De todos los medios estatales, probablemente Telesur sea el que ha mostrado la cobertura más respetuosa a la campaña del candidato presidencial de la derecha, Henrique Capriles Radonski. Éste, sin embargo, acaba de arremeter contra ese canal al increpar, en forma por demás infeliz, a la periodista Madeleine García con un reclamo que revela muy poca tolerancia ante la crítica y presagian tiempos muy aciagos para la libertad de opinión en un hipotético, muy hipotético, gobierno suyo.
“Madeleine, ¿tú sigues en Telesur?” La pregunta, supuestamente inocente, fue el recibimiento que le dio el candidato a la periodista antes de que ésta pudiera articular palabra en una rueda de prensa convocada por él para hacer un balance del primer mes de la campaña electoral.
El Flaquito, como le gusta hacerse llamar, hurgaba en su teléfono mientras se dirigía a Madeleine: “Si me permiten un momentico, aquí tengo algo que te quiero leer (en) la página web de Telesur: ‘Capriles: peón de los Estados Unidos en Venezuela.’ Para que tengamos el respeto: yo creo que tú buscas cualquier medio y ningún medio dice eso sobre el candidato del Gobierno. O sea, yo creo que el Sistema de Medios Públicos…
Creo que podemos mantener la altura en este proceso de campaña. Eso no es correcto, eso es una página de un medio que también es mío. Eso no es un medio de un partido político”.
Cualquier desprevenido, con base en la queja de Capriles, podría imaginar que eso de “peón de los EEUU en Venezuela” es la forma como el canal identifica al candidato en su página web cada vez que lo menciona o, incluso, en su pantalla. Pero no. Resulta que esa expresión que tanto ofendió a Capriles corresponde al titular de un artículo de opinión, publicado en www.telesurtv.net, bajo la firma y responsabilidad de su autor, Miguel Ángel Ferrer, quien ofrece una serie de argumentos para catalogar a Capriles como agente de EEUU y también de la extrema derecha colombiana. Recuerda, entre otras cosas, su figuración en el asedio a la embajada de Cuba durante el golpe de Estado de abril de 2002.
Es obvio que el candidato tiene derecho a discrepar de esa opinión y a expresar su desacuerdo. Lo insólito es que Capriles arremeta contra el medio por publicar un artículo que le desagrada y se lo enrostre a la periodista, no siendo de su autoría, para luego utilizar esa hoja de parra para tachar con un veto explícito a la televisora. Si esa es su actitud como candidato, ¿qué esperar de él si llegara a convertirse en Presidente?
Expresó Capriles: “Yo lo digo porque en 60 días tenemos un proceso electoral y esta realidad va a cambiar y debemos ir preparándonos porque esto es poco serio. No lo voy a leer completo porque es largo. Pero Telesur, esa su definición hacia mi persona. No estoy de acuerdo, o sea”.
Y añadió: “En estos días alguien de Telesur estaba pidiendo una entrevista… Vamos a empezar a respetarnos para tener una entre- vista, porque si no, imagínate. Si yo digo A y tú después vas y dices B, ¿qué sentido tiene que hagamos la entrevista? Ninguno”.
Una verdadera galleta argumental. ¿Qué tiene que ver la publicación de un artículo de opinión con la realización o no de una entrevista? ¿El codo guarda alguna relación con las pestañas? Ya sus escoltas suelen hacer lo imposible para impedir que periodistas de los medios públicos se le acerquen en sus actividades proselitistas. Ahora es él mismo quien deja en evidencia su temor enfrentar preguntas no complacientes.
Si fuese un mejor lector, no digamos de libros, al menos sí de periódicos, el candidato se daría por enterado de la avalancha de artículos de opinión que desde 1992, y sobre todo a partir de 1998, se publican a diario en la prensa venezolana contra su contrincante, a quien paradójicamente suelen dirigirse las acusaciones de intolerancia y persecución a la prensa libre. Basta darse un paseo por periódicos y páginas web para corroborar cuán activa está la venerable triple A (Alianza de Articulistas Antichavistas), así bautizada por el siempre ingenioso Clodovaldo Hernández.
Esa escasa tolerancia a la crítica, a la discrepancia, supuestamente patrimonio de su adversario, forma parte del arsenal de razones que hacen recordar los antecedentes fachos de Capriles y su partido, que en 2002 encabezaron la cacería de brujas contra figuras chavistas en medio del golpe de Estado.
De aquellas persecuciones escribió Milagros Socorro (que de chavista no tiene un pelo) en El Nacional del 13 de abril de 2002, frescas las imágenes de las detenciones arbitrarias de Tarek William Saab, Ramón Rodríguez Chacín y Ronald Blanco la Cruz por parte de la “sociedad civil” extasiada de fascismo: “Si es cierto que [durante el gobierno de Chávez] muchos compatriotas fueron hostilizados con insultos del propio mandatario, con llamadas telefónicas amenazantes perpetradas por sus seguidores, con cartas insultantes, con impertinencias de algún borracho de tres al cuarto y hasta con piquetes de desarrapados que vomitaron su rabia fachada de por medio, es preciso reconocer que ninguno fue sacado a rastras de su casa, ante la mirada horrorizada de sus hijos, para ser detenido y expuesto al desprecio público”.
Eso ocurrió la última vez que la derecha tuvo el poder. Ahora Capriles intenta lavar su cara y sembrar amnesia, cambiando la gorra negra del fascismo que hasta hace poco utilizó la oposición, por una tricolor. Esa cachucha fue diseñada y popularizada por Clase Media en Positivo, colectivo de profesionales chavistas que dieron un paso al frente en medio del paro sabotaje petrolero del 2002-2003, del cual Capriles y su gente quieren ahora que todos olvidemos. Por fortuna el pueblo tiene memoria y así lo expresará el 7 de octubre.
Ah, y Madeleine seguirá trabajando en Telesur.
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