La “Compañía” como llaman los amigos a la CIA, fue el cerebro que planificó estrategia y táctica para derrocar a Hugo Chávez el 11 de abril de 2002. Desde la Embajada norteamericana en Caracas, el embajador Charles Shapiro, siguiendo instrucciones de George Bush, desarrolló el plan con ayuda de sus adláteres criollos: militares, empresarios, políticos, sindicalistas y “sociedad civil”. Diéz años después de aquella siniestra operación secreta, el servicio del espionaje gringo sigue tejiendo una salida violenta con las agujas de la propaganda como arma de destrucción.
La Agencia Central de Inteligencia fue creada en el año 1947 bajo la Ley de Seguridad Nacional. Su objetivo inicial era un departamento al servicio de información, pero las operaciones secretas ocuparon un lugar importante en su actividad.
“Operación secreta” fue definida por la directiva de la CIA con el código CSN-10/2: “Bajo el término operaciones secretas que figuran en la presente directiva se deben entender actividades de todo tipo (menos las mencionadas más abajo), realizadas o sancionadas por el Gobierno de Estados Unidos, contra los grupos o Estados extranjeros hostiles. En todo caso, esas actividades se planificarán y se llevarán a cabo de manera que ningún examen exterior pueda identificar a su organizador, el gobierno de EE UU, y que, en el caso de una denuncia, el gobierno pueda negar, de manera verosímil, toda su responsabilidad por ellas”. Svetov Boris y Oleg Tarin: CIA y Terrorismo Internacional, Editorial Progreso, Madrid, 1985, Pág. 27.
Las operaciones secretas incluyen propaganda, guerra económica, acción preventiva directa (incluyendo sabotaje, anti-sabotaje, medidas de demolición y evacuación), subversión contra Estados hostiles, incluyendo asistencia a la guerrilla y a los refugiados en grupos de liberación, así como el apoyo a elementos anticomunistas en los países amenazados del mundo libre.
Aún cuando es difícil de probar, los periodistas rusos Svetov y Tarin señalan que la actuación de la CIA en Latinoamérica es una actividad criminal y se debe a que desde hace mucho tiempo los países del continente representan un interés especial para el capital monopolista norteamericano, quien saquea despiadadamente sus riquezas naturales y explotando con hambre a sus trabajadores, obtienen beneficios colosales.
“Apoyando en todos los sentidos a los regímenes dictatoriales existentes en varios países latinoamericanos, los estrategas de Washington no dejan de prestar atención a los movimientos de liberación nacional en la región, contra los cuales EE UU utiliza todo su arsenal de medios que tienen a su disposición, desde la presión económica, chantaje, suministro de armas y consejeros a las fuerzas reaccionarias hasta las operaciones secretas, realizadas por mercenarios y agentes de la CIA, y a la intervención armada directa”.1. Ibid. Pág.133.
Una de las operaciones subversivas más importantes de la CIA en Venezuela fue sin duda la participación activa en la organización y ejecución del golpe militar el 11 de abril de 2002. Para ello, la Embajada de USA buscó como aliados a dueños de medios de comunicación para emitir propaganda de guerra y persuadir a la “sociedad civil” con mensajes subliminales y manipulación informativa.
“La primera medida que toma la CIA al rediseñar un periódico para utilizarlo en sus campañas desestabilizadoras es promover al dueño del diario en cuestión para que integre la junta directiva de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP). El New York Times citó (artículo del 26/12/1977) a un alto funcionario de la CIA para quien la SIP sería una fuente de acciones encubiertas. En un segundo paso, la SIP coloca al país de que se trate, en la lista de regímenes que amenazan la libertad de expresión”, señala un artículo publicado en www.listamadrid.es
Sectores oficialistas y expertos en el área de la comunicación de España, denunciaron días posteriores al golpe de Estado que los medios venezolanos utilizaron propaganda de guerra durante el conflicto para favorecer a un amplio sector de la oposición. Francisco Sierra, profesor de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), citando a D. E. Daugherty, la definió de la siguiente manera: “Uso planificado de propaganda y otras acciones, orientadas a generar opiniones, emociones, actitudes y comportamientos en grupos extranjeros, enemigos, neutrales, amigos, de tal modo que apoyen el cumplimiento de fines y objetivos nacionales”.
La CIA aplicó técnicas de persuasión, antes y durante el golpe de Estado de 2002. Pero, no tuvo plan de contingencia ante un escenario inesperado: la respuesta contundente de esa masa popular que bajó de los cerros para rescatar el hilo constitucional y que el editor Miguel Otero, definió como “lumpen”. El silencio informativo fue con total descaro y sin el mayor rubor. Justificaron la ética periodística, pateando la moral.
El “fondo de reptiles”, ideado por Otto von Bismarck y creador del II Reich es una táctica de la CIA, donde se utiliza una partida económica destinada al financiamiento de editores, pago a periodistas fanáticos y elaboración de información sesgada que influye en las noticias que emiten los medios contaminados a favor de los intereses de EE UU. El servicio secreto también paga a los artistas, profesores y “analistas” que se meten en la web, crean tribunas, intoxican, insultan, muerden, agreden y envenenan. La “democracia” es el credo y el dinero su objetivo.
Los análisis morfológicos y de contenido consultados, revelan las intenciones de los medios privados. Siguen su prédica del caos social y la inseguridad. Nada ha cambiado. Sigue en marcha un golpe civil dirigido por EE UU y la alianza europea, banqueros locales, prófugos, ex militares y políticos del pasado. Ante el bombardeo mediático, urge activar la contra-propaganda. Guerra avisada no mata gente.
José Luis Carpio
*Periodista, Especialista en Comunicación y Conflictos Armados (UCM).
Twitter: @laclaveonline