Pues
verá usted: me viene a la mente una ocasión en que el populismo más
procaz se hizo grotescamente presente en su programa. Sólo se trató de
un detalle, algunos dirán, pero uno en el cual vimos cómo usted muy
selectivamente es capaz de dar voz prioritaria a aquellos entre los
presentes que tienen el más fanático perfil. Y no, no todo en la
guerra se vale, especialmente los tiros por la culata de nuestros...
principios.
Claramente usted busca, como todo
buen conductor, "efectos" y selecciona meticulosamente todo cuanto
presenta en su programa. Pero abrir el mismo con una dama de obvios
rasgos histérico-religiosos, en pleno estado de delirio crístico-sangral,
y azuzarla a conjurar la rodilla del presidente, no es otra cosa que
usar del oscurantismo más retrógrado en nombre de la revolución (que es
"evolución"), y ello con la intención amarillista de propiciar un
instante de exaltación colectiva (en honor a la ignorancia), y
traducirlo en votos.
Pero usted nos dirá, con
toda seguridad, que fue sólo una muestra de la "expresión popular
ambiente", y que ésta siempre dará fuerzas a la revolución. Es probable
que a usted ya no le importe echar mano de cualquier cosa, camarada, con
tal ganar la guerra. Mas dicen los que saben de esto, que ello, "lo que
sea", nunca basta para ganar con certeza, mucho menos en forma
duradera.
En cuanto que usuario, lamento
pensarlo pero usted da la impresión de nadar desde hace algún tiempo en
una viscosa demagogia populista; como vemos, es capaz de usar de los
lastres más negativos de nuestra cultura y de nuestra historia para
hacer con ellos un "show" en el que se aticen los peores fanatismos,
asociados automáticamente a una absurda deificación del presidente y,
por lo tanto, altamente contraproducente. Apuesto que jamás le ha pasado
por la mente limitar en su programa estos fanatismos en lo posible,
sino todo lo contrario. Es decir, apuesto que para usted éstos serían,
si acaso, ante todo un valor mediático, y por tanto positivo. Sí, usted
parece definitivamente muy ganado por las virtudes del hecho mediático,
al punto hacer de todo un medio posible, incluso aquello que muchas
veces contradice a la revolución, la cual es el fin. Un fin al cual no
se puede llegar, como usted debería saber, por todos los caminos.
Luego,
aparecen las equivalencias indeseadas, las desafortunadas comparaciones
que resultan, cuasi inevitablemente, en virtud de las "formas" que
usted atesora. Como antaño lo hiciera el conquistador, mediante la
idolatría y la ignorancia, se estaría manipulando hoy, en plena
revolución, nuevamente a las masas. Si no, ¿por qué devolverle entonces
al pueblo la imagen sublimada de sus propias miserias, y no la de sus
virtudes potenciales de transformación? Diríase que, para usted, una
bien intencionada lumpenización del pueblo, por parte de la dirigencia
revolucionaria, es más útil a su liberación. Hmm...
La
revolución que usted pregona para él de esta manera, pareciera
habérsele convertido al "señor de la noche", por esta vía, en un objeto
ella misma de agorería y pastoreo. Es entonces cuando el humanismo
deviene la excusa. Y es que usted, quien dice saber tanto de medios, al
parecer se ha propuesto operar también un milagro, el de convertir en medio a
la revolución misma, transmutarla en una prodigiosa encarnación llamada
"propaganda"; y por ende conferirle la idéntica misión de persuasión
que la inducción controlada desempeña en el inconsciente colectivo.
Bello designio.
En otras palabras: panfletizar a
la revolución, convertirla en un nuevo consumo, hacer de ella misma un
fetichismo de masas (¡vaya reciclaje de la ciencia de Marx!); pero uno
donde lo único consumido por el pueblo, por el presunto protagonista de
ella, sería la idea...
Existen muchas formas de
echar a rodar todo por el camino equivocado, camarada, de legitimar el
vehículo en el que viajasen por siempre los secretos estratégicos de la
dirigencia, insospechados por la gente; o en que viajasen las razones de
Estado hacia sus políticas sin nombre real definido, o de realidades
innombradas. Por supuesto, aludo a Becerra, a Conrado, a Sabino. Pero
también una de ellas es la propaganda, cuya práctica sistemática, desde
la holgura de pudientes trincheras como la suya, peoniza la
inspiración original de un proyecto social digno y convierte a los
individuos en esclavos nominales de una revolución que repudia la
autocrítica, o en futuros eunucos del discernimiento.
Espero
no se haya usted entregado sin darse cuenta a la defensa incondicional
de un aparato político en el cual haya quedado atrapado, bajo su propia
gorra, por las circunstancias; uno que de ahora en adelante sólo se
protegería a sí mismo, que viviría para sus propios intereses y que
mentiría al pueblo con tal de mantenerse en el poder, pero no tanto
atornillándose en él sino cada vez más confinándose a un sordo y
calamitoso autismo (con la ayuda de rebaños creados a la medida,
inducidos en la ignorancia, crédulos, fanáticos, votantes, a los cuales
sobre todo nadie en el poder consciente —como usted—, sapiente e
ilustrado —o "cuadro", por lo cual sin duda se tiene— diere nunca
demasiadas luces).
Puede llamarme purista,
extremo-izquierdista, ortodoxo-marxista, vano escribiente, o bien puede
auto-congraciarse como siempre detrás de su legendario y honorable
título de bachiller marginal, el cual ni siquiera obtuve... Lo cierto es
que sé que usted ya sólo tiene capacidad para llamarme escuálido...
Por eso, ni siquiera vale la pena recordarle a Samán...