La Agro-Producción y la Comuna

          El censo comunal que llevó a cabo la revolución bolivariana ha arrojado datos que confirman algunas apreciaciones que ya se venían realizando desde diversas organizaciones sociales: Las zonas en donde se ha apostado con más fuerza y mayor decisión a la conformación de las organizaciones sociales que acelerarán la transición en dirección a la sociedad socialista, son las zonas rurales. El censo nos dice que el 48, 90% de los Consejos Comunales son rurales, sobre un 45, 26% pertenecientes a zonas urbanas. De igual forma, el proceso arrojó un 43, 58% de comunas registradas en zonas rurales, sobre un 39, 25% en zonas urbanas. Ahora bien, si tomamos estos datos como ciertos y decimos que son los hombres y mujeres del campo venezolano los que más se acercan al proceso de transición hacia una sociedad en donde reinen los valores revolucionarios, podríamos generar una reflexión sobre los factores que dinamizan esas organizaciones y las formas-métodos que la revolución aplica para desarrollar y consolidar esos factores.

          Podríamos destacar, entre los muchos factores que dinamizan a las organizaciones del poder popular, al factor productivo. Es en la producción y en las relaciones que en esta se generan, en donde surgirán las nuevas formas, el nuevo espíritu y la nueva cosmovisión del hombre y la mujer llamados a construir la revolución, la sociedad socialista. Y si destacamos al sector productivo en las zonas rurales del país que, como ya hemos dicho, son las que con mayor fuerza han impulsado las formas de organización popular, debemos hablar entonces de la agro producción. No con esto queremos desconocer o deslegitimar los demás sectores y sub-sectores de la producción que se desarrollan en el campo, en las zonas rurales, solo tomamos la agro producción como factor pre-hegemónico dentro del sistema productivo tradicional desarrollado en las zonas mencionadas.

          Si bien es cierto que estas organizaciones del poder popular solo podrán desarrollarse y expandirse sobre los ejes de un sistema productivo que agrupe, cohesione, revolucione y sustente a sus habitantes dentro de una relación localidad-universalidad, cabría preguntarse en qué medida nuestros sistemas de financiamiento contribuyen a la consolidación de la organización y a la profundización de la colectivización del trabajo; cuáles de nuestras políticas revolucionarias están direccionadas a ampliar y promover esa base material que permitirá la satisfacción de las necesidades sociales; cuántos de nuestros sistemas de funcionamiento conllevan y, más importante, generan necesidad de colectivización en los procesos de desenvolvimiento de la sociedad.

          Desde el inicio de las cooperativas agrícolas y posteriormente con la creación de los Consejos Comunales con orientación agro productiva, la revolución bolivariana impulsó con mucha fuerza diversos planes y proyectos direccionados a la atención de estas formas de organización. Diversas instituciones se acoplaron a la dinámica social y estructuraron novedosos sistemas de funcionamiento que dieron respuestas a las exigencias del colectivo, de ahí nacieron los planes de financiamientos dirigidos a los Consejos Comunales, a los proyectos de estas organizaciones-células de lo nuevo. Estos sistemas generaron la necesidad sana y natural de la colectivización del trabajo, además que disminuyeron, en la práctica y como ejemplo de efectividad, los costos de producción dentro del sistema agro productivo. El pueblo fue ganando en mística, en método, en organización; creció en la medida que crecía su organización y la unión de toda una diversidad en función de los nudos unificadores.

          Llegado el momento de las misiones y las grandes misiones, se vislumbraba para las organizaciones sociales agro productivas una buena oportunidad de crecer y consolidarse. No obstante, la orientación del Comandante Chávez pareció no entenderse, no digerirse y, en definitiva, no aplicarse a cabalidad. Con la misión Agro Venezuela un número importante de financiamientos agrícolas fueron entregados de forma individual; se generó un proceso de desvinculación del pequeño productor para con las organizaciones sociales; la necesidad que satisfacía solo la organización con sus mecanismos y fuerzas, comenzaron a ser compensadas por una oleada de trabajadores que, con el objetivo de cumplir una meta, omitieron la reflexión necesaria para hacer de la misión un instrumento para la consolidación del poder popular, de la comuna. 

Hoy el momento histórico exige de la reflexión más aguda y, sobre todo, de la acción más acertada. Ahí están las leyes del poder popular, ahí está el acumulado en experiencia que el pueblo sabio trae. Hay que deslastrarse de amargas pretensiones y entender que es la hora del parlamento comunal, que es la hora de la asamblea de los pueblos. Que de esos espacios nazca la acción de la misión, se profundice el auto gobierno popular emancipador, se materialice la transferencia de todo el poder al pueblo.

Debe entenderse que cada acción que se genere en función de desarrollar los sectores agro productivos del país es, a su vez, una acción que repercutirá en menor o mayor medida en la consolidación o desmoronamiento de la Comuna, del poder popular. No habrá soberanía agroalimentaria si esta se sustenta en la producción en sí misma. La producción debe tener un alto contenido social, y debe orientarse a una función natural dentro de lo social; estos dos elementos solo podrán ser agregados a la producción como un plus, en la medida que la producción sea desarrollada y controlada por lo más avanzado de la sociedad, es decir, los Consejos Comunales y las Comunas.

 



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Francisco Ojeda


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