Un amigo mío, oculto tras bambalinas en la oposición, se hace cargo de un comentario mío en mis reflexiones sobre la oposición. Dejo para cuando tenga el gusto de estrecharle la mano de mi amigo y el darle gracias cordiales por los piropos con que me regala, y voy a lo que interesa al pueblo para el cual escribo.
A dos cuestiones reduce acertadamente mi amigo el de la oposición lo que quise decir en dicho artículo y son: 1º, pedir a los integrantes de la MUD un programa serio de gestión de su candidato para que nos lo ofrezcan a los venezolanos; y 2º, dar secundaria importancia a la filiación política de los tales candidatos.
Es claro como la luz que no se puede pedir un programa de gestión nacional en el sentido en que el amigo de la oposición lo ha tomado. Es la realidad de infinita complicación, por completo imprevisibles los sucesos que puede traernos, y es cosa que enseña la experiencia que los planes bien detallados y minuciosamente puntualizados más dañan que aprovechan.
No es un programa con sus puntos sobre las íes, sus títulos, artículos y párrafos; no es eso lo que se debe pedir, sino una exposición de criterio, no de criterio burgués o adeco-copeyano, no, sino de criterio administrativo.
La cosa es clara. Las corrientes generales en la oposición, respecto a la gestión de Venezuela son dos. Unos, los más, están por un espíritu de prudente parsimonia y sabia contención, espíritu opuesto a toda impaciencia y precipitación, que atiende ante todo a no abusar del crédito de los venezolanos. Otros, de buena fe los más de éstos, pero azuzados por grupos que ponen su interés y personal influencia sobre todo, otros, digo, quieren lanzar a Venezuela por caminos de incierto resultado, quieren hacer de nuestro país una colonia imperial gringa, se les llena la boca con todo eso de nuestro petróleo, nuestra prosperidad, les ciega un mal entendido orgullo de pueblo y quieren echar la casa por la ventana. Estos no sueñan más que en grandezas y engrandecimientos, en esplendideces, en verdaderas fantasías.
La cuestión se reduce o a dejar nuestro pueblo que viva, prospere y se redondee según sus fuerzas naturales, sin más que quitarle trabas y sostener su crédito, o provocar un engañoso engrandecimiento por medios artificiales. Entre uno y otro sentido hay la misma, exactamente la misma diferencia que hay entre el trabajo y la vagancia. Los progresos del trabajo honrado suelen ser lentos, pero constantes y fecundos; la vagancia, por el contrario, sacude, produce alzas enormes y luego trae el ramalazo de reacción.
Y sirva esta observación para los revolucionarios teóricos por sistema, que son de la misma madera que los oposicionistas, les ayudan no pocas veces y muchas se confunden y encarnan en uno. Es, sobre todo, la hegemonía y el mangoneo de una trinidad con todos sus adherentes, es convertir a nuestro país en feudo imperialista.
Es el satisfacer, a la vez que los intereses de la burguesía hecha piña apretada, su soberbia y su amor propio heridos por la resistencia de los que no comen su pan y no tienen venda en los ojos. Como el árbol no crece a medida del deseo de sus amos que quieren apenas plantado que les dé fruto y hasta leña, se empeñan en hacerlo crecer a tirones, y se trata de que el pueblo venezolano produzca artificialmente un estado de cosas que no se produce por la marcha natural de las cosas mismas.
Es cierto que, como dice mi amigo oposicionista, nadie puede prever las condiciones en que se plantearan los asuntos en el país, pero sí podemos pedir a los candidatos que declaren si están por la parsimonia y la prudencia o por echar la casa por la ventana, y, sobre todo, no es de creer que de aquí a uno, dos o tres años haya tal cambio en las cosas que se haga imprescindible ese conjunto de negocios de que es común en la oposición, cuya necesidad no ven por hoy los más de los venezolanos y yo no veo ni por hoy ni por mañana, porque lo que sobra aquí es petróleo y petróleo en abundancia, vivimos mucho mejor que el que quieren regalarnos esos señores.
¿Qué se nos ofrece triple de dólares por una bicoca? ¿Sí? Pues venga el petróleo, pero ¡ojo! No sea tanto que nos ahoguemos en él, porque es muy fácil que los entusiastas, convencidos de que antes de medio siglo que Venezuela ha de alcanzar el desarrollo de los países como Francia o Alemania, nos larguen una invasión como en Libia y quede el país desolado como si nos pasara una plaga de langostas y tengamos todos que hacernos insectos si hemos de vivir.
Las cosas van mal por desgracia. Mi amigo oposicionista debe conocer por dentro algo del escenario de sus compinches de la MUD, acaso haya visto amañarles la voluntad y preparar por los alegres compadres el resultado de sus reuniones, en que la democrática libertad de la palabra es ahogada hipócritamente por la monserga de los procedimientos y trampas de los oposicionistas, el “está tratado”, la “cuestión de orden”, la “cuestión previa”, y todo ese fárrago al uso de los políticos de oficio y de los leguleyos.
Y acaso sepa también mi amigo que los órganos públicos de los partidos oposicionistas, las pretendidas bocinas de su pretendida opinión, suelen ser no pocas veces órganos y bocinas de los intereses de los que los pagan y sostienen, porque las instituciones del Gobierno mismas no pueden o no quiere sostenerlos o no les invitan a ello.
¡No volverán!
¡Gringos Go Home!
¡Libertad para Gerardo! ¡Libertad para los cinco héroes de la Humanidad!
Hasta la Victoria Siempre. Patria Socialista o Muerte ¡Venceremos!
manuel.taibo@interlink.net.ve