19-02-2012
Hace unos días en La Habana tuve el privilegio de escuchar a Fidel
recordando los principios que han sostenido a la revolución cubana
durante cinco décadas contra el acoso de los EEUU y de sus socios
europeos: los valores éticos, el internacionalismo humanitario, la
defensa de los derechos humanos. “Estamos en contra de todos los
crímenes y todas las formas de represión”, dijo el Comandante. “Hemos
resistido porque tenemos fundamentos morales; un gobierno corrupto y
represor no habría durado nada”; y a continuación recordó que en la
lucha mediática los anti-imperialistas debíamos fajarnos “con la verdad
en la mano”.
Apoyándome en sus palabras, me atreví a intervenir
para hacer un doble llamamiento a los intelectuales que participaban en
este encuentro con el líder cubano: el de escuchar con más atención y
compromiso a los pueblos árabes en sus demandas de libertad y el de
extremar el rigor en la denuncia de las manipulaciones de los medios
hegemónicos. Parafraseando al filósofo Pascal, insistía yo en que estos
medios son tanto más mentirosos cuanto que no mienten siempre, lo que
convierte el trabajo de deconstrucción anti-imperialista en una labor
tan sutil y minuciosa como lo es la de la construcción imperialista. El
peligro de no comprender la formidable sutileza de los medios (ni sus
gruesas inercias de promiscuidad desnudamente comercial) es el de acabar
creyendo que la verdad se alcanzaría mediante la pura inversión
mecánica de las noticias publicadas en la prensa convencional,
simplificación que puede llevar muy fácilmente a delirios igualmente
intoxicadores, como lo son, por ejemplo, los que pretenden -según he
escuchado o leído en los medios llamados alternativos- que la OTAN
habría arrojado “una bomba atómica de baja intensidad” en Beni Walid,
matando en pocos minutos “a todos los miembros de la tribu Warfala”, o
que 12000 soldados estadounidenses estarían “controlando los pozos y las
ciudades de Libia”.
Un prejuicio largamente asentado en la
experiencia me lleva a desconfiar de TVE. Pero me inquieta, y mucho, que
no podamos encontrar otra manera de denunciar su tendenciosidad que
recurriendo al mismo expediente tendencioso. Este es el caso, por
ejemplo, de un comunicado difundido por la Plataforma “No a la guerra
imperialista” (y reproducido en la sección Mentiras y Medios de
Rebelión: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=144547&titular=comunicado-de-protesta-por-la-emisi%F3n-del-reportaje-%22siria-la-lucha-sin-fin%22-en-tve-)
en el que se analiza un documental sobre Siria que la televisión
pública española emitió el sábado 4 de febrero. No he visto el programa
en cuestión y doy por supuesta la doble y mala intención de sus
responsables, pero lamentablemente del comunicado de denuncia lo único
que se puede deducir es la falta de rigor de los denunciantes mismos,
los cuales incurren, una por una, en todas las manipulaciones que
reprochan al antagonista.
Veamos. El comunicado, tras anunciar
su propósito de poner al descubierto la “tendenciosidad” del reportaje,
afirma como primera prueba que en él “se daba por supuesta la naturaleza
antidemocrática del Gobierno sirio”. En esa suposición es difícil
localizar otra cosa que una “tendencia” a decir la verdad; y en la
denuncia otra cosa que una “tendencia” a ocultarla. Es una de las
manipulaciones más frecuentes y más burdas utilizadas por nuestros
medios hegemónicos y no deberíamos usarla nunca nosotros, por muy justa
que nos parezca la causa. Si “acusamos” a alguien de sostener que la
nieve es blanca generamos la ilusión de que no lo es. ¿Es honesto
sugerir que el régimen de Bachar Al-Assad es democrático? ¿Nos conviene
por algún motivo negar que es tan dictatorial, y por los mismos motivos,
como lo fue el de Pinochet en Chile, el de Marcos en Filipinas o el de
los Somoza en Nicaragua? No es honesto y no creo que nos convenga. Y sin
embargo, es ese modelo de manipulación el que desarrolla
sistemáticamente el comunicado. Rechaza como un escandaloso disparate -y
un disparate aceptado como tal por todos- la descripción minuciosa,
rigurosa, precisa, de la dictadura siria: TVE, dice, pretende “homologar
al sistema político sirio con Monarquías o Dictaduras hereditarias o de
partido único, impuestas mediante el miedo y la represión, y a partir
de una ideología oficial de corte totalitario”. Pero es que eso es
exactamente así. Bachar Al-Assad, actual presidente, heredó el cargo de
su padre Hafez Al-Assad, militar del partido Baaz, quien alcanzó el
poder en 1970 mediante un golpe de Estado. La constitución de 1973, por
otro lado, consagra al partido Baaz como fuerza hegemónica indiscutible
del país y, si es verdad que existen otros seis partidos legales, todos
ellos forman parte del Frente Nacional Progresista, del que es
presidente el propio Bachar Al-Assad, al que compete también nombrar los
ministros, elegir a los jueces y dirigir el ejército. “Totalitario” es
una palabra que no me gusta, pero si tiene que ver con la centralización
total del poder, es difícil imaginar un poder más totalitario en el
mundo que el del régimen sirio (sólo comparable, en efecto, a las
teocracias del Golfo). En cuanto al “miedo y la represión”, también en
este sentido la dictadura siria puede describirse como un sistema
“totalitario”; en él un aparato policial omnipresente -con los
tentáculos oscuros de los mukhabarat y los shabiha incrustados en el
corazón mismo de la vida social- garantiza desde hace cuarenta años,
mediante la represión y la tortura, la reproducción en el poder de unas
cuantas familias que en los últimos años han liberalizado la economía en
perjuicio de sectores cada vez más amplios de la población. Sobre la
naturaleza del régimen sirio y las causas económicas, sociales y
políticas de la revuelta popular se puede encontrar abundante y rigurosa
documentación en la página en árabe e inglés de Jadaliyya (http://syria.jadaliyya.com/pages/index);
en relación con la tortura, si no nos fiamos de la ONU o de Amnistía
Internacional, a los que citamos en cambio para España o para la Libia
post-Gadafi sin empacho, acudamos a nuestros propios medios, que han
denunciado a menudo las llamadas “entregas extraordinarias” de la CIA a
terceros países, entre ellos la Siria de Al-Assad, donde presuntos
miembros de Al-Qaeda han sido sometidos a torturas durante años. El caso
angustioso del inocente Maher Arar lo contaba, por ejemplo, Democracy
Now en noviembre del año 2009 (http://www.democracynow.org/es/blog/2009/11/5/la_lgica_de_la_tortura_sigue_en_pie).
El comunicado de “No a la guerra imperialista” (consigna a la que hay
que sumarse sin ambigüedades) recurre a continuación a otro típico
procedimiento manipulador: el de denunciar el silencio sobre cosas que
no existen y que cobrarían existencia así a la sombra de esta denuncia.
TVE -dice el comunicado- no hace “ninguna referencia a las elecciones
presidenciales por las cuales ha sido elegido el actual Presidente
sirio, ninguna referencia a la libertad de prensa, o al laicismo en la
educación y demás esferas de la vida pública, ninguna referencia a la
igualdad entre hombres y mujeres en la legislación siria, o a la
constitución de una Asamblea Popular con representación
multipartidista”. Tampoco hace referencia -añado yo- a la existencia de
caballos voladores ni de volcanes de chantilly. Seamos serios. No
podemos denunciar la hipocresía de TVE, que no dice nada de Arabia Saudí
y de Qatar, e incurrir en el mismo doble rasero olvidando, por ejemplo,
los casos de Túnez y Egipto. Del “multipartidismo” en Siria ya hemos
hablado, pero conviene recordar que también Ben Ali y Moubarak cooptaron
o consintieron otros partidos (algunos de ellos incluso “socialistas”)
sin que nadie haya dudado por ello de la “naturaleza antidemocrática” de
sus regímenes ni de la primacía escandalosa del RCD y el PND. De la
“elección presidencial” da casi rubor hablar: Bachar Al-Assad se
reeligió a sí mismo en referendum en 2007 con el 97% de los votos;
Moubarak, más modesto, se conformó en 2005 con el 88.5 %; y Ben Ali, en
una verdadera demostración de espíritu democrático, admitió incluso
otros dos candidatos en octubre de 2009, última vez que fue “elegido”
con el 89,60% de los sufragios. No he escuchado a nadie de izquierdas
conceder ninguna legitimidad a los mandatos de los dictadores tunecino y
egipcio ni restar legitimidad a las revoluciones de sus pueblos. ¿En
qué sentido sería más “auténtico” o “creíble” el apoyo “electoral”
recibido por Bachar?
También la alusión a la “libertad de
prensa” inspira un poco de angustia goebbelsiana tratándose de un país
en el que los periodistas extranjeros tienen que entrar clandestinamente
para intentar averiguar lo que allí pasa y en el que incluso se prohíbe
la lectura desde el pasado mes de mayo de Al-Akhbar, un periódico
libanés de izquierdas complaciente con Hizbullah, por hablar de las
revueltas populares (muy recomendable el editorial de Ibrahim Al-Amin
sobre la dimisión de Khaled Saghiya donde se cita la censura siria del
periódico: http://www.al-akhbar.com/node/19445).
En Siria hay bastante menos libertad de prensa que en el Egipto de
Moubarak y la misma que en el Túnez de Ben Ali y nunca nadie de
izquierdas se habría atrevido a negar el sofocamiento mediático de los
egipcios y los tunecinos. ¿Por qué nos burlamos de los sirios?
En cuanto al laicismo del régimen de Al-Assad, también la constitución
tunecina lo era e incluso en mayor medida que la siria, y nadie de
izquierdas se atrevió nunca a dudar por ello de la “naturaleza
antidemocrática” de Ben Ali y sus secuaces. ¿Por qué nos parece distinto
en el caso de Bachar? Recordaré, por lo demás, que la constitución
siria todavía en vigor sólo permite ser presidente a un “musulmán” (en
un país en el que, al contrario que en Túnez, hay muchos cristianos) y
que su artículo 3 dice literalmente: "el derecho islámico es una fuente
principal junto a los tribunales basados en la sharia". En las
manifestaciones pro-régimen, así como en los carteles de apoyo al
dictador, la consigna más difundida es la que proclama “Dios, Siria,
Bachar y nada más”.
Lo mismo vale para la “igualdad entre el
hombre y la mujer”. Además de relativizar los grandes logros del régimen
en este tema (http://mujerdelmediterraneo.blogspot.com/2012/01/siria-2011-discriminacion-y-violencia.html),
conviene recordar que fueron las potencias occidentales las que
sostuvieron a Ben Ali invocando este mismo pretexto. No hagamos lo
mismo. Desde la izquierda apoyamos sin ninguna duda la lucha contra la
dictadura tunecina a pesar de su avanzadísimo Código de Estatuto
Personal; y a nadie de izquierdas se le habría ocurrido reivindicar la
invasión de Afganistán porque pretendía liberar a las mujeres del yugo
talibán. No hay dictaduras anti-imperialistas y no hay dictaduras
feministas. Si una invasión imperialista es una dictadura exterior, una
dictadura es una forma de imperialismo interior. Hombres y mujeres son
iguales en Siria porque la dictadura de Bachar las sojuzga por igual,
como lo demuestra el gran número de mujeres que se ha sumado al
movimiento popular, incluso en condición de dirigentes (Souheir Al
Atassi, Razan Zeitouneh, Nahed Badawiyeh, las alauitas Fadwa Soleiman y
Samar Yazbek, Bassma Qodmani, Afra Jalabi, Dima Moussa).
El
comunicado se refiere a continuación a las “reformas” y “amnistías”
aprobadas por Bachar Al-Asad y de las que TVE tampoco habría hablado.
Sería muy bueno, en aras de la paz y a fin de evitar una tragedia mayor,
que el gobierno las aplicara y que satisficieran las demandas de los
ciudadanos, pero tampoco indican nada acerca del régimen dictatorial,
salvo que en efecto lo es. Las mismas promesas, con muchos menos muertos
a sus espaldas, fueron hechas por Moubarak y Ben Ali y todos nos
felicitamos entonces de la dignidad con que los tunecinos y egipcios las
rechazaron para continuar luchando hasta el derrocamiento de los
dictadores. Incluso en el caso de Marruecos, donde las protestas
provocaron apenas una decena de víctimas, la izquierda ha denunciado la
maniobra de Mohamed VI, su reforma constitucional galopada en diez días y
la falsa legitimidad que ha obtenido de ella; y ha apoyado sin
vacilaciones el boycot del movimiento 20-F a la convocatoria electoral.
Sin duda sectores de la oposición siria en el exilio vinculados al CNS
rechazan toda reforma y todo diálogo porque quieren precipitar una
intervención exterior, pero eso ni ilumina favorablemente esas reformas
tardías que van acompañadas de un aumento de la represión ni deslegitima
a los revolucionarios que se niegan a aceptarlas por una combinación de
justificada desconfianza y valerosa dignidad.
Finalmente el
comunicado reprocha al documental “alejarse completamente del rigor
periodístico y de la contrastación de fuentes”. Es posible que así sea y
comprendo la alergia frente a El País y el CNS y las reservas frente a
Amnistía Internacional. Lo que me preocupa es que esa acusación y la
versión de la Siria “democrática” que trata de dibujar la denuncia no se
sostenga, a su vez, en ningún dato ni fuente contrastada, salvo en la
superstición de que si El País dice algo es cierto lo contrario. Y, por
supuesto, según queda de manifiesto, en la agencia oficial SANA, en el
canal sirio Dunia y en el iraní Press-TV, fuentes interesadas de
regímenes dictatoriales frente a las que deberíamos mostrar cuando menos
el mismo espíritu crítico y el mismo escepticismo que frente a The New
York Times o El Mundo. En vez de eso, las replican -las repican- los
medios llamados alternativos que habían nacido precisamente como voz
anticipada de otro mundo posible.
Una de las particularidades de
la verdad es que se puede hacer también un uso propagandístico de ella y
estoy seguro de que TVE así lo ha hecho. Son muchos los medios
dedicados en estos días a justificar, a partir de esta verdad degradada o
tuneada, una intervención militar, aún no decidida, que sería una
catástrofe para Siria y para toda la región, sobre todo para los que
luchan desde dentro por la liberación de un yugo terrible y que podrían
verse sometidos, como recuerda Bassam Haddad, a un yugo peor: “apoyar la
desaparición del régimen sirio por todos los medios, incluida la
intervención militar externa, es tremendamente insensato, especialmente
si el objetivo es salvar vidas sirias o crear el marco para una vía de
autodeterminación post-régimen” (http://rebelion.org/noticia.php?id=143492).
El empecinamiento criminal del régimen sirio ha llevado, tras meses de
manifestaciones pacíficas, a una situación de militarización y
pre-guerra civil en la que el país es objeto de una multilateral pugna
inter-imperialista, con siete u ocho potencias y subpotencias con
intereses en la región y con proyectos más o menos independientes
tratando de explotar en su favor la tensión y el caos crecientes. El
derecho de los pueblos a la autodeterminación frente al imperialismo
interior no debe hacernos olvidar la dictadura global exterior que los
amenaza. Las teocracias del Golfo y la OTAN, indiferentes a la suerte de
los palestinos, los bahreiníes o los colombianos; los EEUU de los 70
vetos en el Consejo de Seguridad de la ONU y el millón de muertos en
Iraq; las potencias occidentales que no dudan en sacrificar a sus
propios pueblos en Europa y EEUU sólo pueden agravar la suerte ya
trágica de Siria. Nuestra solidaridad con su pueblo rebelde incluye
necesariamente nuestra inquebrantable oposición a todos los que tratan
de impedir la decisión soberana sobre su propio destino.
Esta
innegable realidad, en todo caso, no nos autoriza a separarnos de
nuestros principios creyendo que sin ellos lucharemos mejor. Frente a la
verdad rebajada a propaganda, es necesario denunciar enérgicamente la
hipocresía y señalar con vigor qué cajas puede descerrajar y qué fosas
puede abrir, pero ninguna manipulación por nuestra parte -ninguna
propaganda invertida- podrá impedir la intervención en Siria, si es que
está ya decidida, y aún menos dignificar la causa de los que nos
oponemos a ella.
El caso del comunicado no es más que una gota
en un aguacero. Lamentablemente, algunos sectores de la izquierda
consideran que imperialismo y anti-imperialismo son solo dos formas
diferentes y enfrentadas de mentir y dominar al otro. No es así: ninguna
mentira puede ayudar a fabricar hombres sinceros y ninguna dictadura
puede ayudar a construir hombres libres. El papel geo-estratégico de
Siria en el eje de resistencia antisionista junto a Irán y Hizbulá no
puede justificar ni la manipulación de los discursos ni la humillación
dictatorial de un pueblo que alza la voz, y por los mismos motivos,
junto a Túnez, Egipto, Libia, Bahrein y Yemen. Sólo la verdad y la
justicia social son realmente anti-imperialistas.
Los tiempos
cambian; son, como decía Fidel, “enteramente nuevos”. Para invadir Iraq
hacía falta mentir -la patraña de las armas de destrucción masiva- y
frente a las mentiras de EEUU y la UE los anti-imperialistas nos
defendíamos diciendo la verdad, gracias a la cual se debilitaron los
medios capitalistas y se robustecieron los nuestros. El problema es que
para intervenir en Siria -si finalmente ocurre- habrá bastado con decir,
y degradar, la verdad: que hay allí una dictadura feroz y que una parte
del pueblo se ha levantado contra ella. ¿Nuestra defensa será entonces
la mentira? Si no se nos ocurre ningún otro recurso, entonces es seguro
que vamos a perder no sólo esta batalla sino también todas las
venideras.