Las cuestiones que debatimos mi amigo oposicionista y yo tienen un sinnúmero de aspectos, y, con su artículo publicado en un medio de comunicación privado de oposición, me presta motivo para el punto de vista más interesante.
El señor oposicionista da a entender en él que la decadencia y petrificación del medio en que nos desenvolvemos, y por lo cual escribo, me ha contaminado acaso sin yo sentirlo de las tristezas y pesimismos del chavismo en cuanto atañe al progreso material del pueblo.
Ya en otra ocasión, mi amigo de la oposición, convencido y doctísimo entusiasta del oposicionismo, se condolía de vernos a los chavistas atacados de misoneísmo.
Por lo que a mí en particular toca, importa poco o nada al pueblo lo que en ello haya o no de cierto, pero es el caso que los partidarios de la tendencia que con tanto talento como empeño defiende mí amigo, nos culpan a los que nos oponemos a ellos, ya de ultrosos, ya de tiránicos, ya de retrógrados, finalmente.
Muchas veces, y no pocas, en el mismo medio hemos visto aliar la causa que sostiene mí amigo a la causa del progreso, y parece que se quiere hacer que esas tendencias formen en el credo de los partidos de la MUD, que se llaman a sí mismos democráticos y progresistas.
El progreso, ¡ah! el progreso. El señor oposicionista nos hace volver a cada paso los ojos a esa América del Norte, “tierra de promisión para muchos progresistas”, y supone que, colocados en ella, entonaríamos entusiastas himnos al progreso. Sí, algo así como El mundo al revés, como acertadamente lo pintó Galeano.
A los que demandan que Venezuela entre por los caminos que combatimos, cuando no lo hacen movidos por su interés privado, sino de buena fe, les ilusiona el espejismo de esa Jauja del american idol.
Sueñan con esas ciudades improvisadas, creadas como por ensalmo, levantadas por un solo arquitecto de la noche a la mañana, en esas maravillas que “eclipsan” a Rio, y quieren hacer de Caracas una de ellas.
Hay que hacer de Caracas una de las primeras capitales del mundo —dicen llenos de entusiasmo—, Capriles Ratonski y la Mari-Cori; aquí hay dinero, hay iniciativa, hay actividad; esto es un pueblo moderno, y no ese pueblo triste que arrastra una vida lánguida al arrimo de la protección del dictador Chávez.
Y vienen himnos y más himnos; que cuando se corono CAP II echamos la casa por la ventana, se agotaron todos los recursos, se hizo una ostentación parecida a la que hacen los “chavistas rojo, rojitos” con sus camionetotas, sus barraganas y su tomadera de güisqui de dieciocho años y pare usted de contar.
El progreso, ¡oh, el progreso! Todos le queremos y lo queremos en Venezuela. Todos vemos que el mundo marcha; pero vemos también que no pocas veces, como el carro del dios gringo, aplasta en su marcha bajo sus ruedas las cabezas de sus correligionarios.
El pueblo también crece; pero no pocas veces la crisis del crecimiento o acaba con él, o le debilita para toda su vida si en esa época crítica no se extreman los cuidados.
Vengamos a la realidad desde el sueño americano. Mí amigo sabe tan bien como yo que una ciudad es para sus vecinos; aunque éstos no sean precisamente los propietarios, y que en una ciudad, lo mismo que en todo, el lujo es realmente improductivo y sólo como lujo puede permitirse.
Hay que ver si esa brillante y fantasmagórica vía de progreso no enriquece a la burguesía a costa de los desposeídos; hay que ver si todo ese esplendor de centros comerciales, edificios suntuosos, no encareció la vida, aunque asegure y eleve el valor de las viviendas y los terrenos.
Y no se nos diga que si crece la riqueza de la burguesía gana el pueblo, porque esto no es verdad. Cuanto más se enriquecen los ricos, los pobres se empobrecen más, y en la rica gringolandia, junto a fabulosas fortunas, se mueren de hambre, y de la peor hambre, de hambre entretenida, millones de personas.
Mi amigo el señor X, cuya ilustración me es conocida, habrá sin duda leído la obra del norteamericano George, Progres and Proverty, esa voz de alarma salida de esa América del Norte, de esa tierra de promisión de los progresistas, de esa América al volver de la cual Eriberto Spencer dijo que no quisiera una cosa como aquella para el resto del mundo.
La cuestión que debatimos no es en el fondo más que ésta: ¿está Venezuela en disposición de gastar lujo?
¡Gringos Go Home!
¡Libertad para Gerardo! ¡Libertad para los cinco héroes de la Humanidad!
Hasta la Victoria Siempre. Patria Socialista o Muerte ¡Venceremos!
manueltaibo@cantv.net