No se debe fiar de
la virtud del común de los oposicionistas puestos a prueba muy dura
con el golpe de estado del 11 de abril de 2002, el secuestro del Presidente,
los asesinatos de gentes humildes del pueblo y el sabotaje petrolero.
La razón es clara: el resistir a tentaciones muy vehementes exige virtud
firme y acendrada, de la cual carecen estos sujetos. Esta se halla en
pocos. La experiencia nos enseña que en semejantes extremos la debilidad
humana suele sucumbir, y la experiencia nos previene que quien ama el
peligro perecerá en él.
Estamos en el gobierno
de filosofía socialista, los tiempos son riesgosos, la época crítica,
los peligros acechan. El gobernante es honrado; tiene grandes compromisos
por nuestra causa, y, sobre todo, es entusiasta de ciertos principios
y los sustenta con mucho acaloramiento. Hacemos muy bien en creer que
el honor y las convicciones de nuestro gobernante no se rajarán con
los golpes de un ariete de la burguesía.
Estamos viendo al gobernante
en aprietos; (El imperialismo, el narco-traficante gobierno colombiano,
la oligarquía y los obispos de la iglesia romana) se le quiere
forzar a un acto de alta transcendencia, a que no puede acceder sin
degradarse, sin faltar a sus deberes más sagrados que son la Patria
y los gobernados, sin comprometer intereses de la mayor importancia.
El gobernante es, naturalmente recto; en su larga carrera no se le conoce
una felonía, y su entereza está acompañada de cierta firmeza de carácter.
Los antecedentes son excelentes. El magnicidio está en marcha, un franco
tirador. Sin embargo, cuando vemos que la tempestad arrecia, que el
motín sube excesivamente, cuando golpee a la puerta el osado traidor
boliburgues que lleva en una mano el papel que el Gobernante ha de firmar
y en otra el puñal o una pistola amartillada, tememos por la suerte
del Comandante.
Con el ejemplo anterior se echa de ver que en algunas ocasiones es lícito y muy prudente desconfiar de la virtud de la quinta columna endógena, lo que acontece cuando el obrar bien exige una disposición de ánimo que la razón, la experiencia nos enseñan ser muy rara en los traidores o chavistas sin Chávez. Es claro, además, que para sospechar mal no siempre es necesario que el apuro sea tal como se ha pintado. Para el común de los boliburgueses suele bastar mucho menos, y para los decididamente malos, la simple oportunidad equivale a vehemente tentación. Así, no es posible señalar otra regla para discernir los casos, sino que es preciso atender a las circunstancias de la persona que el objeto del juicio, graduando la posibilidad del mal por su habitual inclinación a él o su adhesión a la virtud.
De estas consideraciones nacen las otras reglas.
Así, suponiendo que
Chávez está en un compromiso de riesgo ante el imperialismo asesino
del que le es difícil salir, parece a primera vista que en sabiendo
cuál es su moralidad y cuales los obstáculos que a la sazón median
para obrar conforme a ella, tenemos datos suficientes para pronosticar
sobre el éxito. Pero entonces no llevamos en cuenta una cualidad que
influye sobremanera en casos semejantes: la firmeza de carácter. Un
hombre virtuoso, pues que para sacar airosa la virtud en circunstancias
apuradas sirve admirablemente el que obren en su favor pasiones enérgicas.
Un hombre de temple fuerte se exalta y cobra nuevo aliento a la vista
del peligro; en el cumplimiento del deber se interesa entonces
el orgullo, y un corazón que naturalmente se complace en superar obstáculos
y arrostrar riesgos se siente más osado y resuelto cuando se halla
animado por el grito de la conciencia. El ceder es debilidad; el volver
atrás, cobardía; el faltar al deber es manifestar miedo, es someterse
a la afrenta. El hombre de intención recta y corazón puro, mirará
las cosas con ojos muy diferentes. Hay un deber que cumplir, es verdad;
pero trae consigo el riesgo de quien lo cumpla y la orfandad de todo
un pueblo. El mal se hará también de la misma manera, y quizá, quizá,
los desastres serán mayores. Es necesario dar al tiempo lo que es suyo;
la entereza no ha de convertirse en terquedad; los deberes no han de
considerarse en abstracto, es preciso atender todas las circunstancias;
las virtudes dejan de serlo si no andan regidas por la prudencia. El
buen hombre ha encontrado por fin lo que buscaba: un parlamentario entre
el bien y el mal; el miedo, con su propio traje, no servía para el
caso, pero ya se ha vestido de prudencia; la victoria no se hará esperar
por mucho tiempo.
He aquí un ejemplo
bien palpable, y por cierto nada imaginario, de que es preciso atender
urgentemente por los sistemas de seguridad del Comandante Presidente
y a todas las circunstancias del individuo que se ha de juzgar. Desgraciadamente,
el conocimiento de los hombres es uno de los estudios más difíciles,
y por lo mismo es tarea espinosa el recoger los datos precisos para
acertar. Esta aplicación, tan sencilla como fundada, señala cumplidamente
la razón de la dificultad que encontramos en despojarnos de nuestras
ideas y sentimientos cuando así lo reclama el acierto en los juicios
que formamos sobre la conducta de los demás.
El mecanismo por lo
cual acontece eso merece un análisis más profundo, pues lo acontecido
es posible sea manifestaciones exteriores del problema. Quizás éste
radica en el fondo de nuestra idiosincrasia, en aquel espíritu de la
picaresca española con el cual se gestó nuestra nacionalidad. Pero,
es fundamental inquirir si es de malhadado andar puede ser enmendado,
cómo y cuándo, pues de ser así, la inquisición se reduce a un simple
estudio coyuntural de una crisis temporal.
El terrorismo, es un mal tremendo: Los Estados Unidos quieren erradicarlo mediante el terrorismo de Estado ese es un crimen de lesa humanidad aún más grave. Ese método ocasiona más muertes aún, hace sacrificar el Derecho Internacional, la soberanía de los Estados, sin hablar ya de la moral y la justicia.
¡Mal halla la Creación por engendrar a esa cuerda de alimañas!
¡Cuidemos al Comandante!
Salud Camaradas.
Hasta la Victoria Siempre.
Patria Socialista o Muerte.
¡Venceremos!
manueltaibo@cantv.net