¿Cuánto vale el show?

La despedida de RCTV fue el último insulto del empresario Marcel Granier al pueblo venezolano. Planificada y ejecutada minuciosamente, como un golpe de Estado, por los mismos que planificaron el 11 de Abril 2002, despedida duró una semana y terminó este 27 de mayo, en una fiesta del “Día de la Secretaria”, o “Fiesta de la Compañía”, en la falsa igualdad de patrones y trabajadores. Fue una apoteosis de tristeza, odio y amenaza, acorde con la ruindad de Granier. Se vio de todo: plañideras más o menos buenas, pelagatos desechables que se creían “parte de la familia” y experimentados trabajadores tratando de asegurar el pago de sus prestaciones. Vimos a Popi el payaso, el único negro que tuvo un programa en la TV (porque aparecía pintado de blanco), y hasta una vaga forma femenina, amenazando: “Si se acaba Miguel Ángel se acaba la democracia…” refiriéndose a su colega, confeso de cobrar del Tesoro de los Estados Unidos.

El guión preveía de todo para inyectar veneno e ir subiendo la tensión: la imagen del Renny Ottolina, a quien ellos destrozaron, falsos abrazos “espontáneos”, algunos verdaderos, y –ahora te toca a ti- una actriz fingiendo un poema a Guaicaipuro para que nadie olvide que “aquí se promovieron los valores nacionales” con cuatro novelas de Gallegos en 53 años. Granier vomitó su retahíla de calumnias contra Chávez y, antes de la falsificación del himno nacional, previamente editado porque ni cantar libremente permitieron a sus empleados, hubo una escalofriante plegaria de despecho. “Tú que tienes el control”, clamaron a Dios los actores, “haz llover tu sangre sobre nosotros, haz llover tu sangre sobre este canal, haz llover tu sangre sobre Venezuela”.

La mentira de Nelson Bustamante

Corría el año 2003 cuando un grupo de bolivarianos protestó frente a RCTV porque el canal, una vez más, había insultado al pueblo. Yo era director de información de la Alcaldía Libertador y monitoreaba los canales de televisión para enterarme de cualquier suceso. En la pantalla de RCTV apareció Nelson Bustamante, contando “las peripecias” que había pasado para entrar al canal. Todos los trabajadores entraban y salían libremente, por lo que su llegada, con una colega, no provocó reacciones hasta que se le ocurrió romper una de las pancartas que los bolivarianos habían amarrado a los postes. Este gesto de gesto de desafío le valió una lluvia de insultos y amenazas. La muchacha que lo acompañaba apareció en pantalla, todavía asustada e indignada con “esa gente”. Bustamante, en tono mundano, superior y comprensivo, sin mencionar nunca la pancarta, dijo a millones de telespectadores que aunque no estaba de acuerdo con “esas actitudes” podía comprenderlas, dado el “odio producido por el discurso de Chávez”, etc. Lo que él no podía comprender ni perdonar, precisó, eran los destrozos causados por los bolivarianos en la arepera y la ferretería situadas frente al canal. Eso era privar de su fuente de trabajo (se le quebró la voz) a personas humildes, que no eran culpables de nada (se le aguaron los ojos), y que habían puesto en esos negocios toda una vida (lagrimitas), toda una vida de esfuerzo”.

Alarmado, llamé al equipo que estaba en la calle, les dije que olvidaran todo y se fueran a RCTV para que se informaran y grabaran los destrozos. Que entrevistaran a los bolivarianos, a los vecinos y, si podían, a los vigilantes de la entrada al canal. Al rato el equipo me llamó: “aquí no hay noticia, jefe, aquí no ha pasado nada, la arepera está trabajando normal…”. Incrédulo, les dije que lo grabaran todo, con testimonios de la gente diciendo hora y fecha, y me lo trajeran inmediatamente. Revisé el material y efectivamente no había destrozo alguno. Llamé a Bustamante, me identifiqué y le pedí que me explicara. Después de unos balbuceos reconoció que no había ningún destrozo…”pero ahí están los grafitis, dejaron toda la cuadra pintarrajeada…” (En esa época hasta las paredes del Palacio Presidencial tenían inscripciones). Acusaba a los chavistas de algo que no había pasado, porque los odiaba por ser lo que eran. Y los acusaba injusta y descaradamente, confiado en el poder abusivo y aparentemente impune de la televisión.

Concluí que Nelson Bustamante no era un caballero sino un falsario. Pero ¿quiénes eran los jefes de prensa que se lo permitían? Y los empleados del canal que, a diferencia de los televidentes, podían probar diariamente, con queso amarillo o carne mechada, la prueba del engaño ¿por qué no decían nada? Sencillamente porque no tenían derecho de palabra, y porque la mentira se sentaba a la diestra de Granier, en la mesa de los directivos del Canal.

Por eso me gustó verlo en pantalla el último día, enterrando su miserable embuste junto a la gran empresa de falsificación de Marcel Granier.

Como en la Tele

Según ese Tonton Macute del pensamiento llamado Oscar Lucien, el cierre de RCTC fue “un asalto al universo simbólico de los venezolanos”. Falso: del universo simbólico de los venezolanos bajo la Cuarta República, y de muchos todavía, pero ya no de la mayoría. Ahora los venezolanos pensamos, de una u otra manera, pero ya no como la TV manda que pensemos.. Por eso la CIA conviertió el caso RCTV en detonador de un “golpe democrático”, que avanza en el terreno del espectáculo, punto débil de la Revolución. Lo que los golpistas no entienden es que, más acá del universo simbólico que dominan, hay un universo real, cotidiano, el de la vida real. No entienden que los culpables de 50 años de empeoramiento no pueden gerenciar ni 5 minutos de mejoras. Mientras más cerca del poder se encuentran, más revelan su verdadera naturaleza. Así ocurrió con Carmona, y así ocurre ahora: de un 60% de gente que no aprobaba la medida contra RCTV, la cifra ha ido cayendo aceleradamente, y con cada declaración opositora aumenta el apoyo al Presidente. Con la cara de Maria Corina Machado en pantalla perdieron 5% y así sucesivamente. Serán transmitidos pero no pasarán.

¿Cuánto Vale el Show? Nadie lo sabe a ciencia cierta pero, como siempre, Venezuela y su pueblo pagarán las cuentas de lo que daña la oligarquía.


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Eduardo Rothe


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