En nuestra tarea de observación de medios, semana a semana nos topamos con importantes esfuerzos del Gobierno para atacar diferentes problemas. Esfuerzos que los medios, desde su mirada política, describen, ensalzan, cuestionan o destruyen. A lo largo de este año destacan una serie de medidas y controles tendientes a lograr la eficiencia burocrática y el desmontaje del Estado burgués; otras dirigidas a la salud económica y a la generación de un “nuevo modelo económico” para 2015; medidas para hacer frente a la “guerra económica” y otras encauzadas a la lucha contra la corrupción y el contrabando de extracción de gasolina. Destaca la gestión de políticas públicas -salud, educación, seguridad, transporte y comunicación, vivienda, servicio eléctrico y agua, etc.- que se activa según las crisis que denuncian o crean los medios. La academia y algunos centros de investigación identificados con la oposición intentan demostrar el fracaso de las misiones sociales, emblemas del chavismo y pilares de la política social.
Últimamente analistas propios y ajenos, empresas nacionales e internacionales, no solo se centran en denunciar el declive de los indicadores económicos, sino que enfatizan su relación con el deterioro de la población, el clima emocional y el político. En resumen, según tales análisis el modelo económico vigente ha generado precarización, exclusión, desocialización, incremento de las vulnerabilidades y una ciudadanía asustada, desesperanzada, aislada y retraída, cada vez más descontenta, presa además de una crisis de confianza, entre otros efectos socioemocionales.
Observamos que el Gobierno responde con medidas y controles, empleando un discurso popular y bienintencionado, fuerte y en ocasiones autoritario, con tendencia a simplificar la complejidad de los problemas, señalando a los “otros” culpables y, en ocasiones, asumiendo la responsabilidad. Las medidas y controles, suerte de respuesta epidérmica, vienen envueltas en un discurso firme que ofrece “mano dura”, pero que generalmente ataca las manifestaciones externas del problema o del malestar social, o sus connotaciones políticas. Una mano dura que, con celeridad y eficacia cortoplacista, atenúa la crisis o el ruido y amortigua los efectos de problemas de fondo que persisten, hasta una nueva arremetida mediática.