libertades democráticas.
Recuperamos lo que habíamos perdido pero no aprovechamos para ir por más
Aunque el pueblo recuperó los espacios arrebatados por el golpismo, no hubo una dirección capaz de llevarlo más allá. El movimiento popular, por ejemplo, rodeó a los medios incursos flagrantemente en el golpe de Estado, pero no dio el paso siguiente que debió adoptar: tomarlos bajo su control. Era la ocasión de destruir el viejo Estado burgués, si hubiésemos tomado todas las instituciones permeadas por el golpismo y hubiésemos establecido sobre ellas el poder popular.
El gobierno, desconcertado, no terminaba de asimilar la lección de que había que apoyarse en el pueblo y aprovechar la coyuntura para avanzar hacia la profundización de la revolución, terminando de desarticular a la derecha y avanzando hacia el control popular de nuevos objetivos. Se impuso la línea del “diálogo” con los golpistas, se les dejó en la impunidad y se perdió una gran oportunidad.
Ocurrieron cosas extrañas, que no cuadraban con el resultado de una contraofensiva victoriosa sobre el golpe. Los golpistas que se hallaban dentro de Miraflores, en vez de ser detenidos y llevados a juicio, fueron puestos en libertad sin cargos. Los Defensores de Puente Llaguno, que se enfrentaron a la PM para defender al pueblo bolivariano, capturados por los golpistas y calificados como “pistoleros” y “asesinos”, miembros de “círculos del terror”, en lugar de salir inmediatamente en libertad como héroes, permanecieron presos durante dos años. El Tribunal Supremo de Justicia, impasible ante el repudio popular dictaminó que no había sido un golpe de Estado sino un “vacío de poder”. Los gerentes golpistas de PDVSA de “Gente del Petróleo”, que habían sido despedidos por el presidente Chávez, fueron restituidos en sus cargos (lo que les dio la oportunidad de organizar el nuevo golpe con el paro-sabotaje petrolero). ¿Por qué ocurrió todo esto si triunfamos el 13 de abril?
La explicación más probable es que haya habido un sector militar y político del golpe que no encontró otro remedio que devolverse y negociar, con Chávez como rehén, cuando la sacudida popular y la actuación de militares leales cambió la correlación de fuerzas. Recordemos las conversaciones posteriores con Cisneros, que fue uno de los principales factores del golpe y luego bajó el perfil. Por consiguiente, impusieron algunas importantes condiciones; y el golpe derrotado, de alguna manera se prolongó más allá de su derrota y… también, de alguna manera, sobrevivió, impidiendo que la revolución bolivariana diese el gran salto que podría haber dado en ese momento hacia la consolidación del poder y la aplicación de un programa radical antiimperialista y de transición al socialismo. ¿Qué papel jugaría en esto la presión de los gringos?
Todo quedó revuelto, pero la “normalidad” recuperada adormece a la efervescencia revolucionaria
Después del 13 de abril, la tarea principal de la APR fue ayudar a la organización del poder popular, promover redes, asambleas locales y generales y consensuar un programa de lucha que apuntara a aplastar definitivamente a la conspiración oligárquica de la derecha. Por eso insistió mucho en el juicio y castigo a los golpistas, el control social sobre los medios de comunicación que continúan auspiciando al golpismo y la expansión de las comunicaciones alternativas comunitarias, el reconocimiento del movimiento popular como actor protagónico a tomar en cuenta en las decisiones políticas del gobierno, la profundización del proceso de cambios sociopolíticos y económicos en favor de los trabajadores y de las grandes mayorías populares.
Para esto impulsó un Encuentro Nacional de Organizaciones Populares que se hizo con el presidente en septiembre de 2002 y se le presentó una plataforma de lucha emanada de la base. Su principal propósito era contribuir a que la gran fuerza de la insurrección se mantuviese, con la disposición permanente a la movilización como clave del proceso, con objetivos políticos que permitiesen desarrollar el poder del pueblo y terminar con el peligro fascista, abriendo camino a la liberación y a la revolución transformadora por la independencia y contra la "globalización" capitalista.
Pero en este Encuentro, los factores político-burocráticos del aparato estatal, apostaron a la desarticulación del movimiento popular autónomo y buscaron supeditarlo a directrices institucionales, lo que sembró conflictos en su seno y lo llevó nuevamente a su dispersión. Posteriormente, cuando vino la segunda oleada golpista del paro-sabotaje petrolero, la gente que se reunía en la APR se reagrupó en lo que se llamó durante esa coyuntura Coordinación de Organizaciones Populares de la Gran Caracas. Como muchas otras instancias coyunturales, esta también se disolvió tras la derrota del sabotaje y la recuperación de la “normalidad”.
Consecuencias del 13 de Abril y necesidad de un 13 permanente
El golpe del 11-12 de abril fue como suele decir Chávez, parafraseando a Trotsky, el “látigo de la contrarrevolución” que provoca el reimpulso de la revolución, que la radicaliza. A pesar de las tendencias conciliadoras que buscaron moderar la situación, la fuerza de esta gran acción del pueblo, aunque no le condujo a tomar todos los resortes del poder, fortaleció enormemente a la revolución y debilitó las posiciones de la burguesía y el imperialismo. A partir de ahí y de la derrota del sabotaje petrolero, vino el surgimiento de la UNETE, se lanzaron las Misiones, se avanzó hacia la proclamación del proceso venezolano como una revolución antiimperialista y de orientación socialista, y más adelante tuvimos la posibilidad de iniciar algunas experiencias de control obrero, con la toma y recuperación de empresas, nacionalizaciones y otras nuevas conquistas.
Pero en lo que las masas dejan la calle, los factores burocráticos de la institucionalidad democrático-burguesa, aún imperantes en el Estado venezolano, a pesar del proceso revolucionario, tienden a irle confiscando sus conquistas al movimiento obrero y popular y lo van deteriorando todo, minando el ánimo del pueblo y creando nuevas condiciones favorables para el golpismo militar y/o para el desgaste electoral.
La conocida consigna “Todo 11 tiene su 13”, salió por primera vez de las gargantas del pueblo en el Encuentro Nacional de Organizaciones Populares, promovido entre otros factores por la APR y que se hizo con la presencia del presidente Chávez en septiembre de 2002. Su formulación original fue: “¡Si vienen como el 11, saldremos como el 13”!
Luego apareció otra consigna que no fue recogida y que es clave para la defensa y profundización de la revolución venezolana: “¡13 permanente, para que no vuelva el 11!”
* Gonzalo Gómez Freire, es co-fundador de Aporrea.org, surgida de la resistencia al golpe de 2002. También es co-editor del periódico de la corriente Marea Socialista y de la revista Comuna.