En edición del día 30-7-2011,diario Ciudad CCS, dependiente de la Alcaldía el Municipio Bolivariano de la ciudad capital, Clodovaldo Hernández, en noticia titulada Fiscalía se prepara para asumir caso de Conrado, afirmó lo siguiente: “Cuando se conoció de su captura, existía la posibilidad de que Conrado fuese deportado inmediatamente a Bogotá sin que se iniciara un proceso judicial en Venezuela, tal como ocurrió con el dirigente guerrillero Joaquín Pérez Becerra.” No se, si el párrafo anteriormente citado -y que incluso rebasa las acusaciónes que confronta Pérez Becerra ante la torcida justicia colombiana- fue un desliz del inconsciente o producto del cansancio por el oficio que durante años, bueno es decirlo, con sentido progresista y apego a la verdad ha ejercido el comunicador, esta vez devenido en fablistán. Quizás fue el simple temor.
Algo de esto, ocurrió con el aguerrido Ernesto Villegas, director de la misma publicación, que inicialmente justificó con delicadeza (¡pero justificó!) la entrega “legal” del cantante a Colombia, para desdecirse al poco tiempo, luego de la riposta contundente de un abogado comprometido con la justicia social. Sospecho que detrás de tan extrañas contradicciones, decires y desdecires, existe un sentimiento solidario, pero auto-censurado por la responsabilidad de ser voceros mediáticos del gobierno.
Justo señalar, que el diario Ciudad CCS rectificó el increíble patinazo o, mejor, la puñalada trapera propinada por Hernández a su colega Pérez Becerra. Justo también, reconocer que es el único medio impreso que ha dado repetida cobertura al caso, si bien no lo tanto que merece, por lo menos en un mínimo notable que contrasta con la férrea censura gobiernera.
A pesar de las rectificaciones públicas y en desagravio al suizo-colombiano, se me hizo necesario, medio en joda y medio en serio, un intento de cuartetos. Vale.
Eneasílabos de un mal bardo al periodista Clodovaldo
Un tal Clodovaldo Hernández,
antes terror de la reacción,
publica mentiras tan grandes
que parecen de Globovisión.
¡ Clodovaldo, pobre anciano!
Apenas te quedan las mañas;
la jeta truecas por el vil ano
y el vil ano por las pestañas.
Juan M. Santos no es beato,
ni Conrado es pelotero,
ni los elefantes son patos,
ni Joaquín un guerrillero.
Moraleja final y saldo:
nunca temamos el disentir,
como le pasó a Clodovaldo
que puso la cagada al escribir.
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