"Hasta el más insulso y estúpido programa de modas o de variedades es hoy vulgar palestra de sorda arenga conspirativa en contra de la legitimidad y de la democracia".
A lo largo de más de 10 años, el medio de comunicación social del país, en particular la radio, ha desbordado su área de competencia como empresa de servicio público para usurpar el rol de los partidos políticos, ejerciendo una actividad de clara intención conspirativa que hoy no puede negar.
El medio privado ha pretendido convertir la acción golpista en actividad periodística. De esa forma ha querido evadir la responsabilidad y los riesgos que encarna la auténtica lucha política y ampararse en los derechos que la Constitución y las leyes consagran no a ellos, sino a la ciudadanía.
Con el cuento de la libertad de expresión, han colocado como voces de sus emisoras a los más conspicuos torpederos de la oposición, en un esquema de trabajo que de ninguna manera puede ser calificado como "parrilla de programación" sino como "plan golpista permanente". La mayoría de esos torpederos (dependiendo de su capacidad conspirativa) hace su trabajo contrarrevolucionario en dos y hasta en tres y cuatro medios a la vez, sin importar los gustos o preferencias del público. ¿Es en verdad el rating lo que explica esto? Es obvio que no.
Durante todo ese tiempo, el medio privado salvo honrosas y contadas excepciones ha atacado no sólo al Gobierno y a los funcionarios de manera despiadada y brutal, sino que en cada ataque ha agredido directamente a la gran mayoría que hoy respalda al presidente Chávez y a sus políticas. No se ha percatado del rechazo que con su actuación ha ido acumulando en su contra, precisamente porque su área de experticia no es la política. En su gran arrogancia, ha creído que sus infamias serían aceptadas como verdades por la gente, llegando al extremo de convertir esa poderosa herramienta comunicacional en una pestilente cloaca de infundios, amarguras y odios encarnizados que ofenden y fatigan hasta a los mismos opositores.
Hasta el más insulso y estúpido programa de modas o de variedades es hoy vulgar palestra de sorda arenga conspirativa en contra de la legitimidad y de la democracia, no porque ese sea el formato que deba regir al medio, sino porque sus dueños han querido que así sea. Nadie los obligó a ir en contra de todo un pueblo, pero lo hicieron.
Cavaron su propia tumba, pero no quieren hoy ser el cadáver. ¿De qué se quejan?