Insistimos sobre la censura www.aporrea.org/actualidad/a231529.html… Es realmente, lo admitimos, una buena excusa para hablar de otro tema, de mayor relevancia existencial, y del cual la censura en sí es una de sus facetas menores. Lo que subyace, más allá de ella, como signo de deterioro moral de una sociedad, es lo grave. Igualmente grave, por su impacto social, aunque en otro marco de ideas, es la inmensa inflación, producto de la irresponsable emisión de dinero inorgánico, cuya crítica pareciera haber sido "la gota que rebasó el vaso" como motivo de la censura.
Poco importa, en el fondo, quién es el responsable de la censura. Pudiera ser, Héctor Dávila, quién demuestra, todos los días, con su torpe y poco imaginativa "línea editorial", que no es más que un burócrata. En todas las revoluciones abundan estos personajes. Y hacen mucho daño. Uno o varios de ellos fueron los responsables del aislamiento, y posterior suicidio, de un gran poeta como Vladimir Maiakovsky y de otros artistas, en los años de la Revolución rusa. El otro posible responsable, Eleazar Díaz Rangel, veterano e inteligente periodista, por cierto muy amigo de mi padre, Manuel Quijada, pareciera pecar, también todos los días, no por acción pero sí por omisión. Y, en esto último - muy a mi pesar tengo que decirlo – hay un problema de una dignidad comprometida.
Molesta igualmente el silencio del periódico - "no dar la cara" - molesta, pero es lo usual, no darle beligerancia al censurado, es una expresión de la soberbia del poder y del libreto de la claudicación moral de los individuos que se hacen partícipes de ella, y hay que aceptarlo como tránsito vital de la política, sin dejar nunca de denunciarlo. La denuncia permanente es una actitud ante la vida que es necesario asumir. ¡Resistirse a la estupidez humana! ¡No conformarse, no resignarse, no dejarse domar! ¡Lo repetimos, ha pasado en todas las revoluciones, abundan estas prácticas y estos personajes! Y es necesario recalcarlo: ¡Las revoluciones y sus anhelos de transformación y emancipación social no tienen la culpa de ello!
En política, los golpes deben responderse con otros golpes. Y eso quizás obliga, más allá de la propia denuncia, este nuevo artículo. Fidel, ejemplo de todos los revolucionarios, ha sido maestro de ello. Otro ejemplo, de mis años de infancia, que dejó huella en mí, fue Leopoldo Díaz Bruzual, "el Búfalo", injustamente considerado responsable del "viernes negro", pero figura emblemática, en mi memoria, de dignidad y honestidad. Otro ejemplo, también de infancia, seguramente poco conocido para los lectores, fue el de un español republicano, Pepe Lobato, picador de toros, que pasó por nuestra patria en época de exilio y que pude conocer de niño. ¡Cuánto pudor y dignidad había en su andar diario! Hombres, o mujeres, con relevancia pública o anónimos, de otra estirpe, que nunca hay que olvidar. Ellos, y otros más, nos recuerdan la esencia de la existencia humana y el sentido de la responsabilidad personal. Hombres y mujeres decentes. Y quizás, finalmente lo decimos, es de esto, y no de otro tema, que se trata este artículo. Uno siente que la decencia ha perdido camino, ha extraviado el rumbo, en el país. Uno siente un sentimiento de cobardía generalizada, y no nos referimos al pueblo que es el mayor haz de luz del proceso revolucionario, sino del silencio de sectores, con posibilidades de proyección pública, que deberían asumir posiciones críticas y alzar su voz férrea, a lo interno de la revolución, y no lo hacen.
El tema de la censura de Últimas Noticias, insistimos, es total y absolutamente irrelevante ante otros hechos graves de nuestro acontecer político diario y, particularmente, del evidente deterioro moral de nuestra sociedad. El gobierno hace uso frecuente de la mentira para esconder sus inconsecuencias o enmascarar sus contradicciones. Y no decimos nada. Institucionalmente se hace uso directo o velado de la coerción contra funcionarios públicos o beneficiarios de las misiones para mantener cierto espejismo de apoyo popular. Y no decimos nada. Vemos un programa tan fatuo como "Con el mazo dando", de Diosdado Cabello, donde se nos quiere decir, casi condicionar, sin ciencia, ni arte, y haciendo uso y abuso de la imagen y la voz del Comandante Chávez, cómo actuar como revolucionario, cómo interpretar el pensamiento de Chávez o cómo construir el socialismo. Y no decimos nada. No alzamos nuestras voces de protesta e indignación. Y ni hablar de la corrupción. Vemos impasibles, con nuestras conciencias aletargadas, cómo le cavan la fosa a una revolución que tantas esperanzas y expectativas ha despertado en el mundo. Y no decimos nada. ¿Seguiremos siendo espectadores de la debacle? ¡Hay que "cortarle el cuello" – que no cunda el pánico por favor, es sólo una expresión tomada de algún poeta - a la vacuidad y a la mediocridad que caracterizan los tiempos actuales de nuestra política!.